Nuestro Rey Arturo, nuestro Cid Campeador: ¡el cacique Guaymallén!

El historiador Pablo Lacoste pone en valor al cacique Guaymallén en el marco de la búsqueda de ponderaciones históricas para la identidad y la economía. Sí, existió, en refutación a negacionistas.

Pablo Lacoste

En el marco de la Economía Naranja, centrada en el patrimonio ancestral, mitos y leyendas como atractivo turístico, resulta oportuno poner en foco la figura del cacique Guaymallén, referente de Mendoza en sus tiempos fundacionales.

La valoración de los héroes y mitos fundacionales es un patrón de la cultura universal.

Los pueblos cuidan, con amor y dedicación, las figuras que sentaron las bases de sus culturas y procesos históricos.

En la antigüedad clásica de Grecia y Roma, este papel cupo a Aquiles, Héctor, Eneas, Rómulo y Remo, entre otros. Sus nombres fueron cantados por los poetas y representados por los artistas. Inspiraron la literatura, la escultura y la pintura clásicas.

En el mundo medieval, con las nuevas naciones, surgieron nuevos mitos y leyendas: el Cid Campeador en España, el rey Arturo en Inglaterra, la canción de Rolando en Francia y los Nibelungos en Alemania, son buenos ejemplos, junto a Beowulf en Dinamarca.

En América, este proceso ha sido irregular. En Perú, los nombres de Atahualpa, Huáscar y Tupac Amaru se han convertido en símbolos y banderas. En Chile se han levantado figuras míticas como Lautaro y Caupolicán. Lo mismo ha ocurrido en otros países, no así en Argentina, donde la migración masiva y la ideología del darwinismo social construyeron una imagen minimizada del legado de los pueblos de la tierra.

El actual estado de crisis socioeconómica en Mendoza es una buena oportunidad para repensar el tema, y poner en valor a nuestras figuras centrales, particularmente, al Cacique Guaymallén y sus seguidores.

Los recientes libros de Ernesto Palacios y Alejandro García, titulados y "La ciudad perdida" (2018) "Los huarpes en 100 preguntas" (2020), juntamente con la transcripción del Acta de 1574, realizada por Luis César Caballero, han aportado evidencia científica y documental para tener mayor precisión en torno al cacique Guaymallén, su vida y obra. Sobre la base de estos y otros documentos aportados por los arqueólogos, hay tenemos un perfil claro de la figura de Guaymallén, su familia y sus amigos.

El cacique Guaymallén vivió en Mendoza a mediados del siglo XVI. Fue una de las figuras notables de la época, junto a su padre, Pelectay, y su madre, la Quiña Estepe.

Antes de Guaymallén, el señor principal de la comunidad huarpe era el cacique Goazap.

La importancia de Goazap se reflejó en la toponimia: el principal curso de agua, que alimentaba toda la red hídrica del actual gran Mendoza, era el canal del Cacique Goazap. Este comenzaba en el entonces llamado "Río de Cuyo" (actual río Mendoza), en la entonces llamada "Toma del Inca". El canal del cacique Goazap corría de sur a norte, desde Luján hasta la actual Carrodilla. Allí comenzaban sucesivas bifurcaciones con forma de Y griega, siguiendo la pendiente del terreno, con un canal hacia el noroeste y otro hacia el nordeste. Este continuaba por el actual carril Rodríguez Peña, y luego volvía a bifurcarse en dos ramas, una hacia el norte (actual calles Dorrego y Alberdi) y otra hacia el este (Rodríguez Peña). Más adelante, se volvía a bifurcar en dos, una hacia el norte (actuales calles Las Cañas-Allayme) y otra hacia el este (Elpidio González). Más adelante había nuevas bifurcaciones y los canales de riego sentaron las bases de las actuales calles, Estrada, Azcuénaga, Avellaneda y Arenales. Es decir, las principales arterias del departamento de Guaymallén surgieron de los canales de riego construidos por los pueblos originarios.

El nombre del cacique Goazap quedó registrado en el Acta de caciques de 1574. Pero su influencia declinó rápidamente. Por alguna misteriosa razón, no fue reivindicado por las generaciones posteriores.

En cambio, la figura de Guaymallén fue creciendo con el tiempo. Al parecer, todo comenzó cuando su padre, el cacique Pelectay, le compró el canal a Goazap, el cual pagó con llamas. El cacique Guaymallén, se instaló junto al curso de agua del eje Las Cañas y Allayme, el cual tomó el nombre del cacique (ver mapa de 1764). Allí estaban las tierras de Guaymallén. Por lo tanto, el legendario cacique vivió en los actuales distritos de Las Cañas y Villa Nueva.

El paisaje cultural de la Mendoza de Guaymallén se destacaba por las cañas. Largos cañaverales discurrían junto a los cursos de agua, para ofrecer sombra y materiales de construcción para viviendas y utensilios domésticos. La aridez del territorio impedía el desarrollo de árboles grandes de crecimiento rápido y buena madera. Por eso, los incas en general, y los huarpes en particular, valoraban mucho las cañas. Los españoles recibieron esta herencia ancestral y la cuidaron. Entre los siglos XVI y XX, las cañas se han utilizado regularmente para construir las casas. Servían para los techos, luego recubiertos con barro e impermeabilizados con grasa animal: se obtenía hacia una cobertura de bajo costo y adecuada para climas áridos, con lluvias escasas y solo en verano. Las cañas se usaban también para construir los muros de las casas con tierra cruda, con la técnica de la quincha. Esta tradición se ha mantenido viva hasta la actualidad, y se refleja en los techos de los quinchos, lugares de encuentro social donde los mendocinos renuevan sus lazos familiares y de amistad.

La presencia del cacique Guaymallén en esa localidad se reflejó en la toponimia. Por un lado, el canal de riego de Las Cañas-Allayme se llamó "Acequia de Guaymallén". Las fuentes de la época la situaban una legua al este de la ciudad de Mendoza. Y se mencionaba como referente para deslindar propiedades. Por ejemplo, en las Actas del Cabildo de Mendoza (1567) se señalaba: "La cual merced de tierras que han hecho y señalado, se entiende han de cabecear en la acequia que llaman de Guaymallén; y otra acequia vieja que está amojonada, que cupo en tierras vacías, hasta otra acequia que está junto a los Paredones del Inca, que llaman Pucará." (Citado en Bárcena, 1996). Este canal de riego, "Acequia de Guaymallén", fue representado también en el Mapa de Mensura de 1764, utilizado para delimitar propiedades inmuebles de la época.

Mapa de Mensura de 1764. El límite de la izquierda (rojo) era la "Acequia de Guaymallén". Fuente: Palacios (2018).

Mapa de Mensura de 1764. El límite de la izquierda (rojo) era la "Acequia de Guaymallén". Fuente: Palacios (2018).



Por otro, el camino que unía esas tierras con la ciudad de Mendoza (luego calle Larga y actual calle Pedro Molina), se llamaba calle de Guaymallén. Poco a poco, los usos y costumbres locales reconocían el papel destacado del cacique y su papel como figura emblemática del pueblo huarpe.

La conquista española asestó un duro golpe a los huarpes. Los 28.000 que vivían a mediados del siglo XVI fueron reducidos a 800 en pocos años. El imperio europeo realizó una matanza notable y en tres siglos de colonia, los huarpes fueron reducidos a su mínima expresión; los hispanocriollos se quedaron con sus tierras, sus canales de riego, sus cañas, su cultura del agua, y su cultura del agro.

A pesar de la supremacía militar y política de los conquistadores, hubo un movimiento subterráneo de valoración del legado del cacique Guaymallén. Su memoria se mantuvo viva durante todo ese tiempo. El canal de riego conservó el nombre de "Acequia de Guaymallén", tal como reflejó el mapa de 1764.

Después de la independencia, la elite hispanocriolla mantuvo la actitud anti-indígena. En 1833 Juan Manual de Rosas organizó la Campaña al Desierto, en la cual mató decenas de miles de indígenas para ocupar las pampas. Su pionera labor fue completada en 1879 por Julio A. Roca, principal figura política argentina hasta 1904. Ambos, Rosas y Roca, participaban de la ideología de la supremacía blanca, y legitimaban las matanzas de indios.

En el marco de la hegemonía racista y el darwinismo social, hubo en Mendoza un movimiento rebelde, capaz de sublevarse contra la ideología nacional dominante, y de reivindicar el legado de los pueblos originarios. Este proceso tuvo como símbolo y bandera al cacique Guaymallén. El primer paso se registró en 1858, cuando la clase dirigente menduca eligió el nombre del legendario cacique para denominar al departamento situado inmediatamente al Este de Mendoza. Con esta decisión, se reconocía el papel destacado que cupo al cacique Guaymallén, al vivir dentro de los términos del citado departamento.

Tras organizar administrativamente este departamento, se hizo necesario crear sus símbolos identidarios. Para este fin, en la década de 1890, se reunieron los concejales, entre ellos Justo Sanjurjo López de Gomara y Pascual Toso, para diseñar el Escudo de Armas Municipal. Eran tiempos difíciles para tratar temas identitarios, porque todavía se mantenía intacta la hegemonía cultural de los supremacistas blancos liderados por Roca desde Buenos Aires.

Los ediles departamentales se rebelaron contra esa ideología, y diseñaron un escudo municipal dedicado a reivindicar el legado de los pueblos ancestrales. Incluyeron en él dos flechas (una huarpe y otra inca), junto a un racimo de uva y cinco plumas, que representaban, posiblemente, al cacique Guaymallén, su papá, el cacique Pelectay, y mamá, la quiña Estepa, y dos figuras más, tal vez el cacique Añaco y Goazap.

Escudo de Armas de Guaymallén (1895).

Escudo de Armas de Guaymallén (1895).


Con este transgresor y visionario diseño, el Escudo de Guaymallén fue aprobado en 1895.

Al decantarse por estos símbolos, los ediles departamentales no hacían nada más que renovar el mito y la leyenda del cacique Guaymallén.

Años más tarde, en 1951, el gobierno municipal del departamento volvió a la carga para visibilizar al cacique a través de la toponimia. Esta vez, el lugar elegido fue el canal zanjón que separa Guaymallén de la Capital. La propuesta fue aceptada por la Dirección General de Irrigación y, desde entonces, se llama, orgulloso, "Cacique Guaymallén".

El siguiente paso se produjo en 2019 cuando el intendente municipal de Guaymallén, Marcelino Iglesias, propuso crear una Denominación de Origen para los espumantes, evocando justamente la figura del legendario cacique Guaymallén.

¿Qué podemos hacer ahora? En primer lugar, fortalecer la toponimia dedicada a reivindicar la memoria del cacique Guaymallén. Visibilizarla con orgullo. Representarla a través del arte.

Necesitamos que nuestros escritores y poetas, nuestros escultores y pintores incluyan al cacique Guaymallén dentro de su mente como inspirador de sus obras.

Lo mismo ocurre con los turoperadores y guías de turismo. La figura de Guaymallén merece ser conocida por todos los visitantes de Mendoza.

Algo parecido tendría que ocurrir en las escuelas. ¿Por qué no comenzamos a enseñar con orgullo, el legado de Guaymallén y los pueblos originarios?

A las escuelas de gastronomía y hotelería corresponde recuperar las comidas con los productos que producían el cacique y sus amigos: quínoa, zapallo, papa, choclo, algarrobo, carne de llama.

Necesitamos que las llamas vuelvan a Mendoza. El cacique Guaymallén convivía cotidianamente con ella. Sus padres la usaban como moneda para comprar tierras y canales de riego. Era la fuente de lana para los tejidos y el alma de la fiesta, en los asados. En caso de largos viajes, se llevaba deshidratada, como charqui.

Ojalá vuelvan las llamas a Mendoza. Sería hermoso verlas de nuevo en la Área Fundacional, para sacarse fotos. Además de atractivo turístico, sería una forma de mantener viva la memoria del cacique Guaymallén y de fortalecer nuestra identidad.

Como conclusión, resulta evidente que el cacique Guaymallén es el principal referente de los pueblos originarios. Además de su destacado papel en la historia, se mantiene vivo en el presente por decisión popular. Ha pasado, de generación en generación, como un símbolo y una bandera. Durante cinco siglos, su figura ha convocado a los mendocinos como referente de identidad.

El patrimonio es lo que una sociedad selecciona para transmitir a la siguiente.

No todo el pasado es patrimonio. Solo aquello que la comunidad pondera como valioso, lo cuida, lo preserva y lo entrega a sus sucesores.

La tenacidad del pueblo de Mendoza durante cinco siglos, en el sentido de mantener viva la memoria del cacique, es indicador claro.

¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué los mendocinos de antaño eligieron al cacique Guaymallén y no a otro? Todavía no lo sabemos. Los documentos escritos que se conservan, no alcanzan a mostrar diferencias importantes entre los distintos caciques de la época. Pero sin dudas, algo ocurrió para que los pueblos se decantaran por su figura.

Gracias a ese trabajo de nuestros antecesores, de preservación de la memoria del cacique, ahora que lo necesitamos, lo tenemos de vuelta. El cacique Guaymallén se hace presente aquí, en medio de la crisis, para ayudarnos a desarrollar Mendoza desde la Economía Naranja, es decir, desde el patrimonio ancestral y la identidad.

Ojalá el gobierno escolar, la industria turística, las academias de sommelería, hotelería y gastronomía, recojan y renueven este legado.

EL AUTOR. Pablo Lacoste es historiador, autor de numerosos libros. Ejerce la docencia en la Universidad de Santiago, Chile.

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