Don Armando, hacedor de juguetes y hombre de deporte
Don Armando Beningazza nació y vivió siempre en San Martín, donde formó una linda familia junto a su esposa Elba, que partió hace tiempo rumbo al cielo. En un acto íntimo y conmovedor fue nombrado "Ciudadano ilustre".
Don Armando Beningazza nació y vivió siempre en San Martín, donde formó una linda familia junto a su esposa Elba, que partió hace tiempo rumbo al cielo. Hace tan solo dos semanas recibió una distinción especial del Concejo Deliberante de San Martín. En un acto íntimo y conmovedor fue nombrado "Ciudadano ilustre". Este hombre de 94 años trabajó con las manos desde muy pequeño y durante toda su vida.
- ¿Cómo fue su infancia?
-Cuando era muy chico, cursando tercer grado, dejé la escuela con el consentimiento de mis padres, porque solo me sacaba "diez" en manualidades. Empecé a asistir de noche y tampoco me gustó. Yo prefería internarme en un taller, ya que mi papá tenía carpintería. Un tío me empleó entonces en su taller metalúrgico y con apenas 10 años comencé barriendo el lugar. Recuerdo que ganaba 20 centavos la hora y un par de alpargatas costaba 30. A los 15 años ya era tornero oficial, para eso tenía inteligencia y lo hacía con ganas. Y luego pasó el tiempo raudamente, siempre he trabajado mucho y sin descanso, que vine a darme cuenta de que he vivido mucho recién a mis 90 años.
- ¿Qué recuerdos lindos conserva de su juventud?
-Me gustaba ganar plata y disfrutaba mucho la milonga. Yo soy tanguero, iba a los bailes con mis amigos, había amistad, no como ahora, no me gusta como están hoy las cosas. Venían orquestas de Buenos Aires acá a San Martín y pude escuchar tocar en vivo a Goyeneche y a Troilo. Lo que falta ahora son lugares de baile como existían antes. Los muchachos nos sentábamos en la orilla de la pista, tomábamos algo, escuchábamos la música y veíamos a las chicas que en esa época iban acompañadas por sus madres. Podíamos sacarlas a bailar con el sistema del "cabezazo", con el que nos habilitaba la joven en cuestión a acercarnos, con el fin de obtener el permiso de la futura suegra y llevar a la muchacha a la pista de baile. Hablando de mujeres, conocí a la mía, a Elba, a quien le llevaba siete años. Nos casamos, tuvimos tres hijos y nuestro matrimonio duró 64 años.
Soy muy cuyano también, me gusta el folclore y tuve la oportunidad de estrechar la mano de don Hilario Cuadros, por ejemplo. En Buenos Aires han matado la música tanguera y nos han tapado con otros sonidos. Los gobiernos no promueven a nuestros artistas, en este Departamento había tres orquestas de tango (yo alcancé a cantar en una de ellas) pero ya no existen más.
- ¿Cómo empezó a hacer juguetes?
-Los sábados en la escuela era obligación hacer manualidades y cada uno elegía el material con el que quería trabajar. Yo opté por la madera porque mi padre tenía su taller de maderas. Empecé de chico a hacer autos y aviones y actualmente también produzco valeros, trompos, muebles pequeños, juegos de ajedrez. Lo que más me piden los pibes son aviones, porque no los ven en la calle. Ahora hago juguetes a pedido y si vendo un camión fabrico otro para reponerlo. He comprado muchos libros y revistas de juguetes para inspirarme, soy buen observador, aunque los diseños salen de mi cabeza. El que no hace trabajar su cabeza envejece y el mal de Alzheimer se está apoderando de las personas. No hay que dejar descansar el cerebro.
Para vender mis juguetes antes iba al parque General San Martín. Los sábados, domingos y feriados tenía permiso municipal para instalarme frente al Museo Cornelio Moyano. Ahora salgo a vender en una esquina de mi departamento en las tardecitas o en las mañanas en el centro, cerca de la municipalidad.
- ¿Cómo es un día suyo?
-Vivo solo y me siento preso porque no tengo auto desde que me lo chocaron y supe que no me renovarían el carnet de conducir. Me hago la comida o la pido, duermo siesta y me preparo para ir al centro. Llamo a un hombre que tiene un taxi y me ayuda a subir todos los paquetes. Luego los baja donde coloco mi puesto de ventas y finalmente me busca para traerme de regreso a casa.
Yo no molesto a mis hijos, no tengo enfermedades. Cuento con un aparato para controlarme la presión y un tubo de oxígeno que uso de noche, que tiene rueditas y hasta puedo trasladar por mi casa. Soy yo quien maneja las tomas de presión, quien revisa los niveles de oxígeno también.
- ¿Cuál es su relación con el deporte?
-Fui jugador de jockey sobre patines y entrenador. Participé en tres clubes: fui un jugador valioso del Atlético Club San Martín de 1957 a 1963; luego jugué en Casa de Italia y fui técnico allí. En 1978 la gente de Rivadavia vino un día a buscarme y me convertí en su técnico, ayudando a impulsar ese deporte en el departamento. Fui director técnico de la Selección Provincial Infantil de jockey sobre patines y recuerdo que le ganamos a San Juan. Tuve la suerte de entrenar a algunos varones de la familia Cairo, deportistas muy exitosos y siempre recordados.
Marcelo Cairo corría carreras en patines y competía junto a mis hijos. Acompañé la carrera profesional de Marcelo Cairo y la de mi hijo Gabriel Beningazza, que jugaba al jockey también. Gabriel estudiaba medicina y quiso probarse como jugador a Europa. Yo lo dejé ir recordándole que una profesión le daría la estabilidad económica necesaria para su vida y su futura familia. Fue a jugar un tiempo y luego regresó a terminar su carrera de traumatólogo infantil, que ejerce actualmente en Córdoba. Estuve relacionado con el jockey hasta los 80 años y el año pasado doné un par de botines míos al Museo del Atlético Club San Martín.
- ¿Qué piensa del futuro?
-Yo ya no tengo ilusiones, cuando me siento triste voy a mi taller, hago un avioncito o un autito y así me entretengo. Las tardes se me hacen muy largas...
En cuanto al futuro, veo que los jóvenes no tienen dónde formarse en distintos oficios. Desde hace mucho no existen los aprendices y tampoco hay chicos con ganas de ser carpinteros, ebanistas, electricistas o albañiles. No buscan aprender de la mano de alguien con experiencia y que pueda abrirles caminos. Además, ahora viene todo hecho: las puertas, los accesorios. Los que han sabido trabajar y a los que uno puede recurrir, se van muriendo y esas profesiones desaparecen.
- ¿Qué consejos nos daría para ser longevos?
-Yo cuando hago algo pienso que aún tengo 70 años. Otra cosa importante es que hay que comer para vivir y no vivir para comer, aunque soy de poco comer de todas formas. Pueden encontrarme con mis creaciones en el centro de San Martín, los espero...