2005: Stiglitz en Argentina, en una entrevista con Raúl Oscar Cardozo

Oscar Raúl Cardoso entrevista al Premio Nobel Joseph Stiglitz, durante la visita de éste a Buenos Aires.

Sitiglitz pasó antes por Sao Paulo, en donde ya tuvo ocasión de declarar a la periodista Eleonora Gosman que "cualquier programaeconómico, por malo que sea, siempre será mejor que uno propuesto por el Fondo Monetario Internacional". En términos casi vehementes, el economista --que fue jefe del Banco Mundial-- celebró la actitud del Gobierno argentino en su estrategia para enfrentar al Fondo y "a las presiones internacionales". Argentina, dijo en Sao Paulo, tuvo "la fortaleza necesaria para resistir al FMI. Y por eso resultó exitosa. Pero me preocupa que otros países más pobres no puedan tener la misma fuerza", señaló. Según Stiglitz, el Gobierno argentino demostró que las recetas del Fondo, "siempre contractivas", no ayudan a superar las crisis originadas por el endeudamiento. Para el economista, esta es una de las siete grandes lecciones que dejó la experiencia argentina posterior a la declaración del default.
El economista comentó que viaja ahora a la Argentina, precisamente por los
resultados obtenidos en el proceso de recuperación de los resortes
nacionales en el manejo de las cuestiones económicas. El caso de la crisis argentina y su resolución posterior ejemplifican su postura contraria al Consenso de Washington, una visión sobre el futuro económico global que desarrolló en 1989 el economista John Williamson. Sobre este punto, Stiglitz ejemplificó con las privatizaciones argentinas, que consideró "nefastas para el sistema de previsión social y para los servicios públicos".
Stiglitz también criticó en Sao Paulo la política económica de Lula da Silva. Dijo que las altas tasas de interés en Brasil "impiden un crecimiento robusto del país" y crean un "círculo vicioso" al aumentar la magnitud de los intereses que
deben ser pagos por la deuda pública. Cuando los periodistas le preguntaron:
"¿Esto quiere decir que la Argentina va bien y Brasil va mal?", el economista se mantuvo muy cauto. Dijo: "La Argentina va muy bien"; en cuanto a Brasil "prefiero no hacer ninguna clase de apreciación".

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Son muchos los que hoy disparan contra el neoliberalismo económico que expresa el denominado Consenso de Washington, incluyéndolo, por cierto, a usted, que sostiene que el modelo está agotado. Pero éste tiene aún enorme influencia y el sistema financiero público internacional -el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etcétera- sigue insistiendo en la vigencia de sus recetas básicas. ¿Por qué esa supervivencia?

-Ante todo es necesario reconocer que ha habido realmente un cambio muy grande de mentalidad en estas instituciones. Y eso es consecuencia del tipo de discusiones que hemos estado manteniendo. Permítame darle dos ejemplos. Uno es la visión de que la globalización de los mercados de capital puede ser muy mala para la estabilidad. El FMI publicó finalmente un documento hace unos dos años aceptándolo, exigiendo hacer las investigaciones, analizar los datos. Al hacerlo, hasta ellos se vieron obligados a aceptar
que, de hecho, esa crítica era acertada.

Ese cambio parece más retórico que efectivo. En el directorio del Fondo hasta los representantes de países que más críticos se muestran con el Consenso de Washington suelen votar a favor de la imposición de sus políticas.

-No han cambiado totalmente las políticas, pero por lo menos les están dando más margen a los que tratan de trabajar por una alternativa más estable. El segundo ejemplo. Si usted mira la serie de temas que aparecen en el Consenso de Washington, el tema de la equidad no se menciona en absoluto.

¿Se refiere a los documentos originales de los años 80?

-Sí, no mencionaban la equidad para nada. Pero en este momento, claramente, el FMI y el Banco Mundial la mencionan todo el tiempo. Tal vez no le prestan tanta atención como a algunos les gustaría. Pero es un tema que -todos coinciden- no recibió una atención suficiente. De modo que considero que la discusión internacional ha sido replanteada de maneras fundamentales.

Permítame ahondar en esto porque creo que las palabras clave en su afirmación son: "todavía no hay un cambio en la política".

-Hubo menos cambio del que debería haberse producido, eso es cierto. Pero permítame darle algunos ejemplos que muestran que ha habido un progreso significativo, aunque se podría hacer aún más. Un ejemplo es: el Banco Mundial, en los últimos años ha sido muy crítico respecto de las negociaciones comerciales del pasado, los subsidios agrícolas
estadounidenses y europeos, señalando cómo perjudicaron a los países en desarrollo. Diez años atrás, estas instituciones internacionales no habrían sido tan críticas con sus principales accionistas, los principales actores. Y lo han expresado abiertamente señalando que los países en desarrollo sufrieron esa desventaja. Hasta el nuevo director del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, habla de esto. O sea que lo hace en términos de apoyar más el
punto de vista de los países en desarrollo. Considero esto un cambio importante. Por otro lado, siguen sugiriendo que los países eliminen las barreras comerciales lo más rápido posible sin pensar, si se crean nuevos empleos, cuál será el impacto y cuál es la forma más efectiva en que la economía local pueda responder. Todavía se guían en exceso ideológicamente por la noción de que la globalización del comercio por sí misma genera
crecimiento. La evidencia disponible indica que no es así.

Aun con esos cambios que usted señala se requiere una fe casi religiosa para creer en estas instituciones. Por lo pronto, siguen aplicando un doble estándar cuando hablan de las naciones industrializadas y cuando lo hacen del subdesarrollo. A Estados Unidos, por ejemplo, le toleran en silencio su déficit fiscal, su toma irresponsable de créditos vendiendo bonos a China y otros desequilibrios que demonizan en el caso de los otros países...

-Creo que efectivamente es así. Aunque para ser justos, el FMI criticó el enorme déficit comercial y fiscal de Estados Unidos. Pero no se ha expresado tan abiertamente como tendría que haberlo hecho. Esto es algo que no es sorprendente, dado que Estados Unidos tiene un poder de veto sobre el FMI. Dado que es el mayor accionista, no esperemos que el FMI sea crítico con una nación que ejerce tanto control. No debemos sorprendernos. Pero
pienso que a los países miembros y a la institución les convendría ser mucho más críticos con Estados Unidos. No serlo realmente debilita la credibilidad de la institución, cuando no ha habido un país que haya tenido déficit fiscales y comerciales tan grandes y persistentes y propone agravarlos haciendo permanentes los recortes fiscales, privatizando la seguridad
social, etcétera; un conjunto de medidas tributarias que aumentarían el déficit aún más; es evidente que si se tratara de un país en desarrollo el Fondo Monetario Internacional saldría a decirlo más abiertamente.

Como usted describe la situación hay una asincronía entre el desarrollo intelectual del sistema financiero público internacional y el de sus políticas. ¿Pero qué esperanza de cambio real hay en un contexto político signado por el predominio estadounidense y por la filosofía regresiva de la administración de George W. Bush? ¿Es que el momento del cambio no llegó aún?

-Mientras Bush esté en la Casa Blanca, el cambio será muy difícil. Pero hay cosas en las que hay cambios que se están haciendo y pueden seguir haciéndose. Y algunos de los esfuerzos están siendo orientados a cambios que ocurrirán cuando se produzca un cambio en la administración en Washington. Permítame ilustrar a qué me refiero con algunos interrogantes. Por ejemplo, en el área del comercio, la cuestión es ¿habrá un nuevo acuerdo en la Organización Mundial de Comercio? Si lo hay, ¿cómo será? ¿Si la idea del
ALCA (Asociación de Libre Comercio para las Américas) prosperara? ¿Cómo sería? ¿Deben los países en desarrollo ceder a lo que quieren Estados Unidos y Europa? Mi sensación es que no deberían ceder y es probable que no lo hagan. Ese es un ejemplo de que, aunque Estados Unidos puede tener cierta hegemonía, no puede conseguir todo lo que quiere.

¿Usa como ejemplo el actual impasse del ALCA?

-Se ve de manera muy clara en el ALCA que Estados Unidos prácticamente ha abandonado en términos de tratar de conseguir algo significativo. Porque se dieron cuenta de que, por su propia posición inconsistente sobre la globalización del comercio, ni Brasil ni la Argentina, ni ninguna democracia puede ceder mucho en eso. Creo que son ejemplos; puede llamar a lo del ALCA un éxito negativo, pero ha mostrado que si Estados Unidos quiere conseguir lo que quiere tendrá que hacer concesiones pese a ser la potencia más grande del mundo. Otro ejemplo: el reciente perdón de la deuda. El Reino Unido logró que Estados Unidos aceptara no sólo el perdón de la deuda de varios países sino que el Grupo de los 8 pagara por ese perdón de la deuda. Que no lo harían con el Banco Mundial, es decir, que los países pobres pagaran por los países más pobres. Fue una gran concesión que consiguieron que hiciera Washington.

Algunos sostienen que fue una concesión nominal e inevitable porque esa deuda era imposible de cobrar.

-Es cierto que la dimensión de ese logro fue exagerada. Gran parte de la deuda no se habría cobrado de todos modos. Pero una parte de la deuda sí se habría cobrado. Y aunque no fuera cobrada, el peso de la deuda hace la vida más difícil para los países en desarrollo endeudados. No hay duda de eso. Aunque podamos decir: las sumas totales no son realistas. Pero de todos modos, hará la vida más fácil para esos países en desarrollo.

¿Diría usted que esta política de perdón de la deuda debería darse en una escala más amplia?

-Sí. Pero, repito, teniendo en cuenta lo recalcitrante que es la administración Bush, creo que en los próximos años será más difícil conseguir algo de ellos dada la magnitud del déficit y las prioridades de los recortes fiscales para los más ricos del mundo. Considero que va a ser muy difícil conseguir algo. En realidad sólo queda prepararse en estos dos años que le quedan a Bush y buscar realmente el cambio cuando se produzca el inevitable relevo en Washington.

Fuente:

Clarín, 28 agosto 2005

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