La inflación de la primavera será el doble que la del invierno
La inflación no es igual en todo el país y la cuarentena no paraliza por igual a todo el territorio y actividades. Los atenuantes reales y artificiales y los pronósticos para la segunda mitad del año.
Julio terminó con una inflación del 2,2%, según estimaciones privadas. Pero en este mes, aseguran los economistas, arrancará una aceleración de los precios que provocaría que para setiembre el índice ya esté en valores de entre 4 y 5 por ciento mensual.
"La inflación de julio fue 2,2%", asegura Orlando Ferreres, titular de uno de los estudios económicos que con más detalle y precisión ha seguido el ritmo de los precios en los últimos años. Es justamente el mismo valor que al INDEC le dio junio.
Si se miran los datos del primer semestre, la inflación fue de 13,6%. Pero los economistas señalan que el punta a punta del año será de casi 41%, según la encuesta que mensualmente realiza el Banco Central. Por tanto, la suba de precios del segundo semestre debería duplicar la del primer semestre.
"Este año habrá tres fotos negativas: las víctimas de los contagios del coronavirus, el desempleo y la inflación -definió días atrás el exministro de Economía Hernán Lacunza-. Esas tres fotos no ocurren de manera simultánea, sino que son secuencias, con tres meses de distancia. Los contagios empezaron en marzo, el pico de desempleo y pobreza probablemente haya sido en junio, y el de la inflación probablemente sea en septiembre u octubre".
Ferreres, quien fue viceministro de Economía a fines de los 80, coincide con los tiempos. "En agosto la suba de precios será similar a julio, pero en setiembre el ritmo de inflación estará en 4 o 5 por ciento mensual".
¿Cuál es la explicación de ese salto, según Ferreres? "A medida que nos alejamos del punto más difícil de la pandemia, habrá una inflación más alta". Abril y mayo fueron los meses más duros de la cuarentena, con caídas históricas de la actividad económica, y entonces lo precios se aplacaron por la fuerte baja de ventas de todos los rubros. Pero en junio y julio hubo alguna recuperación. Y a mayor actividad, los formadores de precios empiezan a mover sus fichas.
Según Ferreres, de setiembre en adelante habrá más de un mes de inflación del 4 o 5%. Su estimación es que el año cierra con un alza de precios del 45%.
Más moderada es la previsión anual de Analytica, el estudio de Ricardo Delgado y Rodrigo Alvarez. Ellos esperan que el 2020 cierre con una suba de precios del 37,9%. Pero estiman que la suba promedio de los salarios registrados, en blanco, sea del 20%. Y menos aún para los sueldos en negro. Habrá, entonces, igualmente, una fuerte pérdida de poder adquisitivo de los salarios.
Si vemos las expectativas de los mayores estudios de economistas del país, que recopila mensualmente el Banco Central en el informe REM, a principios de julio los profesionales consultados estimaban, en promedio, que 2020 cerraría con una inflación de 40,7%. Y en la progresión mensual, el promedio para setiembre era 3,8; para octubre, 3,9; para noviembre 4,1, y para diciembre, 4,2. Habrá que esperar a los próximos días, cuando salga el informe de agosto, para ver qué cambió en esas expectativas: cada mes que ha pasado este año, el REM ha registrado una previsión más alta de inflación.
Hay factores en medio que podrían estar frenando la inflación. La estabilidad del dólar oficial, que no se desmarca de la suba e precios, y las tarifas congeladas, son los principales. En cambio, el déficit fiscal, que terminaría el año por arriba del 8%, al ser financiado con emisión monetaria, pone presión a la suba.
Otro exministro de Economía, Roque Fernández, señala dos temas interesantes para sumar al análisis. Uno es que, dice, "la inflación hoy en la Argentina está subestimada porque la canasta que se toma mide productos que tienen aumentos del 0% porque son actividades que están restringidas o anuladas". En otras palabras, la suba de los productos que se venden en el súper se promedia con la nula suba que tienen comidas afuera, turismo, cines, peluquerías, gimnasios, etc., que no aumentan porque directamente están cerrados.
El otro factor que remarca Roque Fernández es más técnico. "En todos los países la pandemia generó un aumento en la demanda real de dinero, la gente atesora más billetes por razones precautorias, porque tiene una estructura de gasto distinta. Pero cuando esta situación cambie, y como nosotros tenemos una situación de inflación que ya es alta, corremos el riesgo de que se dispare más arriba. Y el Banco Central esterilizando todos los pesos emitidos en estos meses puede terminar complicando más el problema que solucionándolo, porque sube las tasas de lo que paga por esa esterilización, y así genera una expectativa de mayor emisión monetaria aún a futuro. Sería preferible no esterilizar".
"Hay un montón de atenuantes transitorios a la inflación, algunos artificiales, como las tarifas congeladas, que es incubar un problema para adelante, ya que deja un piso de déficit fiscal para el año que viene de 2,5% del producto -dijo Lacunza en declaraciones periodísticas-. El atenuante natural es que aumentó transitoriamente la preferencia por el dinero en el bolsillo durante la cuarentena, pero cuando salgamos vamos a querer cambiar pesos por bienes y eso se irá a inflación". Coincide en esto con Roque Fernández.
Hay un último factor para sumar a esta ecuación: la inflación tampoco está siendo homogénea en todo el país. Si el parate de la economía fue en los últimos meses un freno para la suba de precios, hay que tener en cuenta que en el interior de la Argentina la economía se mueve más que en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Conclusión, dicen los economistas, la inflación está siendo más alta en las provincias que en la Capital. Todos los argentinos la sufren, pero en algunos lugares se siente más que en otros.