El cuadro que estuvo en "todas" las casas de Occidente y al que se le atribuyen poderes sobrenaturales
¿Estuvo esta imagen en el living de alguna casa que frecuentaste? Hay una historia macrabra, un mito, que hizo que muchos lo quitaran de sus paredes. ¿Pero por qué todo el mundo lo tenía?
Existen muchos ejemplos a lo largo de la historia de desgracias atribuidas a seres vivos e incluso objetos inanimados. Gatos y perros sacrificados durante la peste bubónica para frenar los contagios, mujeres ejecutadas por brujería e incluso juguetes supuestamente poseídos.
Sin embargo, pocos causaron tanta conmoción como el cuadro de ‘El niño que llora', una obra que muchas familias en Inglaterra, y también en Latinoamérica y Argentina, adquirieron en la década 1980 y que pocos años más tarde sería tachada de ‘maldita'.
¿Cómo es que el sensible retrato de un pequeño con lágrimas bajando por su rostro acabó vinculado a historias siniestras?
En septiembre de 1985 el periódico británico The Sun publicó la historia del incendio de una casa en Rotherham, una ciudad al norte de Inglaterra, con el título ‘La ardiente maldición del niño que llora'.
Las víctimas del fuego eran Ron y May Hall, un matrimonio que por más de 20 años vivió en aquella casa con completa normalidad. La única anomalía dentro de la rutina de la familia fue la compra del particular cuadro en un almacén de cadena un par de semanas atrás.
Según explicó a los investigadores May Hall, tras adquirirlo colgó el retrato cerca a la cocina, en una pared que colindaba con la sala donde se reunían a descansar los fines de semana.
La mujer se encontraba al otro extremo de la vivienda cuando escuchó las llamas y corrió hasta la cocina; sin embargo, era demasiado tarde. El fuego había consumido buena parte de los objetos y solo restaba esperar ayuda para evitar que se propagara a otras viviendas.
Los bomberos que atendieron la tragedia aseguraron que, como era lógico, el mobiliario de la casa estaba parcial o totalmente destruido por las llamas. Muebles, cortinas, tapetes, todo menos un objeto: el cuadro del niño.
Curiosamente, uno de los hombres que trabajó apagando el incendio fue Peter Hall, hermano de Ron Hall, quien contó a ‘The Sun' que este no era el primer caso trágico con el cuadro como común denominador.
El bombero narró que solo algunos días antes habían acudido a la casa de una mujer llamada Jane McCutcheon, quien milagrosamente logró escapar de las llamas en su vivienda para solicitar ayuda. Al llegar al lugar y controlar el incendio encontraron prácticamente intacta una copia del retrato del niño.
La publicación de la nota en ‘The Sun' desató una avalancha de llamadas en toda Inglaterra. Miles de personas aseguraban tener el cuadro y haber presenciado en sus hogares ‘misteriosos accidentes'. Desde incendios hasta un par de personas que decían escuchar una ‘aguda y ligera voz proveniente del cuadro'.
Dora Mann fue una de las personas que se comunicó con el diario para contar su historia. La mujer aseguraba que seis meses después de la compra del cuadro fue víctima de un incendio que acabó con la modesta colección de copias artísticas que tenía en su casa. Todos quedaron hechos cenizas menos el inquietante retrato del pequeño con lágrimas bajando por sus mejillas.
Incluso uno de los lectores del periódico, quien aseguró tener en su casa la obra, dijo que no había sufrido percance alguno debido a que era ‘amable con el niño' y este le regresaba la gentileza dejando su vivienda en paz.
Para los investigadores de estos siniestros las explicaciones pasaban por cigarrillos descuidados cerca de cortinas, sartenes con temperaturas extremadamente altas o simplemente desperfectos en los sistemas de calefacción, pero no explicaron cómo es que las copias del cuadro parecían inmunes a las llamas.
Ciertamente ‘The Sun' aprovechó la histeria desatada por ‘El niño que llora' y les propuso a sus lectores algo sin precedentes: enviar a las oficinas del periódico todas las copias del cuadro que tuviesen en sus hogares para una quema masiva que los ‘liberara de la maldición'.
Pese a las voces que hacían un llamado a la razón, el diario adelantó toda la logística en sus oficinas para recibir los retratos y quemarlos en la parte alta del edificio. Las autoridades, sin embargo, se opusieron a tal iniciativa por el peligro inminente que implicaba. La idea, fuera de toda lógica para muchas personas, era evitar incendios, no ayudar a crearlos con una quema de tal magnitud.
‘The Sun' encontró en Reading, un pueblo ubicado entre Londres y Oxford, el lugar perfecto para el ‘exorcismo' de los más de 2.500 cuadros que recibieron. La fecha no podía ser más oportuna de igual manera: justo antes de la noche de Halloween.
Toda la teatralidad de la quema se publicó al día siguiente con el título "‘The Sun' acaba con la maldición del niño que llora". Muchas personas acusaron al editor del diario, Kelvin Mackenzie, de magnificar los incendios y ligarlos sin pruebas al retrato, pero la falta de conclusiones claras en las investigaciones adelantadas por las autoridades solo aumentó la leyenda.
¿De dónde viene ‘El niño que llora'?
Los trágicos incendios despertaron el interés de algunos en el retrato; sin embargo, la única pista para conocer más sobre su origen era una firma poco legible en la parte inferior.
En ella se alcanzaba a distinguir el apellido Bragolin, pero no existían registros de cuadros suyos expuestos en galerías de Inglaterra, por lo que expertos sugirieron que se trataba tal vez de un seudónimo.
Poco después las pistas surtieron efecto y hallaron al verdadero autor, su nombre era Bruno Amadio.
Nació en 1911 en Venecia, Italia, y durante sus primeros años se formó en Artes Plásticas. Su carrera se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó con el Ejército fascista de Mussolini y presenció los horrores del conflicto en el viejo continente.
La destrucción y el sufrimiento fueron la inspiración para comenzar a pintar una vez acabada la guerra. Se sabe que Amadio comenzó una serie de cuadros titulados ‘Los niños llorones', que eran en total 27 retratos de niños y niñas con la tristeza a flor de piel.
Los investigadores unieron puntos y descubrieron que, aunque en los incendios reportados predominaba el cuadro del mismo niño, existían otras copias de ‘Los niños llorones', pero con la histeria desatada el detalle había sido pasado por alto.
Las pocas señales del trabajo de Amadio llevaron a identificar una posible historia detrás del cuadro predominante en las tragedias.
Amadio habría visitado en los años de la posguerra un orfanato en Italia afectado por el conflicto, dónde habría encontrado inspiración en un pequeño de ojos tristes que encajaba perfecto en la serie de ‘Los niños llorones' y lo habría retratado. El orfanato, según apuntan versiones, se incendió y en el siniestro murió el niño.
La vaga historia fue comidilla para muchos que creían fervientemente en la maldición del cuadro, pero los vacíos y la falta de detalles una vez más aumentaban el tamaño del misterio.
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Los cuadros fueron reproducidos y distribuidos con amplitud a partir de la década de 1950 debido a su expresividad y sensibilidad. Por este motivo llegaron a Inglaterra y se hicieron populares dos décadas más tarde.
Amadio murió en Padua, Italia, en 1981, sin poder presenciar el revuelo generado por su ‘niño llorón', pero la historia y el misterio todavía rondan aquel retrato triste.