Opinión

Si no le gusta el modelo chileno, no lo tome y ofrezca uno propio que funcione

Chile no pide ser ejemplo de nada, por lo que la crítica fácil viene a menospreciar el esfuerzo y el costo que significa tomar decisiones difíciles para cambiar una realidad.

La idea de tener un mirar un modelo ajeno o un ideal, significa que el estado en el que nos encontramos no es el óptimo para cubrir nuestro desarrollo. Mendoza no es la excepción y, como toda la Argentina, mira mucho hacia afuera para pensar en un camino a medida a aplicar al modelo local que está en déficit.

En ese contexto, están los que se molestan por la mirada, o el uso como ejemplo, de los modelos externos y cuestionan los logros que desde acá se destacan fuera de las fronteras del país o de la provincia. Sin embargo, el problema es que en su afán -muchas veces por cuestiones políticas- de bajarle el precio a los modelos que se buscan seguir, se cae en el menosprecio.

Usualmente, los modelos más utilizados son los de Chile y San Juan, en muchas materias, pero en los últimos días en torno al desarrollo minero y los beneficios que puede generar la actividad.

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En este caso, desconocer el avance de Chile y el rol que tuvo la industria minera (que se puso al tope de la actividad a nivel mundial), cae en la mala inteción. Pero más allá de eso, criticar un modelo y decir que Chile es muy lindo para las vacaciones, pero que no lo quieren de modelo de nada, es menospreciar.

Mirar en menos lo que se hizo, es no respetar el costo que tuvo que pagar un país para poder avanzar desde una situación crítica a una mejor, que quizás no resulta ideal, pero que no puede desconocerse que mejoró la vida de millones de personas. No fue fácil, no fue de un día para otro y se aprendió en muchos momentos pegándose contra la pared. Lo digo porque me tocó vivirlo, no fue que alguien me lo contó.

Chile, redujo la pobreza entre 1990 y 2017 de un 68,5% a un 8,6%, tendencia que se rompió con la llegada de la pandemia, cuando subió al 10,8%. Una clave para que eso se lograra fue la presencia de políticas de Estado, por encima de los colores políticos. Hoy, justamente, es lo que desde muchos sectores se reclama, volver a lo que hizo que el vecino país creciera y tomara el rumbo que tiene hoy.

En ese camino, la minería es y seguirá siendo fundamental. Lejos de presentar problemas, el concepto que tiene claro la industria minera es el de presentar soluciones. Por ejemplo, en la actualidad Chile tiene 23 plantas desalinizadoras en su borde costero y el 80% son de las empresas mineras. En ellas encontraron una solución al problema del suministro de agua para sus faenas, incluso, dejando de utilizar permisos vigentes de agua continental. Lo hicieron sin quejarse, sin hacer ruido y no pidieron que el Estado les hiciera el trabajo.

Entonces, cuando se menosprecia un modelo o una forma de hacer las cosas, lo primero que se tiene que hacer es mirarse hacia adentro. Ver si en el lugar en el que estoy parado, estamos haciendo algo mejor que lo que estoy criticando. Tomando el ejemplo anterior, tendría que ver si en mi actividad se hace un uso del agua medianamente cercano al que le da la minería al recurso hídrico. Si se cuida, no se desperdicia y se justifica la cantidad que utilizo en el retorno que entrego a la comunidad.

Lograr un objetivo no es una cuestión simple, se requiere esfuerzo y mucha decisión, por lo que llegar a un modelo que me lleve a esas metas no resulta nada menor, porque sabemos que todo proceso va a tener un costo. Sin embargo, están los que creen que hay soluciones mágicas, como una mágica billetera estatal interminable, con la que todo es posible moviendo un poquito de aquí para allá y viceversa.

Chile nunca, y me imagino que tampoco San Juan, pidió ser tomado como ejemplo de nada. Sólo comenzaron a tomar medidas para cambiar una realidad que les resultaba difícil. Si alguien los toma como ejemplo es cosa del que los nombra, pero respetar lo que hace el otro es una cuestión básica, porque no sabemos cuánto está costando empujar para llegar a las metas.

Mendoza, y la Argentina en general, tiene todo para generar un modelo propio y empujarse hacia una realidad mejor, tomando lo bueno de lo que otros hicieron y dejando de lado lo que quizás no resultó del todo bien. Para eso no es necesario menospreciar a nadie, sino todo lo contrario. Con una experiencia mejorada, y sin pedirlo tampoco, podemos resultar útiles para otros que buscan cambiar su realidad.