Historias rabiosas

Perros con rabia y humanos contagiados: una situación común del lejano pasado, que solucionó Luis Pasteur científicamente, pero que antes de él se hacía con "rifle sanitario". Lo cuenta la historiadora Luciana Sabina en esta nota.

Luciana Sabina

La rabia es una de las enfermedades con las que el ser humano ha tenido que lidiar de manera temprana. Ya en la Antigua Mesopotamia, específicamente en la ciudad de Eshnunna, se estableció que: "si un perro enfermo [de rabia] muerde a un hombre y le causa la muerte, el dueño deberá pagar dos tercios de una mina de plata (40 shekels); si muerde a un esclavo y muere por esta causa, deberá pagar 15 shekels [monedas]".


Corazón partido

Si bien ya era conocida fue descrita por primera vez en el siglo XVI por el médico italiano Girolamo Frascatoro, quien señaló:

"...su incubación [tras la mordedura del animal rabioso] es insidiosa: la infección tarda en aparecer de 20 a 30 días, si bien, en algunos casos, se posterga hasta varios meses y, muy raramente, hasta un año. Cuando la enfermedad se manifiesta, el paciente no puede permanecer de pie ni tumbado, cada vez está más agitado, se araña y tiene una sed insoportable. La sed es angustiosa porque el enfermo rehúye el contacto con el agua (y cualquier otro líquido) y preferiría morir de sed antes que beber o acercarse a cualquier líquido. Llegado a este estadio, la persona se vuelve rabiosa, mordiendo a otras personas, comienza a expulsar espuma por la boca, tuerce los ojos de manera dramática hasta que finalmente cae en un estado comatoso y expira".

El 19 de noviembre de 1882, Pasteur aisló el virus por primera vez y dos años después logró la inmunización. Mantuvo vivo el virus infectando a diversos conejos. "Los resultados dados a conocer por Pasteur -señalan Andrés R. Arena y Alejandro C. Baudou-, el 4 de abril de 1886, sobre el tratamiento preventivo del hombre mordido por animal rabioso, se iniciaron con Joseph Meisler y continuaron hasta un total de 1335 personas tratadas, mediante inyecciones de emulsiones de trozos de médula, de conejo (...) La eficacia del nuevo método para prevenir la enfermedad en el hombre fue evidente, pues, la reducción de la mortalidad entre las personas mordidas por perros rabiosos, que oscilaba entre el 16 y 80 %, se redujo de 0,5 a 1 %.".

Pero para entonces la enfermedad hacía décadas que afectaba a los argentinos. El mal fue introducido en nuestro país en 1806 por perros británicos traídos para el pastoreo. Hacia la segunda mitad de dicho siglo, la rabia se convirtió gradualmente en una amenaza cotidiana para la vida. Jaurías recorrían las calles atacando a transeúntes y llevando a la muerte a más de uno.

La rabia en Mendoza

Mendoza no fue la excepción. Nuestra provincia utilizó durante décadas métodos de profilaxis, eliminando a los perros sospechosos mediante albóndigas envenenadas o con vidrios, y también mediante garrote. La Municipalidad de Mendoza solía alquilar lotes baldíos para eliminar de este modo a los perros callejeros. Por supuesto, la situación no era nada agradable y generó muchas críticas desde la prensa a medida que avanzaba el siglo.

La situación era altamente preocupante, incluso en plena Plaza Independencia se registraron ataques de este estilo.

El 10 de marzo de 1885, un diario local publicó: "El domingo por la tarde, un individuo de apellido Zambrano fue víctima de un perro rabioso. Este transitaba tranquilamente (...) al llegar frente al antiguo templo de San Agustín, se vio de improvisto acometido por un rabioso animal, que con la mayor furia le despedazó completamente el poncho, pero sin ocasionar mordedura alguna, gracias al amparo que le proporcionaron algunos escombros donde logró subirse y ponerse a salvo de tan terrible enemigo. El perro fue perseguido por varios individuos que concurrieron al lugar del suceso, logrando darle muerte en las cercanías del Zanjón".

Pero, como era de esperar, no todos lograron escapar a las fauces de la rabia con éxito. Meses después, el mismo diario informó: "Hidrofóbico - Con motivo de que no es posible sujetar en los accesos de rabia que acometen al desdichado individuo J. Méndez, que se encuentra atacado de esta terrible enfermedad en el hospital, se ha resuelto tenerlo atado para evitar alguna desgracia que pueda ocasionar. Sabemos que hace cinco días que no recibe alimento de ninguna clase, y lo único que solicita es que lo desaten. Es muy probable que, por lo avanzado de la enfermedad, muera de un momento a otro".

La muerte de Méndez se produjo al día siguiente, sin detalles adicionales, solo se informó del deceso y la causa. Aunque según señalaron sus parientes en realidad fue víctima de la mordedura de un mono de circo.

Esta nota habla de: