¿Qué pasó en Colombia? Nada nuevo
El analista político y asesor de campañas Ezequiel Parolari escribe aquí para Memo: "Fenómenos como Trump, Bolsonaro, Bukele, Milei o en este caso, Rodolfo Hernández, no surgen de la nada. El sistema está roto y las desigualdades económicas son cada vez más notorias".
Ayer domingo 29 de mayo fueron las tan esperadas elecciones en Colombia. Elecciones marcadas por un alto índice de desaprobación al actual presidente Iván Duque (casi un 70% de imagen negativa según la última medición de Directorio Legislativo). Agregamos otro dato: el 85% de los colombianos piensa que el país va por mal camino, desde los noventa que no se reportaban números tan altos de pesimismo.
Pero esto no es novedad: Colombia es el segundo país más desigual de América Latina detrás de Brasil, y tiene los niveles de pobreza y exclusión más altos de su historia. A su vez, se vive una profunda polarización social y política producto de la inequidad, a lo que se le agregan las demandas para que baje la inseguridad en las ciudades y la violencia en las zonas rurales por el narcotráfico.
Sepamos que la desigualdad no sólo afecta los niveles de ingresos de la población; también se generan brechas sociales en: educación, salud, seguridad social y acceso a la tierra que contribuyen a la reproducción de esa desigualdad a través de las distintas generaciones. Un alto nivel de desigualdad económica crea sistemas políticos que ayudan a perpetuar esa economía. Y los colombianos lo saben... o por lo menos en esta última elección así lo demostraron.
Pero, ¿qué pasó?
Gustavo Petro hombre de izquierdas, que siempre encabezó todas las encuestas, obtuvo un 40% de los votos. Mientras tanto, el excéntrico millonario, populista y antisistema, Rodolfo Hernández, se metió en la segunda vuelta con un 28% (cosa que sorprendió a varios, pero ya hablaremos de eso) imponiéndose al candidato de la derecha, Fico Gutiérrez, que recibió 23,7%. Lo positivo fue que la participación del 54,9% fue la más alta en una primera vuelta desde la década de los 70.
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Lo negativo es la alta polarización y fragmentación social que vive Colombia y América Latina. La posible victoria de Petro, en un país en el que nunca ha gobernado la izquierda, ha generado una tormenta política con denuncias de fraude, críticas al proceso y a su legitimidad. Nada nuevo para nuestro continente.
Hubo varios analistas y consultores sorprendidos por los resultados. Es verdad que las encuestas no predijeron dicho desenlace, pero ¿cuándo lo hacen? Es sorprendente que se sorprendan, es preocupante que sus análisis se centren sólo en eso, la realidad mata a la narrativa, pero eso ya deberían de saberlo.
El reconocido consultor político Mario Riorda ayer por la noche twitteo: "Cuarta elección en América Latina donde llega al balotaje alguien por fuera de algún partido político tradicional. Y tercera donde quien lo hace representa a una derecha sin maquillaje". El dato de Riorda no es casual. Los partidos políticos se estás extinguiendo y ya no representan a nadie, quizás a sus propios egos e intereses personales, pero no a la ciudadanía.
Dato de Latinobarómetro muestra que aumentó la cantidad de latinoamericanos que dicen que no votan por un partido político desde el 52% en 2005 hasta 63% en 2020. En otras palabras la gente ya no vota por partidos. Esto le abre el juego a procesos populistas o autocráticos, profundizando la crisis política y de representatividad que afecta hoy a toda la región. Por eso sorprende que los consultores se sorprendan que personajes como Rodolfo Hernández lleguen a una segunda vuelta. Nada es casual. Hay que analizar contextos, ya no se ganan campañas con marketing y un buen "slogan".
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Pero hay más datos: la gente está cansada. La ciudadanía no se siente escuchada y las lunas de miel se están terminando muy rápido. Ningún presidente latinoamericano se salva del negativo excepto casos muy concretos como López Obrador en México, Bukele en El Salvador y Lacalle Pou en Uruguay; el resto llegan a negativos históricos y muy rápidos como es el caso de Boric en Chile, quien asumió el 11 de marzo y ya ronda casi un 50% de rechazo.
El dato triste es que la ausencia de solución a los problemas tiene a la mitad de la población dispuesta a aceptar condiciones no democráticas para solucionarlos.
Ante la pregunta: "No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas", quienes responden "muy de acuerdo" y "de acuerdo" aumentan del 44% en 2002 al 51% en 2020. Desde 2018 aumenta tres puntos porcentuales de 49% a 51% en 2020 según datos del Latinobarómetro.
Fenómenos como Trump, Bolsonaro, Bukele, Milei o en este caso, Rodolfo Hernández, no surgen de la nada. El sistema está roto y las desigualdades económicas son cada vez más notorias. La ciudadanía está harta y la política no sabe como canalizar dichas demandas sociales.