Los mendocinos que hicieron una "vaquita" en 2013 y trajeron a Maradona
La muerte de Maradona, el argentino más universal de la historia, trae al presente una historia poco conocida del Diez, vinculada a Mendoza.
La última vez que Diego Maradona jugó al fútbol en Mendoza fue el 30 de agosto de 2013, en una visita que pasó casi desapercibida, lejos de la gran ciudad. De aquel partido que disputó en el Polideportivo de General Alvear apenas circularon algunas imágenes, y nada se supo sobre cómo se generó su llegada.
No fue el municipio, ni el Gobierno, ni nada que se le parezca lo que permitió la llegada de Maradona a mediados de 2013, junto a Sergio Goycochea y otros exjugadores que jugaron en primera, algunos de Mendoza, como el sanrafaelino Jorge Cervera.
"¿Y si traemos al Diego?", se preguntaron tres amigos alvearenses unidos por una larga amistad y el amor por Maradona. "Tocaron" algunos contactos, hablaron con quienes tenían que hablar, juntaron plata (mucha), consiguieron un puñado de sponsors y listo: Maradona llegaría días después a Alvear.
Maradona llegó un día antes del partido al sur mendocino, pasó la noche en el hotel Tower de San Rafael y el mismo día del encuentro entre un combinado de la Selección, que incluía a Goycochea, Cervera y Gustavo Reggi, y un combinado de General Alvear, llegó al Polideportivo Deportistas Alvearense.
Ya en el hotel sanrafaelino, los hacedores de la llegada de Maradona conocieron a su ídolo; eran tres: Damián Muriscot, Guillermo Merlo y Hernán Pérez. Ellos, a la larga, terminarían haciéndose cargo de casi todo, ya que el único esponsor importante que habían conseguido, terminó cumpliendo apenas una parte del compromiso que había asumido.
No hay un resultado oficial de un partido que sirvió para que cada uno de los presentes se llevara su propio recuerdo, para después reconstruir una gran historia, una hazaña, como la del "Pingüino" Troyas, que le atajó un penal a Maradona. "Fueron dos", afirman algunos que estuvieron en el lugar o les contaron.
"¡Vamos a volver!", comenzó a cantar Maradona, ya en el vestuario de un polideportivo que había estado repleto, en un escenario que, lejos de cualquier búsqueda de rédito económico (nadie ganó plata en Alvear) cautivó al más grande de la historia.