"Menú liberal para un apetito estatista"
"Argentina 2023: escenarios de incertidumbre" tituló el Mgter. Pablo Cabás su análisis sobre los resultados de la última encuesta de la consultora Zuban Córdoba. Aquí está desarrollado.
Riesgo país
El verdadero riesgo país es un electorado perdido, que mira atónito cómo la política y los políticos asumen con irritante conformismo sus magros resultados. Como si la fatalidad de las cosas hubiera corroído la voluntad como motor de la acción política. Los liderazgos se achican al mismo tiempo que la sombra de la crisis se agiganta.
No hay novedad en las crisis argentinas. Ni en su recurrencia decana. Pero ante la incertidumbre, se abren escenarios en los que la respuesta electoral puede abrir espacios para lo nuevo, para lo desconocido. Que en sí mismo no tiene mayor valor, más que la intemperie a la cual nos expone.
Salidas milagrosas, salvadores mesiánicos y liderazgos al borde de un ataque de nervios, suenan como cantos de sirena repetidos en repertorios de representación ya conocidos. Están ahí, subidos al ring por el electorado hace tiempo, esperando su turno para castigar a la "casta" por su impotencia.
Para 8 de cada 10 argentinos el país va por un mal camino (76,1%) y solo para el 14,2% de los encuestados el país va en la dirección correcta.
El 68,7% de los argentinos desaprueba la gestión del gobierno nacional y el 62,2% quiere un cambio de gobierno en el país. Incluso entre aquellos que "aguantan", el cambio asoma en el horizonte.
Para la inmensa mayoría de los argentinos estamos ante una crisis terminal que exige un cambio de rumbo para evitar la tragedia anunciada. Al mismo tiempo, la ausencia de certezas se traduce en clivajes cambiantes y en representaciones volátiles para amplios sectores del electorado. La menguada confianza y la fe quebrada en los propios espacios ideológicos partidarios solo resisten ante el horror del adversario y a la posibilidad de que gane "el más odiado", o "la más odiada".
Menú liberal para un apetito estatista
Es importante diferenciar entre aquellos valores de la sociedad que tienden a ser más estables en el tiempo y a cambiar de forma paulatina; de aquellos cambios bruscos que se generan ante una conmoción, un escándalo o una crisis que altera los ánimos de forma repentina.
En definitiva, como señala David Easton, el éxito de todo sistema político, y particularmente de un gobierno, radica en la capacidad de instalar valores en una sociedad, que la gente los acepte como propios y que puedan mantenerse la mayor cantidad de tiempo posible. Esos valores estables en la sociedad argentina presentan ciclos que pueden medirse por décadas, pero no significa que no puedan cambiar.
El gobierno de Alfonsín transcurrió en una sociedad que abrazaba mayormente valores estatistas, pero que empezaba a mostrar cambios en los últimos años. Con esos mismos valores sociales predominantes Carlos Menem ganó la Presidencia prometiendo más, no menos Estado.
La crisis terminal de la Hiper cambió las cosas. El Menem de 1995 y De la Rúa en el 1999 ganaron las elecciones bajo otro paradigma. El del mercado como el gran articulador de los conflictos y de las respuestas que la sociedad necesitaba.
La década del 90 fue una explosión de nuevos valores sociales, el acelerado paso de una sociedad estado céntrica a una mercado céntrica, en la que lo público era sinónimo de fracaso.
La crisis del 2001 destrozó esos consensos. Las ideas y valores neoliberales, abriendo un nuevo ciclo estatista que aún se mantiene, pero que vuelve a crujir.
La sociedad argentina lejos de abrazar el ideario libertario, sigue apegada a la matriz de valores orientados al Estado, que se consolidó con fuerza a partir del 2003 con la asunción de Néstor Kirchner. Solo basta ver los niveles de apoyo a las siguientes afirmaciones:
- El 76,2% dice que hay que realizar más controles de precios para frenar la inflación.
- El 77,3% se opone a la legalización de libre portación de armas.
- El 84,3% se opone a la privatización de la educación pública.
- El 66,6% rechaza la privatización de Aerolíneas Argentinas.
- Solo el 29,2% está de acuerdo con la dolarización de la economía, contra el 61,7% que la rechaza.
Sin embargo, dos propuestas parecen expresar clivajes reales de la sociedad. El primero es la idea de aumentar impuestos a los sectores concentrados, que tiene un 48,5% de apoyo, contra un 43% de rechazo. Una idea que divide en fuerzas equivalentes al electorado. Un clivaje, una hendidura desde la cual articular una oposición, construir un enemigo y hacer populismo del "bueno" o del "malo".
Por otro lado, la propuesta de eliminar subsidios y planes sociales es aceptada por el 49,2% del electorado, contra el 44,7% que sostiene la necesidad de mantenerlos. Otra grieta real en la que el liberalismo hace pie en términos concretos.
La profundización de la crisis abre una oportunidad para el cambio, en la que no está todo dicho. La sociedad argentina sigue viendo en el Estado la solución a sus problemas. Pese a los consensos que crujen, todavía el entramado de valores sociales sigue apegado a una idea de Estado que debe (aunque muchas veces no pueda) resolver los problemas de la gente.
Probablemente la libertad esté avanzando, pero puestos en la dicotomía de elegir, el 66,5% de los argentinos
encuestados elige la igualdad social por sobre la libertad individual (28,2%). Una pared de contención ante el
avance de los libertarios, que bien aprovechado por el
FDT y/o por Juntos por el Cambio, puede ser una piedra en el camino hacia la Presidencia de Javier Milei.
El Top 5 de una sociedad sin políticos
La crisis y la incertidumbre negativizan las reservas reputacionales de la representación. De los 5 dirigentes nacionales con mayor imagen positiva , todos presentan diferencial negativo. De ahí para abajo, es aún peor.
Horacio Rodríguez Larreta con un 37% de imagen positiva encabeza la lista, seguido por Patricia Bullrich con un 36,3%, Sergio Massa con 35,6%, Cristina Fernández de Kirchner con 34% y Javier Milei con un 33,5% . En todos los casos, las imágenes negativas superan el 50%. Nadie escapa de la crisis.
Más allá de las razones coyunturales de las corridas y
de los problemas macroeconómicos estructurales, hay
algo en la conducta de la dirigencia política que profundiza el malestar. Casi 9 de 10 argentinos (87,8%) consideran que la dirigencia debería dialogar más y pelear
menos entre sí.
La grieta ya no goza de los niveles de audiencia de años atrás. Hay problemas reales, concretos, de todos los días, en la calle, en el supermercado, en las escuelas, en los comercios, en las fábricas, que no reciben la atención que se merecen, que los políticos no los dramatizan, ni los representan. No como excusas argumentativas para descalificar al adversario político, sino para asumir una mínima responsabilidad en las soluciones.
En las crisis, la atención de los ciudadanos busca respuesta en los políticos. Y es ahí donde el espectáculo
diario de la grieta adquiere su mayor superficialidad.
Cuenta regresiva: cinco, cuatro, tres, dos, uno
4 dirigentes se llevan la mayor preferencia en intención potencial de voto, separados por cerca de 10 puntos del resto del pelotón, y en el siguiente orden: Javier Milei, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Sergio Massa.
Dos renuncias marcaron la agenda de las últimas semanas: Mauricio Macri y Alberto Fernández. Mientras, CFK envía señales de que no es con ella (y tampoco sin ella). Expresidentes que renuncian (o parecen renunciar) ante la propia evidencia de sus límites. Quedarían así 4 en el ring Bullrich, Massa y Larreta, profesionales de la política, elencos estables de los últimos 30 años de la política argentina. Y Javier Milei. El 70% del electorado votaría hoy por alguna de las tres opciones partidarias del menú: el Frente de Todos (28,5%), Juntos por el Cambio (23,5%) o los libertarios (18%).
Del 30% restante, la mitad (14,9%) aún no sabe a quién votar y la otra mitad, que actualmente prefiere opciones con bajas probabilidad de llegar a la Presidencia, abre la posibilidad del uso estratégico del voto (es decir, de aquel que optimiza el beneficio para el votante migrando hacia opciones que sí tienen chances concretas de llegar). Entre esas 3 opciones esté probablemente el próximo presidente.
Para ello, las PASO se presentan como
una posibilidad de ensayar un escenario de generales.
Los dos candidatos (o espacios) que lleguen primeros,
tendrán más posibilidades de traer el ballotage a la primera vuelta. Como lo dice Cristina, Milei y lo recita el
elenco estable de Juntos por el Cambio, en definitiva
serán sólo dos las opciones entre las que deberán elegir
los argentinos.
Escenarios de incertidumbre
En los 3 escenarios electorales posibles, Javier Milei aparece como el favorito (21,1%, 21,9% y 22,6%). Masa y Larreta como sus challengers con mayor intención de votos. Mientras Massa debe caminar en el campo minado de la economía (en una elección en la que el termómetro económico está en la cabeza de todos los votantes), Larreta debe actuar algo que no es (ni outsider, ni nuevo, ni fuerte, ni extremista). Bullrich y Milei son lo que son y se dejan llevar por los vientos de cambio.
Mientras Scioli, Rossi y De Pedro pueden sumarle a Massa; el electorado de Schiaretti y parte del de Bullrich podrían ir para Larreta. Otros votos, de los desilusionados perdidos, podrían fugarse para Milei. Milei está subido al ring electoral sin necesidad de que Cristina lo suba. Por eso, desde su centralidad discursiva, Cristina subió al Frente de Todos a la pelea. Los dos lados de la grieta necesitan a Milei como posible adversario en un escenario de segunda vuelta.
El Frente de Todos y Juntos por el Cambio se sienten competitivos en un balotaje en el que puedan ser la alternativa de racionalidad y de supervivencia. La política parecería confiar más en la moderación del electorado, que en sus propias capacidades. Una década de exagerada verborragia y de auto celebradas hipérboles le restan seriedad al menú electoral. Pero todo corre más rápido en las crisis, y la memoria es finita y frágil ante el agujero negro de la incertidumbre.
Desde la televisión, Cristina Kirchner pidió al peronismo cerrar filas detrás de un proyecto común que pueda ser una alternativa a la tragedia de una eventual dolarización. En simultáneo, Juntos por el Cambio comunicó la unidad con una foto de "equipo", cuyas grietas se exhiben con la misma obscenidad con la que las internas y operaciones desangran al gobierno. En los dos escenarios generales, aumenta la competitividad de Massa (26,6% y 28,1%) pero sin resolver la incertidumbre del resultado final. Especulaciones en la oscuridad. Todo dentro del margen de error.
El dilema del viejo gatopardismo, de cambiar para
que todo siga como está, pelea cuerpo a cuerpo con el
abismo de un cambio hacia el vacío. En esa cruenta batalla se encuentra hoy la sociedad argentina, mientras
todos los días caen misiles de fuego cruzado. Y la marcha de la economía altera los humores sociales, incrementando la incertidumbre y agotando los márgenes
de moderación.