C. Lombardi

Obispo republicano, un oxímoron

El abogado Carlos Lombardi respondió a una cadena de tuits del obispo Sergio Buenanueva, de la que Memo se hizo eco días atrás.

Carlos Lombardi

En un nuevo acto de hipocresía el obispo católico residente en San Francisco, Córdoba, emitió su opinión, esta vez, referida al debate que los candidatos a la presidencia llevaron a cabo.

Como nos tiene acostumbrados, hizo gala de su rol diletante en la materia fingiendo respeto a los valores republicanos, a la igualdad ante la ley y al pleno ejercicio de los derechos humanos.

De la lista de tuits que Memo publicó, interesa extraer algunos de ellos, para destacar el crónico índice de fingimiento del que hace gala este subsidiado por el Estado. Veamos.

1. "El #DebatePresidencial forma parte de la cultura de la democracia. Las palabras expresan ideas, convicciones y emociones. Los ciudadanos queremos saber".

Este derecho a la información que el obispo exige es el mismo que la institución que integra les niega a quienes osen ejercerlo, dentro o fuera de ella. Basta con compulsar los expedientes donde constan los procesos judiciales que actualmente se ventilan en los tribunales del Estado contra la iglesia católica, sean por abusos sexuales, vulneración al derecho a la información fundada y conocer la verdad, o por violencia de género en su modalidad institucional.

Habrá que recordarle al subsidiado que su propia iglesia pidió a la Suprema Corte de Justicia de Mendoza que avale - mediante un acto jurisdiccional -, la violación al derecho a la información, amparado en un esperpento legal llamado Concordato.

2. "Estoy de acuerdo con Del Caño: ´Iglesia-Estado, asunto separado´. Que el Estado se dedique a lo suyo. Los ciudadanos libres vivimos nuestros valores religiosos en una sociedad libre, plural y abierta".

Jugando al buen alumno laico, finge valorar un principio legal, político, social y económico que nutre las democracias y sistemas republicanos consolidados: la laicidad.

Si hay algo que los clérigos católicos y en especial la "jerarquía" desprecian es la laicidad como principio rector que garantiza la libertad de pensamiento, conciencia e igualdad ante la ley, sin privilegios para nadie.

Privilegios que en la Argentina la iglesia del prebendario obispo disfruta, asentados en cuatro pilares: art. 2 de la Constitución Nacional; Concordato de 1966; Código Civil y Comercial de la Nación (art. 146); conjunto de leyes de la dictadura militar de 1976 en materia económica.

La enemistad hacia la laicidad se observa claramente en el plano de la autonomía ética de los ciudadanos y ciudadanas. No la soportan. Y es un estandarte de su vetusta ideología, llamada Doctrina Social de la Iglesia.

Puede leerse en el Nº 571: "La doctrina moral católica... excluye netamente la perspectiva de una laicidad entendida como autonomía respecto a la ley moral...".

Y sigue la ideología: "En efecto, la "laicidad" indica en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que emanan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, aunque tales verdades sean enseñadas al mismo tiempo por una religión específica, pues la verdad es una".

Cualquier parecido a una concepción totalitaria no es casualidad.

"Que el Estado se dedique a lo suyo", sostiene el preboste. ¡Claro que sí! Y debería haber agregado que su iglesia no se entrometa en asuntos de la sociedad laica por no tener competencia, ni siquiera en materia ética.

3. Finalmente sostuvo: "Después de este primer #DebatePresidencial2019 releo un discurso del papa Francisco". Y cita una parte donde el jesuita hace gala de su demagogia: "La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común".

La cursilería de la diaconía laical, según la ideología clerical, también padece el verticalismo. Por encima de ella está el perverso ejercicio del "poder divino" como servicio que el ministro ordenado ofrece a la Iglesia a la que dio vida. No puede haber ninguna oposición entre poder y servicio. El poder es el mayor servicio, en palabras del teólogo belga José Comblín.

Agregaba el experto: "Es evidente que esta identificación entre poder y servicio no viene del Nuevo Testamento. Ella procede de la ideología imperial. En esta ideología, todo poder es positivo porque todo poder es servicio a la sociedad. "Dominar para servir", es la definición de todos los colonialismos..." (https://www.atrio.org/2015/03/sobre-el-poder-en-la-iglesia-por-jose-comblin-1923-2011-in-memoriam/).

En la Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, el estamento clerical se saca la máscara y muestra su verdadero rostro.

El documento dirigido a los Obispos de la Iglesia Católica y, de especial modo, a los políticos católicos y a todos los fieles laicos llamados a la participación en la vida pública y política en las sociedades democráticas, es una especie de manual del borrego que deben utilizar aquellos católicos que actúen en política.

Sí o sí tienen la obligación de defender los intereses del estado extranjero Santa Sede, en desmedro de las necesidades e intereses de la república y la sociedad (plural), argentina.

El pto. 3 es un auténtico monumento al fascismo, versión clericalizada: "... la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. Si el cristiano debe «reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales», también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son "negociables".

La iglesia católica se arroga la facultad de decirle a las democracias qué temas se negocian y cuáles no.

Dejemos el tuit referido a la educación porque causa vergüenza ajena. Aunque es esa misma educación (laica), la que le falta al obispo para poder hablar con coherencia respecto a qué es lo que debe hacer el Estado y cómo debe comportarse la sociedad.

Terminemos con una joya del respeto a la república, a las instituciones democráticas, a las libertades y derechos civiles, de las que se jacta el obispo de San Francisco. Corresponde a la contestación que el apoderado del Arzobispado de Mendoza hizo en un juicio por violencia de género: "Niego expresamente que el Arzobispado de Mendoza, por su condición de persona jurídica pública, tenga la obligación de cumplir y ajustar su estructura, organización y funcionamiento al Estado Constitucional de Derecho, al que estamos sometidos todos. Es persona jurídica pública no estatal, regida por su propio derecho, según el artículo 147 C.C.C.N. y el Acuerdo con la Santa Sede" (Autos Nº 303.957 caratulados "Q.Y.H. C/ A.M. P/ DAÑOS DERIVADOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO").

Las opiniones del obispo en cuestión, sumadas a semejante declaración en un proceso judicial, traen a la memoria aquella célebre frase de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".

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