George Floyd
Un importante análisis del politólogo español radicado en Estados Unidos Roger Senserrich, difundido por Politikon.es, que pone en foco la situación ante el asesinato policial de George Floyd.
Odio escribir estos artículos.
Desde que empecé a escribir sobre política americana, hay dos temas sobre los que he escrito repetidas veces a lo largo de los años, siempre de muy, muy mal humor. Por un lado, tenemos los tiroteos masivos, esas tragedias recurrentes que vemos en este país de locos. Sandy Hook fue aquí en Connecticut, cerca de donde creció mi mujer; conocía una de las víctimas de cuando era pequeña. Por otro tenemos los disturbios urbanos, casi siempre después de que un policía blanco mate un hombre negro desarmado cuando alguien tiene una cámara cerca. Lo que contaba aquí, aquí, y aquí sigue siendo operativo hoy, sin demasiadas diferencias.
George Floyd es el último nombre, otro más a añadir a la larga lista de violencia policial.
La policía en muchas ciudades de Estados Unidos es sistemáticamente racista y tiene un grado de impunidad inaudito en una democracia moderna en caso de abusos, mala conducta, u homicidio de la gente que deberían proteger. No quiero abrumaros con gráficos y estadísticas, pero este es un país donde la policía mata unas 1.100-1.100 personas al año (en Alemania no pasan de 10). Los afroamericanos tienen una probabilidad muchísimo más alta de morir de esta manera, de ser parados sin pausa, de ser detenidos y encarcelados, y de ser maltratados en custodia policial. Esto no es una cuestión de pobreza, mayor criminalidad, o historias parecidas; quien niega la realidad del racismo policial en este país o es racista o está ignorando la realidad.
Empeorando el problema, la legislación federal y jurisprudencia del supremo sobre malas conductas policiales es muy restrictiva, algo que hace casi imposible que un agente sea acusado y condenado penalmente. La administración Obama, tras Ferguson y Baltimore, implementó varias reformas para aumentar el control federal por violaciones de derechos civiles por policías. Trump las ha desmantelado casi por completo.
Minneapolis, la ciudad donde empezaron esta vez, es un ejemplo especialmente brutal de estas conductas. Las ciudades gemelas (Minneapolis y Saint Paul) son a menudo mencionadas como ejemplos de ciudades progresistas y bien gestionadas del medio oeste americano, parte de la vieja tradición progresista de la región. Son también ciudades con niveles de segregación racial y desigualdad extraordinarios, y con un departamento de policía con una larga fama de brutalidad y total desprecio por cualquier intento de controlar a sus agentes. Derek Chauvin, el presunto asesino de George Floyd, llevaba 18 quejas formales por abusos, racismo y conductas violentas, algo habitual en el cuerpo, sin ninguna consecuencia profesional. El gobierno federal y las autoridades estatales llevan años intentando mejorar las medidas de control interno del cuerpo, sin éxito.
Parte del problema del departamento de policía en Minneapolis, igual que en muchas otras ciudades del país, es que el sindicato que representa a los agentes es poco menos que un club de fascistas irredentos. Bob Kroll, su presidente, es un trumpista furibundo que ha sido acusado de ser un supremacista blanco en múltiples ocasiones y tiene un largo historial de problemas disciplinarios. El cuerpo protege celosamente a todo aquel agente que sea acusado de malos tratos, tiene el mal hábito de discriminar a agentes de color (el jefe actual es negro, y puso un pleito al departamento sobre ello), y tiene un contrato que hace poco menos que imposible que cualquier autoridad civil tome medidas disciplinarias contra nadie.
El caso de George Floyd, sin embargo, ha sido demasiado obvio, incluso en Minneapolis. Las protestas ciudadanas, al principio pacíficas, empezaron el mismo día. El departamento despidió inmediatamente a los cuatro policías que aparecen en el video de su muerte; la fiscalía ha acusado de homicidio en tercer grado al policía que le ahoga.
Lo que ha sucedido después en la ciudad es conocido. Las protestas pasaron de pacíficas a violentas, con la policía perdiendo el control de forma un tanto inexplicable. Después de dos noches de violencia y saqueos, el gobernador tuvo que enviar la guardia nacional (reservistas del ejército) para imponer el orden. Ha habido voces que han señalado que el MPD hizo entre muy poco y nada para detener el caos, hasta el punto de permitir que una comisaría fuera tomada e incendiada por manifestantes, en protesta (silenciosa) ante esos despidos. No sería la primera vez que sucede (en Baltimore el departamento de policía dejó de detener a gente de un día para otro tras la detención de los policías involucrados en la muerte de Freddy Gray) y no será la última.
Lo que ha sido distinto es cómo las protestas han crecido por todo el país, y la reacción de la policía y manifestantes en muchas de ellas. La policía ha detenido a periodistas en muchas ciudades (en Minneapolis, incluso a un equipo de CNN mientras emitían en directo), agredido o incluso disparado balas de goma a reporteros (incluso mientras emitían en directo). Han apaleado y abusado a manifestantes pacíficos delante de las cámaras una y otra vez. No me voy a meter con rumores y conspiranoias de infiltrados, agitadores y demás porque salen siempre que hay jaleo, pero anda que no han circulado videos extraños estos días. En muchas ciudades, las protestas han sido pacíficas (en Connecticut, un estado con sus "tradiciones" de brutalidad policial, no ha habido aún jaleo), pero en muchos sitios, demasiados, han acabado en golpes, incendios, vandalismo y saqueos. Un tercio de los estados del país ha movilizado la guardia nacional. El país está en llamas.
¿Sirven estas protestas violentas para algo? Muchos conservadores y progres bienintencionados están diciendo estos días que la muerte de Floyd es una tragedia, el racismo policial debe ser solucionado y las protestas son legítimas y necesarias, pero que la violencia hace daño a la causa. Los manifestantes deben parar de quemar cosas y tirar piedras a la policía, e imitar a MLK y Gandhi, que esos sí sabían.
Quizás, si viviéramos en un mundo mejor. La realidad es que esta clase de muertes no son inusuales, en Minneapolis llevan protestando contra la violencia policial desde hace años, sino décadas, todo el mundo sabía que el departamento era un nido de cafres, pero hasta que no se empezaron a quemar cosas, nadie les prestó atención. La violencia será todo lo condenable que queráis, pero CNN nunca envío un jodido periodista a cubrir los 17 ejemplos anteriores en los que Chauvin cometió una salvajada mientras estaba de servicio, y sus 17 víctimas anteriores vieron como el tipo seguía con placa y arma reglamentaria paseando por la ciudad.
Hace unos años, sobre Baltimore, hablé sobre como los disturbios son una estrategia de castigador altruista, con los manifestantes imponiendo costes a terceros (violencia) sin extraer ningún beneficio personal en el proceso. Ta-Nehisi Coates decía algo similar (y mucho mejor escrito) esos días. Me cito:
¿Quiere decir que estoy apoyando los saqueos, disturbios e incendios? No, en absoluto. Los disturbios son violencia, y la violencia no tiene cabida en democracia. Los vándalos deben ser detenidos y castigados. Infligir dolor a inocentes es despreciable, injusto e inaceptable. Que sea inaceptable, sin embargo, no quiere decir que no sea una reacción comprensible, incluso perversamente racional, a un problema de opresión permanente. Colocar a un grupo en una posición tan insostenible como para que estén dispuestos a tomar este paso es, en el fondo, una forma de violencia.
Hoy, no estoy tan seguro de que todo esto sea tan condenable.
George Floyd intentó pagar algo en una tienda con un billete de $20 falso, y diez minutos después estaba muerto. Hablamos de décadas de violencia policial, décadas de quejas, y nadie hace nada a pesar de que los palos siguen cayendo y los activistas siguen protestando. Quizás de vez en cuando hace falta quemar cosas, la verdad.
Estoy triste, triste y cabreado. Y muy harto. No me hagáis demasiado caso.
Mañana hablamos de las consecuencias políticas de todo este desastre.
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