Berni vs Berni, arte vs ilusión
Una analogía entre dos personas con el mismo apellido: Antonio y Sergio Berni, sin parentesco entre ellos, pero con mucho para decir, como aporte de Carlos Varela Álvarez a la comprensión de la realidad.
Un Berni nació en Rosario, se dedicó a la pintura y murió en Buenos Aires a la que le retrató sus caras, sus obreros, mujeres, y dejó murales en la Provincia y en la Ciudad como en la Galería Pacífico. Inventó personajes como Juanito Laguna y Ramona Montiel, y llegó a ser miembro de la Academia de Bellas Artes, se llamaba Antonio. Fue un hombre de viajes, aprendizajes y maestros. Fue también un hombre premiado. Sus biógrafos le reconocen un espíritu y obra comprometida con lo social. La expuso en el mundo y en Argentina. Berni, el rosarino por ejemplo diría: "Corría el año 31. Estaba haciendo estragos la crisis económica. La fila de desocupados estaba frente a la olla popular. El medio ofrecía un ambiente distinto del que yo terminaba de dejar en París. [.] Entonces empecé a hacer las composiciones de contenido social: en la 'Manifestación' y 'Desocupados'. Yo mismo era un desocupado".
Se ubicó en una izquierda interesante, dijo: "El Realismo Socialista no era más que un verismo vulgar, un retroceso forzado cuyo fracaso era más que previsible; no fue una formulación artística o doctrinaria, sino una ilustración», refiriéndose las improntas culturales enlatadas que venían entonces de la Unión Soviética, pese a que militó en las filas del Partido Comunista.
No fue prohibido por la dictadura militar y sus cuadros pintaron sobre Vietnam, el mayo francés, la segunda guerra mundial o la tragedia de Tlatelolco en México, entre otros acontecimientos históricos.Estableció un concepto ético e imprescindible para entender el progresismo auténtico. La idea del dominio público frente a la idea de que todo es del Estado, que como sabemos allí anida la idea siempre de un partido único y en realidad detrás de todo ello sólo hay dictador destinado a la eternidad. Antonio es de todos, es público no estatal, no tiene dueño, he ahí su legado.
El otro Berni es nacido en la provincia de Buenos Aires; militar retirado, médico, abogado, campeón de karate, buzo, rescatista dicen sus títulos en su biografía conocida. No se le conocen libros publicados u abras artísticas, sí exhibiciones públicas o ingresos a escenas del crimen y como siempre con auto referencias y presencia mediática.No tiene miedo a las cámaras ni a las palabras, enfrenta a cuerpo descubierto la metralla de los periodistas y recorre en su moto la provincia de Buenos Aires.
Dice admirar a Rudolph Giuliani, el de la tolerancia cero de Nueva York y anda calzado. Se reconoce soldado de una sola mujer.Antonio ha dejado sus obras, sus ideas, sus murales, un horizonte y el desafío de recordar la realidad social a la pertenencia de todos.Sergio recorre los sets de televisión y se proclama como la solución de uno de los problemas más grandes de nuestra sociedad en uno de los lugares más complejos de habitar.
Antonio Berni fue un artista y su obra está ahí para ser apreciada, criticada, admirada pero nunca para la indiferencia del pueblo, su destinatario.
Sergio Berni es un personaje construido en las pantallas, como tantos otros que prometen la eterna abracadabra esposada a problemas sistémicos y complejos, que no dependen de una sola persona y que merecen la convocatoria más amplia.
Antonio Berni posiblemente permanecerá vivo mientras haya memoria y lugares que recuerden y exhiban su obra y su compromiso. No hay pueblo que sea intolerante con la excelencia, ahí está Mercedes Sosa o el extraordinario arquitecto Oscar Niemeyer en Brasil.
Sergio Berni depende del zapping. Su enemigo acérrimo es el click. En este Berni su pericia consiste en que vive en las tragedias que no evita y las escenas de crímenes que pisa, seguramente será olvido apenas aparezca otro con su mismo discurso y mejor sonrisa a diente batido. Gardel hubo uno solo.
El rating no es arte, es sólo la fábrica de la instantaneidad. Es olvido.Antonio sigue pintando la realidad a pesar del blanco y negro de Sergio.
EL AUTOR. Carlos Varela Alvarez, abogado.