Lluvias que bendicen y castigan a la vez: Mendoza en febrero

Este es el mes de más lluvias en esta zona desértica y sus consecuencias se conocen, o deberían ser parte de la memoria. Justo un 9 de febrero, pero en 1998, Mendoza tuvo la jornada más lluviosa que recuerde, en un mes en el que precipitó casi lo mismo que en todo un año.

Las últimas lluvias que precipitaron sobre diversos puntos de Mendoza causaron destrozos, fundamentalmente, por la magnitud que alcanzó la fuerza desatada por las pendientes cuando la cantidad de agua supera la capacidad del suelo de filtrarla. Así, se ha visto cómo dos puentes sobre la ruta 40, que conectan el sur y e Valle de Uco con el Gran Mendoza, han sido afectados por la corriente en el arroyo Chañares, pero también otros desbordes de cauces, como el ocurrido en el ingreso a Malargüe, sobre la misma vía, por la caga del arroyo Pequenco.

Los dos puentes afectados entre Luján y Tunuyán son de diferentes épocas. El más afectado es antiguo. Desde las áreas técnicas recuerdan que el más viejo, construido en tiempos de la dictadura, tiene dos columnas y el nuevo, de 2015, tres. Valoran que si no se hubiera hecho un salto en el arroyo aguas arriba (enrocado) y el engavionado, los puentes habrían sido arrastrados por la corriente debido a la fuerza adquirida.

Febrero, ninguna sorpresa

Es que febrero es el mes de lluvias en Mendoza y esta provincia recuerda, precisamente, su condición de zona árida que, cuando la "bendice" la lluvia en cantidad, reacciona de la misma manera.

Es necesario recordar que en la noche del sábado, decenas de esos pequeños canales que se llaman acequias se vieron superados en su capacidad de contención de agua, sobre todo al recibir la descarga que bajaba desde el piedemonte, en donde la lluvia aportó un gran caudal extra sobre el ya precipitado sobre el Gran Mendoza.

Pudo apreciarse cómo arterias que comunican entre el este y el oeste se convertían en ríos y otras, perpendiculares a éstas, servían de dique de contención, con material de arrastre incluido.

Las estadísticas del tiempo recuerdan que lo que ocurre no es extraordinario: febrero es el mes más lluvioso para la seca Mendoza. Y así como vivimos reclamando agua, cuando la tenemos ocurre lo que pasa: solo hay que estar preparados, prevenidos y actuar a la altura de las circunstancias.

Los datos previos indican que en la noche del sábado e inicio del domingo pudieron haber caído alrededor de 30 milímetros de lluvia. Los datos del Servicio Meteorológico Nacional indican que el año que más llovió en este mes fue en 1998, con un total en el mes que prácticamente igualó al promedio anual: 186,2 milímetros. El día más lluvioso del que se tenga registro fue ese año, justo el 9 de febrero, con 70,5 milímetros de lluvia.

Lluvias que bendicen y castigan a la vez: Mendoza en febrero

Para bien y para mal

Por ello hay buenas y malas noticias con las lluvias. El desastre que provoca la voracidad del agua en la pendiente sobre suelos desacostumbrados a tratar con ella, y la recarga de los diques, que estaban antes de estas tormentas languideciendo y poniendo en riesgo no solo el riego agrícola, que a pesar de la sequía histórica ha seguido siendo servido, aunque en menor cantidad, sino la generación eléctrica, que estuvo a punto de interrumpirse.

Previo a este fin de semana, por ejemplo, el Departamento General de Irrigación hablaba del resurgimiento del embalse Potrerillos, que estaba al 78% de su capacidad, en notoria recuperación, y "solo 10 centímetros por debajo del año pasado".

El subdelegado de Aguas del Río Mendoza, Ricardo Nordenstrom dijo que "en el 2015 tuvimos 6 metros menos de lo que ahora posee Potrerillos. Lo que ocurre con el embalse es que se convierte en una especie de reservorio para nosotros, en el que acumulamos agua en la época en que el río trae más de la que necesitamos, para poder utilizarla en la primavera, cuando el río trae muy poca agua, mucho menos de la demanda mínima de la que requieren los diferentes usos". Hoy los especialistas empiezan a mirar en perspectiva críticamente la distribución descontrolada de agua en agosto/septiembre, cuya recuperación como reserva luego se torna difícil de remontar.

En definitiva: es el mes de más lluvias en Mendoza. Lo ha sido siempre y por ello hay que tener precauciones y estar listos ante situaciones como las que vienen ocurriendo, que no deberían sorprender sino poner a todos los sectores involucrados manos a la obra y en alerta previa.

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