El desafío de emprender en desigualdad: una mirada de género a las finanzas
Acompañada por los periodistas Gabriel Piconero y Anabel Angileri, la conversación derivó en un verdadero diagnóstico de época sobre la necesidad urgente de incorporar la perspectiva de género en el mundo económico.
En una reciente emisión del programa "Entorno PYME", que se transmite por Radio Post 92.1 todos los sábados de 10 a 12, Luciana Ércoli, especialista en finanzas corporativas y estrategia empresarial, participó de una entrevista profunda en la que abordó las barreras estructurales y culturales que enfrentan las mujeres al emprender y acceder a financiamiento.
Acompañada por los periodistas Gabriel Piconero y Anabel Angileri, la conversación derivó en un verdadero diagnóstico de época sobre la necesidad urgente de incorporar la perspectiva de género en el mundo económico.
Finanzas con enfoque de género: un llamado a la acción
Durante el programa, la experta puso sobre la mesa una realidad silenciada durante mucho tiempo: las reglas del sistema financiero no son neutrales. "El dinero y el poder económico han sido históricamente administrados por varones", explicó, señalando que las herramientas disponibles hoy -acceso al crédito, a la inversión, a la toma de decisiones financieras- no fueron pensadas para las trayectorias y experiencias de las mujeres.
Desde esta perspectiva, enfatizó que es fundamental ponerle cuerpo al análisis económico, incorporar las vivencias, los tiempos y los espacios que habitan las mujeres, para lograr así una verdadera transformación del sistema. En sus palabras, no se trata solo de que más mujeres accedan a préstamos, sino de repensar las estructuras mismas del financiamiento y quiénes están en condiciones reales de aprovecharlo.
¿Por qué las mujeres acceden menos al crédito?
Una de las preguntas centrales fue: ¿por qué, si las mujeres son mayoría entre las personas que emprenden, tienen tantas dificultades para financiarse? Según la entrevistada, esto no responde a una falta de capacidad o vocación, sino a causas más profundas: la brecha de riqueza.
"El acceso al crédito no genera riqueza. Es al revés: la riqueza es la que habilita el crédito", remarcó. Y como las mujeres han tenido históricamente menos oportunidades de acumular bienes -por su exclusión del mercado laboral, los roles de cuidado no remunerados, la brecha salarial y la falta de herencias en igualdad de condiciones-, parten de una base más baja que sus pares varones.
Además, explicó que muchas veces, a la hora de solicitar financiamiento, las mujeres no pueden presentar garantías reales, no tienen un respaldo patrimonial propio o figuran como empleadas informales. Esto las excluye de entrada de un sistema que todavía opera bajo lógicas patriarcales.
El desafío del tiempo: integración, no equilibrio
Otro eje potente de la entrevista fue la relación que las mujeres tienen con el tiempo. "Nosotras no llegamos a todo", afirmó la especialista. Entre las tareas del hogar, la crianza, el trabajo remunerado y la vida personal, muchas mujeres sienten una presión constante por cumplir con todo, todo el tiempo.
En lugar de perpetuar el mandato de la "supermujer" que puede con todo, la entrevistada propuso cambiar la narrativa: no se trata de buscar un equilibrio inalcanzable, sino de integrar las distintas dimensiones de la vida de forma más honesta y compasiva. Es decir, elegir qué actividades priorizar, respetar los momentos de descanso y dejar de autoexigirse rendimientos perfectos.
En este punto, también resaltó cómo el tiempo disponible condiciona los proyectos productivos: muchas mujeres solo pueden emprender a contraturno del cuidado familiar, lo que limita su crecimiento o profesionalización. "Cuando el mercado les exige velocidad, presencia constante, disponibilidad total... muchas quedan fuera sin siquiera intentarlo", expresó.
Dinero, miedo y poder: otra relación posible
La relación de las mujeres con el dinero fue otro de los temas más ricos del encuentro. Históricamente educadas para la administración doméstica, muchas mujeres no se reconocen como inversoras ni gestoras de patrimonio, aunque todos los días tomen decisiones económicas relevantes.
Según explicó la experta, esto se debe en parte a la falta de confianza y a la cultura de riesgo que promueve el sistema financiero, muchas veces ajena a la experiencia femenina. "La mujer tiende a conservar, a proteger. No porque sea menos audaz, sino porque no puede darse el lujo de perder lo que tiene", aclaró.
Esta aversión al riesgo se traduce en decisiones más conservadoras al invertir o al buscar financiamiento, lo que limita su crecimiento. Sin embargo, también puede ser una ventaja: "las mujeres son excelentes administradoras. Saben cómo cuidar el capital, cómo hacerlo rendir. El problema es que no se lo reconocen".
Por eso, una de las grandes apuestas es educar financieramente desde una perspectiva de empoderamiento, enseñando a tomar decisiones informadas, sin miedo y con autonomía.
Síndrome del impostor y honestidad excesiva: obstáculos invisibles
Consultada sobre los errores más comunes que cometen las emprendedoras al presentarse ante inversores o instituciones financieras, la especialista destacó dos que suelen pasar desapercibidos: el síndrome del impostor y la honestidad excesiva.
El primero se manifiesta como una sensación de no estar a la altura, de no merecer el éxito o de no ser suficientemente profesional. Muchas veces, las mujeres dudan de sí mismas incluso con proyectos sólidos y bien planificados. "Creen que están mintiendo si no muestran todas sus dudas. Y eso les juega en contra", explicó.
El segundo error, paradójicamente, es un exceso de transparencia. "Cuentan todo: lo que no funciona, lo que les falta, los riesgos. Y se olvidan de vender el valor del proyecto, de poner en primer plano su visión, su propósito", agregó. Para revertir esto, la clave está en entrenarse, practicar y animarse a ocupar espacios de visibilidad.
La importancia de las redes: acompañamiento y sororidad
Más allá de las capacidades individuales, la entrevistada remarcó que nadie emprende sola. Contar con una red de apoyo, mentoras, pares, amigas que acompañen el camino, hace toda la diferencia. En ese sentido, celebró el surgimiento de organizaciones como la Fundación Flor, que trabajan desde hace años en el desarrollo del liderazgo femenino y en generar espacios de encuentro y formación.
También valoró los círculos de mujeres emprendedoras que surgen en distintas provincias, muchas veces de forma autogestionada. "Cuando una mujer se anima, contagia. Y cuando se encuentra con otras, se potencia", resumió.
Estas redes, además, permiten compartir herramientas, experiencias, oportunidades de negocio y estrategias para sortear obstáculos. Son, en muchos casos, el primer entorno seguro donde ensayar una voz propia y crecer sin miedo.
Repensar el éxito desde una mirada femenina
A lo largo de la conversación, surgió una pregunta recurrente: ¿qué significa tener éxito? Desde la lógica tradicional, suele medirse en términos de rentabilidad, crecimiento exponencial y acumulación de capital. Pero muchas mujeres buscan otra cosa.
"Para muchas, emprender es una forma de tener tiempo para sus hijos, de vivir con libertad, de poner en práctica sus valores", señaló la entrevistada. Por eso, es importante resignificar el éxito desde una mirada integral, que incluya la calidad de vida, el impacto social, el disfrute personal y la autonomía.
Esto no implica renunciar al crecimiento económico, sino entenderlo como una herramienta al servicio de un proyecto de vida más amplio y coherente.
Una invitación a caminar con otras
Sobre el cierre, la experta dejó un mensaje de aliento para todas aquellas mujeres que están comenzando a emprender o que, en el camino, se han sentido frustradas, desmotivadas o desbordadas por las exigencias del sistema.
"El sistema no está preparado para las mujeres. Pero eso no significa que tengamos que adaptarnos a él. Podemos construir nuevas formas de hacer negocios, de vincularnos con el dinero, de liderar empresas y comunidades", aseguró.
Y concluyó con una frase poderosa: "El camino está, hay que caminar". Con herramientas, con redes, con formación y con decisión, cada vez más mujeres se animan a desafiar las barreras y a ocupar el lugar que les corresponde en el mundo económico.