Diez principios para ayudar a las personas mayores

"De la justicia social al desarrollo de capacidades residuales", señala José Jorge Chade el camino posible y que plantea en este artículo.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

¿Qué ayuda puede brindar el trabajo social a las personas mayores frágiles y a sus familias? La respuesta a esta pregunta puede parecer trivial.

De hecho, si pensamos en lo que hacen en la práctica los trabajadores sociales, los hijos y familiares, los acompañantes terapéuticos, los educadores y los demás agentes sociales, inmediatamente nos vienen a la mente funciones vinculadas a garantizar directa o indirectamente una asistencia concreta a la persona (ayudarla a alimentarse, a mantenerse limpia, a gestionar las distintas tareas domésticas, siguiendo las indicaciones del personal sanitario sobre las distintas terapias a realizar) y, si la persona aún está suficientemente lúcida, "hacerle compañía". Esta respuesta no es errónea, pero es muy parcial y corre el riesgo de dar lugar a malentendidos.

También hay "valores profundos" a los que los personas en una relación ayuda deben recurrir para realizar un "buen" trabajo social con las personas mayores y sus familias.

Los 10 principios

1. Tomar medidas para promover la justicia social y el entendimiento intergeneracional

2. Oponerse a los estereotipos hacia las personas mayores

3. Comprometerse a respetar los derechos humanos de las personas mayores

4. Tener una visión plural de la vejez y el envejecimiento

5. Comprender las múltiples opresiones que se pueden sufrir

6. Dar valor a la experiencia subjetiva de las personas mayores

7. Fomentar una visión reflexiva del envejecimiento

8. Valorar diferentes perspectivas

9. Trabajar creativamente para promover las capacidades residuales de las personas mayores

10. Descubrir la identidad al plural de cada uno de nosotros, es decir recordar siempre el significado de la palabra convivir.


Entre los desafíos más importantes de nuestro tiempo está ciertamente el de la convivencia. Pero ¿qué significa "convivir"? Gabriele Segre, investigador de políticas públicas, director de la Fundación Vittorio Dan Segre, institución que trabaja desde hace años sobre los tiempos de convivencia, identidad y conflicto, lo explica en esta entrevista publicada en el número de octubre 2023 de Vita.

Vivimos en un mundo cada vez más complejo, donde cada fragmento, a su vez, aporta mayor complejidad. Un mundo en el que, a pesar de todo, continúa la necesidad de establecer relaciones con el prójimo, también para evitar que estas relaciones desemboquen en violencia destructiva y autodestructiva. En un mundo así, ¿dónde ubicamos la palabra "convivencia"?

Debemos alejarnos de un sentido excesivamente estereotipado de la palabra "convivencia". La convivencia no es, primariamente, un valor universal. En realidad, antes de ser un valor, la convivencia es una necesidad. Por lo tanto, debemos cambiar nuestro enfoque mental: ya no estamos en condiciones de elegir entre la convivencia y su contrario. 

El mundo, históricamente, había propuesto una posibilidad de vivir sin convivencia: las comunidades estaban separadas unas de otras y eran autosuficientes. 

Hoy, por el contrario, están interrelacionadas e interconectadas: de ahí la necesidad de convivencia. Si situamos la convivencia en este escenario, surgen una serie de preguntas: no sólo "cómo" vivir juntos, sino "con quién" practicar la convivencia. Saber acompañar a una persona mayor es uno de los desafíos para practicarla.


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