Análisis

La infalibilidad del "sumo presidente"

Gabriel Conte analiza las incongruencias entre el liberalismo y la negación de cualquier crítica, en un escenario político enrarecido y copado por exageraciones berretas.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

El gobierno nacional se festeja encima, todo el tiempo. 

Al no permitir que nadie que no coincida al 100% con él, cierra cualquier posibilidad de analizar los temas. Si no, hay que ver lo que le pasa a la vicepresidenta Victoria Villarruel: piensa igual que Javier Milei, milita las mismas cosas, más por el costado conservador que por el liberal, pero no se le admite que quiera compartir cartel.

Imaginemos la actitud hacia afuera: no admiten fisuras, no aceptan errores, no reciben consejos. Hay mucho de misticismo autoritario al estilo del Vaticano, algo que el propio Alberto Benegas Lynch (h) despreciaría de plano, eso de la "infalibilidad" que tiene el pontífice para los católicos. 

De tal modo, Milei es considerado por sus adláteres no como un presidente republicano y liberal, sino como un "santo padre" y, como tal, infalible al difundir la doctrina que dice representar.

Por definición e historia, la infalibilidad papal es un dogma de la Iglesia católica que establece que el papa no comete errores cuando emite enseñanzas dogmáticas sobre temas de fe y moral. "Esta enseñanza se considera infalible porque se realiza bajo la guía del Espíritu Santo", señala la Iglesia.

El dogma de la infalibilidad papal se aprobó en 1870 en el Concilio Vaticano I, con la constitución apostólica Pastor Aeternus. El Papa es infalible cuando habla "ex cathedra", es decir, desde su posición de autoridad como "pastor de la Iglesia universal".

La infalibilidad papal es una verdad de fe, por lo que en la iglesia católica no se permite discutirla y se debe acatar y obedecer incondicionalmente.

La infalibilidad papal se basa en la promesa que Jesús hizo a Pedro de que tendrá una especial asistencia. Sin embargo, la Escritura no fundamenta la base para la infalibilidad papal.

Eso le pasa a Milei: sus mentores, como el citado Benegas Lynch o su ultramencionado Juan Bautista Alberdi, dejarían pasar tal concepto y actitud consecuente, que se les permite a sus seguidores fanáticos (que, por otra parte, son los únicos retuiteados por el Presidente, no así los dudosos o quienes lo apoyan desde afuera de su espacio).

Tampoco abre el juego a ello, por cierto, la Constitución argentina. 

Lo que resta resolver es si se trata de una escenificación política en donde el caudillismo siempre "garpa" en América Latina y, en la Argentina hemos tenido bastante de ello hasta "anteayer" no más, o bien del germen de un autoritarismo nuevo y, como tal, repudiable y combatible legítimamente.

Son muchos los dirigentes que insisten en que Milei "no se deja ayudar" e insiste en fomentar fuerzas totalmente disciplinadas a él o lo que es lo mismo, a su hermana Karina.

Inexpertos, puede ser que esta característica que va in crescendo sea producto del miedo a que el mecanismo de péndulo político se active y puedan ser borrados en el futuro por un retorno de lo que derrotaron. Pero, a la vez, sorprenden que alimenten la polarización con Cristina Kirchner, lo que le da rodaje electoral y, por contraposición, ambos se benefician.

En el medio hay exageraciones: el kirchnerismo académico se alteró por demás cuando unos pizzeros anarcocapitalistas de Potrerillos festejaban el triunfo de Donald Trump y cruzaron puteadas. Como consecuencia, los investigadores del Conicet y de la Universidad de La Plata "buchonearon" al fanático libertario a la policía y hasta hubo comunicados responsabilizando al mismísimo Milei del incidente. Página/12 llegó a hablar -aprovechando el incidente- de una escalada del ridículo "brazo armado de La Libertad Avanza", lanzado por un influencer y funcionario días antes, como si en Argentina no hubiera suficiente parangón en la historia con la Triple A o Montoneros para ver que esto era una huevada.

Así se mueve la política, entre exabruptos, con escasa cabida para que surjan y tallen estadistas, si los hay, si quedan.

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