Pequeño relato de agua, vino y música
Marcela Muñoz Pan le pone vino a la música de Alejandro Sanz.
Corría el año 1996 regresando de España escribía en mi diario: ya estoy volviendo. Como todo regreso, primero es de adentro y luego va tomando formas, materia en el entorno, como cuando olvido comprar el café de los desayunos, porque una ya está desayunado de memoria con sus amigos, en un bar que aquí sólo yo conozco: vano secreto de un exilio dorado.
La metamorfosis del que está en el que anda camino a casa es sutil, al principio imperceptible, hasta que se desploma con todo el peso de los recuerdos, estallando en cientos de fragmentos que, al igual que polvo de camino, se posan en todo el cuerpo. Eso ocurre en el momento en el que uno siente entre los dedos la tibieza del agua, que no sabe igual en ninguna parte o, se ahoga en el aroma pigmentado de un almuerzo de la infancia en el patio junto a los vinos criollos. Sí, ya estoy volviendo, como vuelve la lluvia al río y éste al mar. Eterno mito del retorno; Ulises con un billete de avión en la alforja, sin más Ítaca que mi nostalgia, ni más Penélope que mis sueños. Volver como el tango que jamás escribiré pero que siempre lo he estado escribiendo mentalmente, en mis horas vacías, idénticas a las que corren en la sala de espera de los aeropuertos, entre gente que va de prisa hacia algún destino que creen cierto y no es más que el espejismo de querer llegar a cualquier parte. Vuelvo porque me espera la que se quedó enredada entre las hojas de cuaderno de una niña, que me llama con su voz cavernosa, voz de sirenas que me cantan y yo, claro, no estoy atada al palo mayor del barco. Regreso de un viaje que a lo mejor comenzó hace muchos años cuando creía que el mundo nuevo acababa en la otra esquina, (a esa edad no hablaba de mundo) que el planisferio, apenas, era más pequeño que las dos manzanas del barrio que conocía. De ser verdad, entonces regreso más niña, si es cierto que la niñez es el estado puro, por inocente pero también por crédulo. Si así fuera volveré algo más buena, que es como volver un poco más sabia. En fin, que estoy volviendo y entre lágrimas y remembranzas, desconciertos, descubro que en el asiento de adelante se encontraba Alejandro Sanz y su banda, quiero acercarme pero me da vergüenza, yo lo descubrí antes de volver de Salamanca, llegué con mis casetes como si hubiera encontrado toda la poesía que buscaba en sus canciones. A mis amigos no les gustaron al principio sus canciones, con el tiempo algunas amigas les fueron gustando y hoy por hoy sigue siendo uno de mis cantantes favoritos. Cuando ingresé a mi primer trabajo que fue en Epas, encontré un grupo de trabajo maravilloso, todos comprometidos literalmente con el cuidado del agua potable, trabajábamos más de 9, 10 horas diarias porque nadie quería irse a su casa, al revés de lo que sucede generalmente, la camiseta puesta hasta más no poder, casi todos los viernes eran reservados para los asados entre directores, gerentes, profesionales, técnicos, administrativos, era una gran familia. Había vuelto a un lugar del que jamás quería irme. Una de las canciones que más les hacía escuchar a mis compañeros de trabajo: Y ¿si fuera ella?, estridente, de una fotografía nocturna a la luz del fuego encendido y un vinito cálido, tinto para alguna ocasión especial, para la versión que realiza con los músicos donde niños- niñas y jóvenes se ponen en la piel de Pablo Alborán, David Bisbal, Antonio Carmona, Jesse & Joy, Juanes, Malú, Vanesa Martín, India Martínez, una agüita fresca de la canilla o saborizada de mentita y limón, es una reversión que no se pueden perder de escucharla y mirarla.
Un día explotaron los medios gráficos, radiales como eran en ese momento, pues venía Alejandro Sanz por primera vez a Mendoza, en fin no podía creer que lo volvería a ver, obviamente yo me encargué de dejar esa huella musical en mis compañeros de trabajo, en los asados divertidos, en los autos que teníamos para casetes para escuchar mientras recorríamos las calles de las ciudades, las montañas o Av. de Los Tilos, así es que varios se sumaron a la compra de entradas y debemos haber sido los primeros y yo la más emocionada, mi corazón iba a explotar y me decía: cómo no le pedí una foto, un autógrafo, algún recuerdo de ese día que no olvidaré. Junio-Barajas-Ezeiza.
Llegó el gran día y botellitas de agua en mano partimos al recital, estábamos primeros bailando el boom de ese momento "Corazón partido", la canción es el segundo sencillo promocional de su cuarto álbum de estudio Más (1997), que les comparto por si lo han olvidado o para que vuelvan a repasar en sus corazones que espero no estén partidos, con esa balada tan pegadiza y sublime. Menos mal que llevamos mucha agua porque con ese tema que lo bailamos a morir, morir de alegría, de pasiones sencillas, al menos nos duró casi todo el recital, la agüita de la esperanza. Las hormonas de la serotonina estaban cubiertas por largo tiempo. Una sanidad al cuerpo y el alma.