Soy el celular

Eduardo Da Viá desarrolla aquí una brillante nota sobre la evolución de la comunicación con celulares y las consecuencias en la humanidad. ¿Estamos más y mejor comunicados?

Eduardo Da Viá

Sí, soy el móvil o celular como casi todos me llaman, sin anteponer la palabra teléfono, creo que porque cada día soy menos teléfono como lo fuera cuando nací, y más una computadora portátil con infinitas funciones.

Este año cumplí el día 3 de abril, nada menos que 50 años, oportunidad en que mi padre, el ingeniero Martin Cooper socio del directorio de Motorola, no dudó en mostrar la eficiencia del nuevo equipo tecnológico llamando a su rival en el rubro, Joel Engel de Bell Labs de AT&T para decirle que me había creado, con ayuda de mi madre Arlene Joy Harris? una empresaria estadounidense, inventora, inversora y defensora de la política en la industria de las telecomunicaciones.

En realidad venían trabajando en el proyecto desde 1968, y en el momento del nacimiento era demasiado grande y pesaba casi 800 g. lo que lo hacía incómodo de llevar consigo

Me bautizaron como Motorola Dyna Tac 8000x, pero no fui expuesto al mercado hasta 1983.

MI denominación de Celular se debe a las antenas repetidoras que conforman la red, cada una de las cuales es una célula, si bien ahora existen redes telefónicas móviles satelitales.

Por primera vez el hombre logró uno de sus sueños dorados cual era despegarse de la pared de donde emergía el cable que alimentaba los llamados teléfonos fijos, pero con el inconveniente inicial de tener una alcance de sólo unos pocos cientos de metros y la batería duraba no más de una hora. Recargarla insumía alrededor de 10 horas.

Es muchísimo lo que se ha hablado y escrito sobre mí, y con mucha razón porque estaba destinado a cambiar radicalmente el modus vivendi de gran parte de la humanidad.

Pero hasta donde llega mi conocimiento, un celular nunca se expresó como el ente que es, vale decir en primera persona y narrando las vicisitudes de su vida desde dentro mismo de su intimidad.

Estimo que cumplir medio siglo de existencia es razón suficiente para escribir esta autobiografía, y para cuyo entendimiento les ruego me imaginen como un nano ser recluido en las entrañas del artefacto y responsable de la ejecución o control de todas y cada una de las múltiples funciones que hoy ostento, y que hube de ir aprendiendo a medida que mi complejidad aumentaba a pasos agigantados; pero no soy un modelo reducido de liliputiense, un antropoide en miniatura. Nada de eso, soy un cuanto de energía amorfa o informe, como prefieran, con la capacidad de interactuar con las energías que alberga mi celular bajo la forma de impulsos eléctricos.

El consumo de un móvil es infinitesimal, del orden de 5 a 10 Watts, en tanto una licuadora consume 600 W por hora

Los primeros diez años de mi existencia fueron en realidad muy cómodos, en primer lugar por cuanto todavía los celulares no éramos de uso masivo y servíamos solamente como teléfonos tal cual los fijos pero con la característica única de ser portátiles.

Soy el celular

Rápidamente aprendí a establecer la conexión entre el que llamaba y el que contestaba, mi dueño o mi madre, y también en sentido inverso, desde mí hasta otro móvil; era cuestión de cambiar de boca a una pico clavija y se establecía la comunicación, pero yo debía cambiarla cada vez que el sentido direccional lo hacía. Les recuerdo que Pico es una unidad de medida 1000 veces menor que Nano, mi tamaño. Cuando la conversación se extendía en el tiempo resulta una tarea agotadora, pero por fortuna la mayoría no lo era por resultar mucho más caras que las efectuadas con teléfonos fijos.

Fueron diez años felices, hasta que Richard Jarvis, por entonces director de Vodafone, logró enviarse un mensaje de texto desde su PC hasta su celular; era el 3 de diciembre de 1992 y había nacido una nueva forma práctica y barata de comunicación entre móviles: el Mensaje de Texto.

Lo nadie nunca supo hasta el día de hoy fue que los mensajes los recibíamos y escribíamos los ignorados entes que le dábamos vida a cada teléfono.

Yo soy descendiente directo de aquel primer Dyna Tac y mi dueño es un médico clínico que tiene la costumbre de apagarme por las noches cuando se retira a dormir, para evitar llamadas desconsideradas que le impiden dormir.

Sin embargo, aun apagado, yo sigo recibiendo y escribiendo los mensajes y debo ordenarlos por fecha y hora con minutos y segundos, para que al día siguiente, ni bien despertar el galeno me encienda y "voila" ahí están todos los mensajes, y yo casi sin dormir y con mis dedos acalambrados de tanto escribir, sobre todo en noches de invierno cuando la demanda de atención aumentaba exponencialmente.

La utilidad del adminículo para el usuario aumentaba a pasos agigantados, reduciendo peso y tamaño, extendiendo el radio de acción y la duración de la batería, cuya recarga a su vez era cada vez más rápida e incluso podía hacerse conectando un terminal al encendedor del auto.

Pero nuestra labor también aumentaba en la medida en que más y más personas se decidían a adquirir su celular.

Intertanto ya era claro para nosotros, los operadores íntimos, que las cosas se irían agravando por cuanto la tecnología, y en especial la nano tecnología avanzaba ya no a pasos enormes sino a toda carrera, dado que había surgido una feroz competencia entre distintas empresas, norteamericanas, europeas y por sobre todo chinas.

Así pues a sólo siete años del advenimiento de los mensajes de texto, en 1999 se lanzaba el primer teléfono móvil con cámara del mundo. Se trataba del Kyocera VP-210, un terminal que, al igual que muchos otros modelos, se vendió únicamente en Japón. Pero a poco andar todas las marcas adicionaron a su producto la cámara fotográfica; este aditamento aparentemente muy útil, divertido y de buena calidad final la imagen obtenida, trajo aparejado dos fenómenos que la gente no supo valorar adecuadamente.

En primer término, para nosotros los cuantos internos de cada teléfono, significó un incremento brutal de nuestra labor: cada fotografía, para alcanzar la adecuada nitidez, es decir el foco preciso, se valía de nuestra habilidad para lograrlo desplazando la lente milésimas de milímetros y a una velocidad casi inapreciable por el ojo humano; pero ahí no terminaba la tarea sino que había que digitalizar y archivar todas y cada una de las imágenes de tal forma que estuviesen a disposición de quién lo quisiera para volver a verlas o para corregirlas, sí, bien digo, corregirlas, dado que casi junto con la incorporación de la tecnología surgió la posibilidad de recortar, cambiar tamaño y modificar los colores.

Este ya exagerado incremento en nuestras tareas, obligó a los fabricantes a dotarnos de mayor poder energético; cuando nacimos lo hicimos con una tecnología de 1G, que sin entrar en detalles innecesarios, significaba que éramos analógicos, como los teléfonos fijos pero con menor calidad de sonido y mayor incidencia de interrupciones.

El punto más significativo fue sin lugar a dudas el paso hacia la digitalización de las comunicaciones, con lo que la telefonía móvil logró alcanzar una excelente calidad de voz, realmente superior a las comunicaciones analógicas.

Este salto alivió nuestra invisible tarea y además nos prestigió ante la opinión pública.

A partir de este punto y con la llegada de la "2.5 G y luego la 3 y la 4, se pudo incorporar internet y la posibilidad de hacer desaparecer las distancias en cuanto a las comunicaciones se refiere.

En el año, 2003, llegaron las primeras cámaras delanteras para auto fotos (selfies), éstas hicieron su debut con el Sony Ericsson Z1010 y el Siemens U15.

Hoy existen modelos con 5 cámaras.

Dije más arriba que la incorporación de la cámara fotográfica trajo dos consecuencias, una acabo de describirla y la otra es la repercusión negativa en la industria fotográfica tradicional, que si bien ya estaba en la etapa digital, las cámaras seguían siendo grandes y pesadas por lo que muchos optaron por dejarlas en casa y utilizar la o las del teléfono.

Lo que la mayoría de las personas ignora es que en realidad los ojos son una especie de prolongación del cerebro, veamos: El ojo se forma por la fusión de varias estructuras que proceden de tejidos embrionarios distintos. La retina es un derivado del prosencéfalo (cerebro anterior) y por tanto forma parte del sistema nervioso central, mientras que la córnea y el cristalino proceden del ectodermo superficial.

Siendo la retina el único órgano sensible del ojo y cuya función es captar las imágenes y transformarlas en impulsos electromagnéticos que viajan hacia la corteza visual ubicada en los lóbulos occipitales, donde son procesadas de maneras de captarlas como imágenes.

Como puede apreciarse, la retina al continuarse como nervio óptico, atraviesa prácticamente todo el cerebro de adelante hacia atrás, vinculándose por contigüidad con muchas otras estructuras cerebrales en su derrotero.

Nosotros, los cuantos, aprendimos a encender cualquiera de las cámaras sea de a una o todas simultáneamente, y cuando el tenedor del teléfono lo acerca a sus ojos, podemos ver el interior del cerebro, si bien seguimos por las vía ópticas, advertimos que éstas con los siglos de evolución habían establecido relaciones vecinales y podían enterarse de secretos considerados bien guardados por los humanos.

Ésto lo supe sin proponérmelo en una oportunidad en que mi dueño, el doctor, examinando a una niña con deformidad de nacimiento de la cara, a la vez que la miraba a través de la cámara le decía que el defecto no era tan importante y que lejos de afearla, le daba características muy particulares a su rostro lo que en definitiva le confería una belleza singular.

Mientras esto sucedía se me dio por encender la otra cámara y a través de ella introducirme en el cerebro del galeno y comprobar que en realidad pensaba que era un verdadero monstruo y que mejor hubiese sido que no naciera.

Consciente de la importancia de mi descubrimiento, alerté de inmediato a todos los cuantos de los celulares con lo que sabía juntarme por razones de trabajo o diversión de los respectivos dueños y que muchas veces pasábamos horas encimados en canastos ad hoc cuando la reunión no permitía el ingreso con celulares.

Soy el celular

Así fue como los cuantos de los numerosos celulares de un hoy más que famoso Juez Federal, sobre el que se tejían, según sus declaraciones, verdaderas habladurías injustificadas acerca de su honestidad, comenzaron la ardua tarea de guardar duplicados de fotos y videos en un recóndito lugar de la memoria del susodicho y que por cierto él no sólo ignoraba, sino que ni siquiera llegó a imaginarlo, hasta que en el transcurso de la causa, grandes expertos policiales descubrieron los archivos secretos, que, a similitud de los del Vaticano, pusieron en claro relieve la verdadera personalidad del delincuente, supuestamente ejemplo de honestidad y probidad.

La pantalla táctil apareció en 1994, el Simon de IBM fue el primer dispositivo con aplicaciones y pantalla táctil, por lo que se considera el primer smartphone del mundo con ese aditamento, el que si bien reconocemos como más cómodo que las teclas, para notros los cuantos significó al principio un verdadero tormento porque nos producían cosquillas que interferían con nuestra ya recargada labor, con el paso del tiempo nos acostumbramos al estímulo y dejó de molestarnos.

Antes de finalizar unas palabras acerca de la incorporación a nuestra estructura de la capacidad de captar internet. Hace más de dos décadas salió el primer celular con internet, este era el 'Nokia 9000'. Fue presentado el 31 de agosto de 1996, en la Feria Tecnológica CeBIT de Hannover.

Con este adelanto maravilloso el mundo se desnudó ante nosotros dándonos poder para conocer cualquier rubro del saber; pero por desgracia, como siempre ha ocurrido con los grandes adelantos, al principio benéficos y a poco andar altamente peligrosos.

Hoy, con un aparentemente inocuo móvil, es posible inmiscuirse en la intimidad de los hogares, oficinas, cajas de seguridad, y no sólo, sino también guiar misiles o drones con inusitada capacidad destructiva.

Soy el celular

La posibilidad demencial de la pornografía ubicua y de los violentos juegos estimulantes del tan dañino acoso o bullying, es decir la agresión para ejercer poder sobre otra persona. Concretamente, los investigadores lo han definido como una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales que se repiten, angustiando a la víctima y estableciendo un desequilibrio de poder entre ella y su acosador.

El suicidio juvenil y hasta infantil es la consecuencia más nefasta de estas acciones.

Los móviles somos los vectores inocentes de tamañas atrocidades y estoy seguro que ninguno de nosotros, los cuantos, simples obreros condenados a prisión perpetua, estamos de acuerdo con el mal uso de esta maravilla, orgullo merecido de nuestro padre genérico, Don Martin Cooper y su esposa.

Hoy el mundo es celular dependiente, ha perdido la capacidad de razonar, de leer, de escribir y por sobre todo de SENTIR.

Estoy seguro que con el correr de los siglos, el humano habrá de perder también la capacidad de elevar la cabeza por atrofia de los músculos extensores del cuello, inactivos durante mucho tiempo y quedará condenado a mirar siempre para abajo o utilizar espejos para mirar los árboles y el cielo.

ADENDA:

Me resulta imposible como cómplice inocente de la existencia y uso masivo de los celulares, no referirme al Coltán, el mineral del que se extrae tantalio y es indispensable para la fabricación de móviles, tabletas computadores y para la tecnología espacial. Es raro en la naturaleza y la mayor reserva se encuentra en el Congo, donde nativos esclavizados lo extraen bajo riesgo de muerte, ¿y si le digo que su smartphone de última generación, que su tablet o que su ordenador portátil están manchados de sangre? ¿Sabía que cada kilo de Coltán les cuesta la vida a dos personas en Congo? Ese mineral tan codiciado por los occidentales financia un baño de sangre en el corazón de África. Más de 120 grupos armados lucran de la extracción ilegal de coltán para comprar armas con las que cometen masacres masivas sobre poblaciones civiles, violan indiscriminadamente a mujeres y niñas y secuestran a niños para convertirlos en máquinas de matar.

De imaginarse estas monstruosidades Martin Cooper no hubiese comercializado nunca su famoso invento; al menos eso esperamos los cuantos, partícipes involuntarios.

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