¡Aguas van..! para el secano norte
Algunos recuerdos históricos de lo que fue el "desierto" lavallino en tiempos lejanos, por Matías Edgardo Pascualotto, autor de "Las políticas hídricas y el proceso constitucional de Mendoza".
Desde hace algunas jornadas se han "inundado" los medios locales con llegada del agua al territorio de Lavalle, debido a la liberación de caudal por parte del ente respectivo, dando como resultas un hecho que está resultando asombroso en un paisaje cotidiano acostumbrado desde hace largas décadas a una crisis hídrica descomunal, que ha cambiado, quizás como ninguno un paisaje que solía ser, ancestralmente, muy distinto, y que ha quedado ya como una anécdota olvidada en los anaqueles de los archivos.
La prensa se ha hecho eco del asombro de la gente que se ha acercado a las playas inundadas nuevamente por el agua en algunos sectores cercanos a distintos centros urbanos del departamento, llegando a la zona de Asunción, y generando expectativas ante la potencial posibilidad de que la fortuna haga llegar las aguas al sector de las disecadas Lagunas.
El gran Draghi Lucero, historiador de las cosas nuestras, seguramente estaría sorprendido con el vaticinio del agua, que ha sido fundamental en su literatura sobre la aridez y la cultura ancestral devenida en dantesco infierno debido la pérdida del hábitat ecológico del sector norte mendocino, en esos lares del cuyum, "tierra de arenas".
Quizás, con esperanza pensaría ante las noticias, reviendo el título de su famoso cuento: "Los ríos, al final, no se secaron".
Ahora, bien, y más allá de la coyuntural llegada del agua al sector lavallino, que, esperemos, sea el comienzo de algo bueno, es interesante internarse un poco en las páginas de la historia para observar una antigua realidad, que, hoy, lejana en el tiempo, estos renovados hilos del agua nos hacen rememorar, como una lejana ficción.
Las leyendas contadas por los viejos hablan de los cazadores huarpes sumergidos en las aguas de las lagunas, hoy devenidas desolada aridez, quietos, disfrazados con pieles o ramas que los cubrían, a efectos de camuflarse y cazar aves, con ingenioso artilugio.
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Hablan también de la pesca, que dio lugar, con el transcurso de los años, a toda una ruta de aprovisionamiento de pescado fresco para la ciudad hidalga, que, en caravana se introducía por las calles de la actual zona del departamento de Las Heras, y cuyo ruta de entrada tomara su nombre de dicha práctica, constituyendo la que conocemos como la calle Pescadores, y por la cual se aprovisionaba a la ciudad de dicho producto, con eficacia no envidiable a los camiones de transporte de frío de la actualidad.
Ilustran estos datos, la crónica de E. Videla publicada en El Telégrafo Mercantil en 1801, rememorando con ello un paisaje, aún no devastado por el aprovechamiento del agua en el sector de la ciudad de los privilegiados, la de la población blanca del área metropolitana (devastación que constituye todo un lado "b" de la ciudad agrícola), que con los años impedirá dañinamente la llegada del agua al sector lagunero.
La misma expresa que:
"Las Lagunas de Huanacache producen pescado- Truchas y peje- reyes, con que abastecen en fresco a toda la provincia de Cuyo, y principalmente a las ciudades de Mendoza y San Juan. En su circunferencia hay situados algunos pueblos de indios con su párroco y vice parroquia, y hay muchos ganados y sal, que con la pesca hacen el fondo de su subsistencia".
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Paradigmática fue también la cultura de la utilización de la totora, con la cual se fabricaban las canoas con las cuales la población originaria surcaba las aguas de las lagunas a efectos de dichas faenas de caza y recolección.
Por otra parte, la utilización de junquillo con técnica ancestral, dio vida a todo un universo de cestería de fina terminación y práctico uso doméstico, que constituye parte del patrimonio cultural de la zona.
Así, este archipiélago de islas conformó un conjunto que es difícil hoy imaginar en su plenitud y su esencia, difuminada junto con la pérdida del agua. Venecia mendocina (creo útil nominarla así para entusiasmo de los cultores de lo foráneo, que quizás con el paralelismo dimensionen el valor de estas cosas nuestras), agonizante hace larguísimas décadas, que nos trae hoy su espectro del esplendor pasado, en andas de la eventual suelta del agua de las jornadas pasadas.
Bonus track (de las redes de Memo)