Chile, el país que comienza a acostumbrarse a vivir con miedo

El 18 de octubre de 2019 se inició una manifestación por el aumento del boleto del subte de Santiago, punto de inicio del denominado estallido social en Chile. Cinco años después, el vecino país vive con miedo en medio de una crisis de inseguridad.

Chile es un país más inseguro desde que se vivió el estallido social, con pandemia de por medio. Los mendocinos que cruzan habitualmente al vecino país notan cómo cambiaron las cosas al otro lado de la cordillera y, lamentablemente, algunos han vivido en carne propia la decandencia.

Este viernes se cumplen cinco años desde el inicio del estallido que marcó un antes y un después en diversos temas, pero que tiene como herencia más preocupante la inseguridad. Los dos intentos de cambio a la Constitución y la asunción de dirigentes políticos que en sus "vidas anteriores" cuestionaron el accionar de las fuerzas de seguridad, lo que significó que cuando asumieron como autoridades fue interpretado como una falta de respaldo a -por ejemplo- Carabineros.

En el fondo gran parte de la población, y un elevado número de inmigrantes que en su mayoría llegaron ilegales a Chile, interpretó que los límites que antes supo tener el vecino país en materia de control, ya no eran tales. Desde ese momento, la inseguridad creció y las autoridades no han sabido responder y resolver. Ahora buscan respuestas en las instituciones que antes menospreciaron, sin resultados.

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Chile ya no es el mismo, pero lo peor es que se está acostumbrando a convivir con la inseguridad, porque ven que el Estado no tiene respuestas y están obligados a asumir ellos sus propias medidas.

La encuesta Índice de Paz Ciudadana 2024 arrojó resultados que confirman que los chilenos se acostumbraron a la inseguridad y cambiaron sus hábitos. Basta con ver que tras el estallido y la posterior oleada de inseguridad, con asesinatos propios del crimen organizado incluidos, el comercio y los servicios limitaron sus horarios. Los shopping, que sabían atender hasta las 22, ya no pasan de las 20 y cierran sus puertas, sólo por mencionar un hecho puntual.

Volviendo a la encuesta, esta confirmó que el 97% de los chilenos hizo cambios en sus rutinas producto de la inseguridad, lo que indica que casi la totalidad de la población acomodó su vida ante los hechos de inseguridad.

En ese sentido, el 76,3% dejó de visitar algunos lugares, el 75,3% dejó de salir de ciertos horarios, el 73,6% dejó de mostrar artículos de valor en sus vestimentas, el 69% está organizado con sus vecinos para ayudarse, el 67% reforzó las medidas de seguridad de sus viviendas, el 66% cambio sus trayectos para usar rutas concurridas y el 63,9% tomó el hábito de enviar su ubicación a la familia para que los monitoreen.

Pero los resultados no se quedan ahí, porque hablando de delitos muy graves, el 15,7% teme ser víctima de un asesinato y el 11,1% de un secuestro, cifras que eran impensadas hace sólo algunos años. Van de la mano con el aumento de estos hechos que están relacionados con bandas organizadas y la presencia de cicarios, en su mayoría extranjeros.

Chile, el país que comienza a acostumbrarse a vivir con miedo

Si se divide la percepción de inseguridad de acuerdo a los barrios en los que viven, las personas que habitan en comunas más acomodadas sienten menos temor (19,7%), algo que no ocurre en barrios medios (30,3%), que está incluso por encima de los populares (27,6%). Estas diferencias son palpables en las calles incluso en modo turista, porque en comunas de la zona más alta de la capital trasandina la situación se mantiene con una normalidad respecto a lo que era antes del estallido. Sin embargo, desde la denominada Plaza Dignidad hacia abajo, es posible notar la diferencia, con muchos lugares que aún mantienen los daños de hace cinco años y otras que nunca se recuperaron.

Chile ya no es lo mismo, se nota y se siente. Por eso, más allá de que los mendocinos sigue viajando porque claramente la cuestión económica es ventajosa, siente en el aire que muchas cosas cambiaron con cuestiones tan básicas como la presencia de los carabineros en las calles, una cuestión que se intenta recuperar, pero que va a costar para volver a instalarla con el respeto que existía hacia la policía antes del estallido social.

Las instituciones resultaron muy heridas y aún no se recuperan, pero en el intertanto los habitantes del vecino país se acostumbran a vivir en un país al que no estaban acostumbrados.

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