Sobran autos o faltan calles: un asunto que ya no es debate, sino que reclama acciones

Está faltando establecer que se vive en un período de transición y tomar medidas al respecto, en una obligación que no es unidireccional, aunque estemos acostumbrados (quejosos pero reclamantes) a que todo lo haga el Gobierno.

Mendoza necesita actuar, con un buen diagnóstico y una planificación con pasos sucesivos con plazos a cumplir, en adelante, en torno a una disyuntiva: ¿sobran autos o faltan calles?

En los últimos tiempos se ha promovido el uso de bicicletas en el área urbana. Parece interesante y lógico, pero resulta forzado. El cambio se dará como evolución y su puesta en marcha, claramente necesita más que una red de ciclovías, de las pocas obras que últimamente se vienen haciendo debido a una existencia de recursos internacionales específicos para subirse a la "moda".

Hay que enseñar a andar en bicicleta por el radio urbano y a convivir con los ciclistas: se nota allí una grieta entre los que no logran bajarse de sus vehículos motorizados y los que se han lanzado a la épica en dos ruedas.

Mendoza se muestra saturada por el tránsito vehicular y el tema no es nuevo.

En algún momento, el tema fue lanzado a la tribuna por el exintendente Víctor Fayad, sabiamente, porque la solución no llega solamente desde arriba ni únicamente ampliando la red de carreteras y estacionamientos. Se planteó un sistema similar al de Santiago de Chile: ingresos de acuerdo a números de patentes.

La reacción a los cambios nunca es buena en Mendoza. Mientras unos pocos se vanaglorian de constituir élites vanguardistas, las mayorías rechazan o no entienden que el progreso no es arruinarlo todo más rápido, sino consensuar soluciones, cediendo en algo para lograr algo más.

Pasó con la discusión en torno al MendoTran y ahora los niveles de aceptación son importantes. Y hay que recordar que también hubo oposición al Metrotranvía cuando se lo planteó, y ahora es un servicio bueno y valorado por los usuarios.

Pero la salida de la gente hacia barrios de la periferia del Gran Mendoza en la búsqueda de más espacio y tranquilidad, lejos de mejorar la calidad de vida suma estrés en las horas pico de la mañana, el mediodía, la tarde y la noche, en una provincia en donde también hay una negación a consolidar el horario corrido y, entonces, las rutas se saturan no dos veces, sino cuatro por día.

Los choques en el Acceso Sur son moneda corriente y gente que se fue a vivir a barrios de las afueras tardan horas en ingresar a sus viviendas aun estando a escasos metros de distancia, debido a que no se adaptaron los cruces y accesos a los nuevos flujos.

La promoción del ciclismo, por otra parte, generó pelotones completos de ciclistas transitando sin precaución y confiando en que algún "ángel de la guarda" los va a cuidar, cuando no hay una cultura establecida, todavía, de respeto mutuo: de los automovilistas a los ciclistas y viceversa. La brutalidad todavía gana.

De allí que está faltando establecer que se vive en un período de transición y tomar medidas al respecto, en una obligación que no es unidireccional, aunque estemos acostumbrados (quejosos pero reclamantes) a que todo lo haga el Gobierno.

Por lo pronto, a gritos, cada día, aparecen más razones para abocarse al tema, aunque el miedo a encontrarse con la reacción contraria de la ciudadanía acobarde a los decisores, públicos y privados.

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