Innovación educativa: proyectos argentinos que enseñan a pensar
Dos proyectos liderados por mujeres comunicadoras, transforman el aula en un semillero de habilidades para la vida. La programación y el espíritu emprendedor se enseñan desde los 4 años, despertando vocaciones y fortaleciendo la educación tradicional. Lo cuentan Gabriel Piconero y Anabel Angileri, del programa EntornoPyme de Radio Post.
En un país donde las discusiones sobre educación suelen estar atadas a lo urgente y lo estructural, dos proyectos liderados por mujeres están demostrando que también es posible pensar en el futuro con creatividad, innovación y compromiso.
Lo están haciendo desde el aula, desde el juego, y con una convicción profunda: emprender se aprende, y cuanto antes se empiece, mejor.
La educación emprendedora, muchas veces asociada erróneamente al mundo adulto o a la creación de empresas, cobra un nuevo sentido cuando se aplica a la niñez y la adolescencia. No se trata de formar empresarios prematuros, sino de dotar a los chicos y chicas de herramientas reales para la vida: pensamiento crítico, confianza en sí mismos, trabajo en equipo, inteligencia emocional, creatividad y vocación.
Paola Prenat lo entendió así cuando decidió traer a la Argentina la metodología internacional Business Kids, nacida en México y presente en más de 30 países. Esta propuesta, pensada para niños y adolescentes desde los 4 hasta los 18 años, se basa en el juego como eje del aprendizaje emprendedor. A través de actividades lúdicas, los chicos aprenden a identificar su vocación, gestionar sus emociones, armar un plan de negocios, calcular costos, comunicar sus ideas, liderar un equipo y mucho más. Todo mientras juegan, sin darse cuenta de que están aprendiendo conceptos que muchos adultos conocen recién de grandes, si es que los conocen.
Prenat, con una trayectoria en medios y una fuerte vocación por la infancia, compartió su experiencia y visión durante una entrevista en el programa EntornoPyme, en Radio Post 92.1.
Allí explicó con claridad el impacto que tiene el programa en el desarrollo integral de los chicos: "Emprender es hacer cosas nuevas, resolver situaciones con creatividad, entender quién soy y qué quiero hacer con eso. Cuando un niño lo descubre desde pequeño, todo lo que viene después tiene otro sentido".
La experiencia es concreta: en el primer año, dos chicos egresaron del programa. En el segundo, fueron 16. Hoy son más de 400, en un crecimiento que no solo marca la necesidad de este tipo de formación, sino también su efectividad. "Queremos que todos los niños de Argentina tengan acceso a estas herramientas que la escuela hoy no brinda, pero que son esenciales", afirmó Prenat en el programa.
En Mendoza, el proyecto Pixelitos complementa esta revolución desde otro frente igual de poderoso: el de la programación. Fundado por Paula Almirón y Laura Seyer, ambas comunicadoras y docentes, Pixelitos propone enseñar a programar desde los seis años con una metodología lúdica, inclusiva y profundamente humana. Los chicos no solo aprenden lenguajes como Scratch o Roblox Studio, sino que desarrollan pensamiento lógico, autonomía, trabajo colaborativo y capacidad de resolución de problemas.
Durante la entrevista también realizada en EntornoPyme, Almirón destacó que la clave está en transformar a los chicos en protagonistas activos de su aprendizaje: "Los niños producen sus propios contenidos, diseñan soluciones, crean personajes con inteligencia artificial. No quieren irse cuando la clase termina".
Ambos proyectos -con sus particularidades, enfoques y trayectorias- convergen en una certeza compartida: la educación necesita abrirse al cambio. Lo que hoy los chicos aprenden dentro de un aula no puede limitarse a repetir fórmulas del siglo pasado.
El mundo laboral, las dinámicas sociales y la vida misma exigen capacidades nuevas, flexibles, creativas, humanas. Y esas capacidades pueden -y deben- comenzar a construirse desde la infancia.
La experiencia de Business Kids demuestra que los niños pueden entender conceptos de negocios, ahorro, inversión y hasta liderazgo sin perder la esencia lúdica ni la alegría de aprender. Un niño que aprende a conocerse, a comunicar lo que piensa, a liderar un grupo o a asumir errores como oportunidades, es un niño que va a estar mejor preparado para cualquier camino que elija. Lo mismo sucede con la lógica de programación: enseñar a pensar estructuradamente, a tomar decisiones, a colaborar en la resolución de un problema, no solo forma programadores, forma personas con pensamiento crítico.
Ambos proyectos también enfrentan un desafío común: romper con prejuicios y resistencias. Hay padres y docentes que todavía asocian la palabra "emprender" con el sacrificio adulto, o que ven a la tecnología como una amenaza. Pero tanto Prenat como Almirón coinciden en que el problema no es el contenido, sino el enfoque. La clave está en acompañar, en guiar, en enseñar a usar bien esas herramientas, no en negarlas.
El impacto es tan concreto como inspirador. Una madre contó que, después de un curso de Business Kids, su hijo de siete años empezó a analizar promociones en el supermercado y a ahorrar para invertir en herramientas para ser artesano. En Pixelitos, los docentes aseguran que una de las mayores dificultades no es enseñar, sino convencer a los chicos de que es hora de terminar la clase. Y eso ocurre porque están creando, porque están sintiendo que lo que hacen tiene sentido, porque están descubriendo de lo que son capaces.
Gabriel Piconero y Anabel Angileri movilizan a emprender: cuándo y dónde, por qué y para qué
En tiempos donde la educación está en crisis, donde los jóvenes se enfrentan a un mundo incierto y competitivo, estas propuestas ofrecen algo más que contenidos: ofrecen confianza, autonomía, propósito y esperanza. Nos muestran que es posible educar para el presente sin dejar de sembrar futuro. Nos recuerdan que hay otra forma de enseñar, más cercana a la vida real, más humana y más efectiva.
La revolución educativa no está en el pizarrón. Está en el aula cuando un chico descubre su talento. Está en el juego que simula una empresa. Está en el código que resuelve un problema. Está en cada niño o niña que empieza a creer que puede. Y todo eso, ya está pasando.
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