Ajuste con y sin dolarización

Gabriela Calderón de Burgos explica desde Ecuador que en una economía como la argentina, donde el precio del dólar lo fijan artificialmente por debajo del real, se produce escasez y mercados negros.

Gabriela Calderón de Burgos

El populismo es una plaga que aflige a la región, Ecuador incluido. La dolarización resultó ser un gran obstáculo para el correísmo. Tanto Rafael Correa como muchos otros miembros de la clase política ecuatoriana se han quejado un cuarto de siglo de la dolarización, añorando tener una moneda para, supuestamente, poder realizar ajustes adecuados. Lo que añoran es poder cobrar el impuesto inflacionario.

En Argentina, Javier Milei, quien se presenta como anarcocapitalista ha llegado a gestionar una economía con moneda de curso forzoso, control de cambios y racionamiento de dólares. Llegó a la Casa Rosada recibiendo la pesada herencia del destrozo del populismo peronista, mayor al del correísmo. Los argentinos se han acostumbrado a vivir con niveles de inflación sumamente altos y controles de precios para todo, desde la carne hasta el dólar. Un análisis de la Fundación Mediterránea sostiene que durante el último medio siglo Argentina registra una tasa promedio de inflación anual de 192%.

El análisis destaca el importante ajuste fiscal emprendido por la administración de Milei, pero señala que "El ajuste fiscal en lo que va de 2024 se dio principalmente por licuación del gasto en salarios, jubilaciones y transferencias a provincias y empresas, además de la fuerte baja en la inversión pública, para eliminar en un año un déficit financiero de cerca de 6% del PBI". La licuación es posible gracias a una inflación que según las últimas cifras anunciadas esta semana estiman una inflación anual de 236,7%. La cifra de inflación mensual revelada esta semana de 4,2% completa un estancamiento de ya cuatro meses este indicador, frente a lo cual algunos los analistas se empiezan a cuestionar la viabilidad del plan económico de Milei.

Implementan la licuación mientras mantienen el control de cambios -un control de precios- y una serie de barreras al movimiento de capitales, conocidas como el "cepo". Toda esta complicación es necesaria para evitar que los licuados huyan a una moneda que está fuera del control de la clase política. Según una estimación reciente los argentinos atesoran $277.003 millones fuera del sistema financiero nacional, lo que equivale a más de un 40% del PIB.

Otro problema es que cuando a un argentino le va bien, tiene todos los incentivos para pasarse al dólar, que, a diferencia del peso, es una moneda considerada como un buen depósito de valor y es de aceptación universal. En una economía como la argentina, donde el precio del dólar lo fijan artificialmente por debajo del real, se produce escasez y mercados negros. Por esta razón el peso ha colapsado en repetidas ocasiones, en el último medio siglo sucedió en 1975, 1985, 1989, 2001 y 2018.

Por una parte, muchos incautos se quedaron con la impresión de que Correa, si bien era autoritario, "sabía de economía". La realidad es que la dolarización protegió a la economía ecuatoriana de una catástrofe. Cuidado otros caen en el error de pensar que si vuelve a colapsar el peso argentino será culpa de un "neoliberalismo salvaje", porque no sería nada más que todavía otro intento frustrado de fortalecer el peso: un instrumento que históricamente ha servido en Argentina para que la clase política se financie de manera casi indefinida del resto de los argentinos.

LA AUTORA. Gabriela Calderón de Burgos es Fellow en Estudios Latinoamericanos, editora de ElCato.org, y columnista de El Universo (Ecuador).Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador)