El vínculo con Mendoza del creador del ícono publicitario de Geniol

Con la venta de los laboratorios que fabrican Geniol, volvió la icónica imagen creada por Sergio Sergi, el austríaco - italiano que se volvió mendocino por adopción.En la nueva publicidad, Guillermo Francella le da aire a aquella cabeza emblemática.

El bioquímico Francisco Suárez Zabala se asoció con el perfumista Blas Dubarry a mediados de 1920. Juntos conformaron el laboratorio Suarry y en 1927 lanzaron al mercado la marca Geniol. Se trataba de un analgésico cuyos insumos para producirlo venían de diversos países, entre ellos Alemania, Francia e Italia.

Las publicidades de la época aseguraban que acababa con resfríos y dolores de cabeza y se vendía en paquetes de cuatro pastillos cada uno. Pero Suárez Zabala creía que el producto necesitaba un impulso de marketing, entonces contactó a Lucien Achille Mauzan, un reconocido afichista francés asentado en Buenos Aires para encargarle el proyecto.

Mauzan trabajó con el dibujante italiano Sergio Sergi para crear una imagen que representara el alivio al dolor que provocaba este analgésico. Después de varias idas y vueltas, finalmente la dupla presentó a la famosa cabeza de Geniol. Cuenta la leyenda que, en realidad, el personaje estaba inspirado en el propio Suárez Zabala que antes habría rechazado varias de las ideas de la agencia.

El vínculo con Mendoza del creador del ícono publicitario de Geniol

Sergi, el "mendocino"

A principios de la década de 1943, Sergi se trasladó a Mendoza donde se incorporó en calidad de docente a la Academia de Bellas Artes. Con el tiempo, se convirtió en vicedirector de la institución y sumó a sus pergaminos la docencia en la Universidad Nacional de Cuyo. En esta ciudad murió, en 1973. Fue el padre de dos grandes artistas, Sergio y Fernando Hocévar, este último fallecido la semana pasada.

De hecho, el verdadero nombre de Sergio Sergi era Sergio Hocévar (apellido de origen esloveno) y su patria de nacimiento es Austria. Hijo de Mercedes Andrich y Santiago Hocevar. Su madre Mercedes fue la gran influencia de Sergio Sergi, una pintora discípula de Garzolini.

Esta atracción y fascinación ejercida por su madre sobre Sergio, la produce a principios de siglo XX, el padre benedictino, pintor y grabador sueco Swittbert Sobisser. Sus enseñanzas y su visión del mundo a través del dibujo se imprimen en un Sergi adolescente que ingresa en el Real e Imperial Instituto Gráfico de Viena, una de las instituciones más completas e interdisciplinarias que se hayan conocido. Aprende la técnica de la litografía bajo la tutela del famoso Von Larisch (generador de la moderna tipografía) y da sus primeros pasos en fotografía. Termina sus estudios en 1915 sin imaginar que ese mundo de ensueño y tranquilidad que le había brindado el arte a sus diecinueve años de vida iba a cambiar radicalmente.

El 28 de junio de 1914 el nacionalista serbio Gavrilo Princip asesina a Francisco Fernando de Habsburgo, archiduque heredero al trono del imperio Austro-Húngaro; este hecho determinó la apertura de la caja de Pandora que era Europa en las postrimerías del siglo XIX. La carrera armamentística, el nacionalismo exacerbado y el imperialismo conformaron el escenario para que el mundo se embarque en la Primera Gran Guerra Mundial. Austria-Hungría le declara la guerra a Serbia, puntapié inicial de la conflagración. Sergio Sergi, con apenas veinte años es enviado al frente con el regimiento de Húsares de la Emperatriz austriaca como artillero de montaña, defendiendo las márgenes del Isonzo de los ataques italianos que pretendían conquistar Trieste.

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Según contó Humberto Quiroga Lavie, casi dos años vivió el horror bélico que afectó profundamente su visión sobre la vida y el ser humano; muchas circunstancias de su historia dan fe de la profunda herida que produjo la guerra. El mismo Sergio Sergi confesó no haber matado a nadie y que nadie quiso matarlo, "simplemente" dedicado a atender a los enfermos. Ya nada fue lo mismo, el tema era como encararlo; los soldados sobrevivientes afectados por las atrocidades (que eran la gran mayoría) tenían como destino el electroshock, en el mejor de los casos, (y muy pocos) el diván de Freud o el suicidio. El hambre asechó. Sergio Sergi logró un escape, quizás a través de su perspectiva artística. Recibe heridas por esquirlas que lo envían a su hogar en 1918, donde permanece en recuperación un tiempo bastante prolongado. En 1919 retoma su tarea artística y sintomáticamente el primer trabajo de Sergio Sergi, un grabado en madera y dos placas de metal, se titula "La Guerra": la muerte desgarbada pero con paso firme, masculina figura con casco militar que deambula por un campo desierto presidido por un sol abrasivo y donde una flor se alza en medio de la desolación.

Cada trabajo demandaba de Sergio Sergi mucho tiempo y dedicación aunque los frutos se notan en cada uno de ellos. Justamente, de su producción de posguerra envía dos obras a la Bienal de Venecia de aquel 1919.

Entretanto, y mientras realiza obras imponentes con gran entusiasmo, participa en 1922 en la Exposición Internacional de Río de Janeiro, mientras que más de veinte de sus obras integran un excepcional libro: "Pintores y escultores de Trieste". En 1924 integra la Exposición de Artes Decorativas de Monza, Italia, a la que volverá dos años después.

1926 es un año que halla a Sergio Sergi en la plenitud de su producción y en la cima de su éxito; participa en la Exposición Internacional de Paris y en la de Florencia, Italia. Sin embargo, la economía y la política italiana se encuentran en un estado calamitoso; un gran éxodo se está produciendo y sus coterráneos parten en número hacia América (entiéndase en su correcta y única acepción: continente americano). Sergi, con las vicisitudes de su alma a cuestas, aborda en 1927 el barco que pone proa hacia la República Argentina.

Sergi, el patriarca que fue amigo de Julio Cortázar en su período como docente en Mendoza según lo documentó el periodista Jaime Correas en un recomendado libro, "Cortázar en Mendoza", había tenido antes toda una vida en Santa Fe, en donde se lo considera, también, un ícono cultural local.

Julio Cortázar, Sergio Sergi y Susana Ortega de Hocevar en Mendoza, en 1973. Foto del libro de Jaime Correas.

Julio Cortázar, Sergio Sergi y Susana Ortega de Hocevar en Mendoza, en 1973. Foto del libro de Jaime Correas.

Según consta en la página web de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral, "desde su primera exposición en Trieste en 1919, realizó exposiciones internacionales en ciudades italianas como Gorizia, Udine, Milán, Padua, Florencia y en la Bienal de Venecia. Participó de la Exposición Internacional de Río de Janeiro de 1922 y en la de París en 1926. Representó a nuestro país en las Exposiciones Internacionales de Litógrafos y Xilógrafos organizadas por The Art Institute of Chicago. En la Argentina expuso en numerosas ciudades desde 1927 hasta 1967".

Aunque tanteó la escultura y la pintura, su obra más significativa estuvo vinculada al grabado, en particular la xilografía. Sus grabados, de acuerdo a la bibliografía consultada, se dividen en retratos, más bien realistas y escenas, en las cuales predomina el expresionismo.

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"Me confieso impulsivo; sigo mis instintos que son caprichosos, y no tengo método ni disciplina alguna. Soy un disconforme conmigo mismo, me siento fracasado y hubiera querido ser más y mejor. Ahora, en la etapa descendente de mi vida, cansado, me siento fuera de la órbita que rige y dirige la plástica; me siento distante. Creo, a pesar de todo, en el arte. A mi juicio se deben respetar todas las tendencias, pero el único "ismo" es el "artismo": hacer con arte. La invención de los "ismos" que han invadido últimamente el arte, me hace suponer que está en decadencia, pues no son más que sarampión de moda. Por eso a un joven de 20 años le diría que sigas sus inclinaciones, y que pregunte menos y observe más", aseguró en la mencionada entrevista publicada en Los Andes.

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"Un artista cuya obra es imposible de mirar con indiferencia, sea por la acidez de sus críticas, por el ingenio de su invención, o la maestría de su oficio". Así lo definió la curadora María José Herrera, en una nota publicada por Télam en 2019. Quizás en este punto radica la vigencia de su obra, a medio siglo de su fallecimiento.


Geniol y la cabeza

En 1950 Suarry le vendió Geniol a la empresa conformada por la fusión de los laboratorios Sidney Ross y Sterling. Cinco años después, la marca fue adquirida por SmithKline, la cual en 2000 se fusionó con Glaxo Wellcome para conformar GlaxoSmithKline (GSK).

La marca estuvo en manos extranjeras desde 1955 hasta 2013 cuando GSK se desprendió a nivel global de varias de sus productos de venta libre. Geniol pasó a manos de la sudafricana Aspen Pharmacare que se asoció con la nacional Wunder Pharm para que se encargue de la distribución.

No obstante, en 2017 cesó su fabricación y Geniol fue descontinuada. Recién volvió a las farmacias en 2020 luego de que Elea la adquiriera. Ese mismo año el laboratorio argentino también se quedó con otras marcas de peso, como Hepatalgina  y Adermicina.

El regreso de Geniol no podía pasar desapercibido, entonces la compañía apostó por una campaña con Guillermo Francella, quien encarnó al "genio de Geniol". A pesar de este nuevo approach, su icónico personaje continúa formando parte de su identidad como marca a más de ocho décadas de su creación.

Bonus: Sergi, más allá de Geniol

Algunas obras del gran autor, como provocar a buscar más sobre él:

El vínculo con Mendoza del creador del ícono publicitario de Geniol
Sergio Sergi, Interior. 1944, xilografía.

Sergio Sergi, Interior. 1944, xilografía.

Sergio Sergi, El Grabador. Xiloggrafía.

Sergio Sergi, El Grabador. Xiloggrafía.

Sergio Sergi, Luchadores. 1936, Xilografía.

Sergio Sergi, Luchadores. 1936, Xilografía.

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