Educación

17 de septiembre, Día del Profesor

José Jorge Chade ofrece en esta columna algunos indicios en torno al ejercicio de la noble tarea de la enseñanza, ad portas del Día del Profesor en Argentina.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

Ser profesor no es una profesión fácil, sobre todo hoy en día. Ser profesor requiere verdadera vocación. Enseñar es transmitir conocimientos y el verdadero éxito se consigue cuando un profesor transmite también pasión por lo que enseña. En este día tratemos de averiguar cuáles serían las cualidades perfectas de un profesor:

Muchas veces nos hemos preguntado qué características debe tener un profesor para ser considerado realmente bueno. ¿Existe un perfil del profesor ideal? ¿Cuáles son los aspectos que definen su bondad? Lo que vamos a hacer ahora será tratar de enumerar todas esas características que pueden hacer especial a un profesor.

Ciertamente, un buen profesor es aquel que hace su trabajo con extrema pasión. Sólo a través de la pasión es capaz de transmitir a sus alumnos el interés por la materia y de engancharlos. Pero un buen profesor es también aquel que interactúa con sus alumnos en otros frentes y temas sociales. Ser profesor hoy significa tener competencias profesionales que van más allá de los ámbitos didácticos tradicionales. Hay que ser capaz de comprender los problemas de los jóvenes, tener habilidades interpersonales, resistencia a la fatiga, saber cooperar, saber comunicar, pero también escuchar.

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Deducimos, entonces, que la competencia disciplinaria es una entre las muchas necesarias, pero no la única.

Empecemos por las competencias disciplinarias y, por lo tanto, por su capacidad para ser profesor. Empecemos, pues, por la capacidad de explicar bien.

Saber explicar bien

Saber explicar bien y con autoridad: ésta es sin duda una de las principales características. Está claro que un profesor que enseña bien es un valor añadido, pero no es suficiente si no va acompañado de autoridad y de la gestión de la relación. Este requisito también servirá para captar la atención de aquellos alumnos que, por un motivo u otro, no están acostumbrados a mantener su atención de forma constante.

Saber gestionar la clase

Otro elemento imprescindible para poder entrar en el Olimpo de los mejores profesores. Además de las habilidades docentes, también es importante saber gestionar la clase. Captar la atención, hacerse respetar y ser capaz de implicar a todos los alumnos en sus actividades durante la clase. Una clase que está toda del lado del profesor le coloca en una posición ventajosa para realizar su tarea.

Hacer cumplir las normas: el caos y la confusión no encajan bien con el horario escolar y de clase. Evitar este ambiente en el aula es tarea del profesor, que debe tener autoridad y la actitud adecuada para tratar con los alumnos, haciéndoles respetar las normas. Hacerse respetar es un elemento esencial para una persona que desempeña este trabajo.

Saber involucrar a la clase

Involucrar y gratificar: Estos elementos van de la mano del anterior. Involucrar a la clase en su trabajo también debe ir acompañado de gratificación porque los alumnos lo están haciendo con compromiso y respeto. Señalarles que se están involucrando y trabajando bien no hace sino aumentar su autoestima y el respeto hacia el profesor.

Motivar para estudiar

Motivar a los alumnos para que escuchen y estudien: una de las tareas más difíciles para un profesor, pero imprescindible para ser considerado entre los mejores. La habilidad del profesor debe ser de cierto nivel para que la explicación enganche a fondo a los alumnos y les motive a comprometerse cada día.

Crear un clima sereno

Este aspecto puede verse y analizarse en varias facetas. Una primera interpretación puede vincularse al punto que vimos anteriormente, a saber, mantener un clima sereno, limitando la confusión y el caos. Otra interpretación es la de un clima sereno desde el punto de vista de la tensión sobre el asunto y su evaluación. No hay que crear una tensión injustificada hacia la asignatura, sino procurar que los alumnos no tengan que temer ni los deberes ni las preguntas, para que los hagan con total serenidad.

Ayudar a crecer

He aquí las tres últimas características para ser un buen profesor:

Ayudar en el crecimiento: el profesor debe ser también un puente entre la educación y la futura inclusión en la sociedad de sus alumnos. El profesor proporciona una ayuda importante en esta fase de crecimiento, sobre todo si va a tener la misma clase durante varios años.

Contribuir al desarrollo de las cualidades

Desarrollar sus cualidades y talentos: al tener a los niños y/o jóvenes en sus manos todos o casi todos los días, también tendrá que ser hábil para reconocer sus cualidades y talentos. Respetar la originalidad de cada uno de ellos. Cultivar estos aspectos les ayudará de cara al futuro y a su autorrealización.

Los méritos del profesor ideal

En esencia, el profesor, el maestro tiene cinco méritos:

1. Un conocimiento completo de la materia que enseña y no sólo eso. Un profesor ideal es una especie de "enciclopedia llena de información sobre cualquier tema que pueda interesar al alumno".

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2. Una gran empatía y conocimiento de sus alumnos para establecer con ellos una relación basada en el respeto y el cariño mutuos. Un buen profesor es aquel que consigue ganarse el corazón de sus alumnos.

3. La capacidad de inspirar a sus alumnos a ser mejores a través de la positividad. Sentirse motivado por el profesor no hace sino aumentar la autoestima del alumno y reforzar su confianza.

4. La capacidad de inculcar el deseo de estudiar y aprender, de ir más allá de los límites que nos impone nuestra cabeza. Un profesor que respeta y conoce a sus alumnos consigue que superen límites y barreras mentales que de otro modo no superarían.

... y la dote más importante:

5. Confianza en sus alumnos. Mucha gente habla de este último punto y es lo que nos hace darnos cuenta de lo importante que es para los alumnos. Establecer una relación de confianza mutua es lo que todos los alumnos desean.

Por ello, el profesor debe ser un excelente observador y tener aptitudes para la investigación. Atento a los cambios económicos y sociales, con una mentalidad abierta. El educador tiene la ardua tarea de impartir no sólo conocimientos, sino habilidades cooperativas, metacognitivas y de resolución de problemas.

En resumen, los formadores deben enseñarnos "cómo pensar" y no "qué pensar". Deben ayudarnos a desarrollar el pensamiento crítico.

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Lo que no debe faltarle al profesor ideal

Un profesor ideal no debe carecer del sentido del humor

Se trata de una cualidad importante que permite enganchar a los alumnos con la ventaja de crear un ambiente más agradable, aliviar tensiones y hacer las clases más atractivas.

Trabajo en equipo

Gestionar un aula también significa trabajar en equipo con el fin de perseguir un objetivo común, el del aprendizaje.

Pasión

Siempre hemos dicho que la pasión es la base de cualquier trabajo bien hecho.

Una persona capaz de motivar a los alumnos para que aprendan, pero también de enseñarles a aprender, es un gran activo. Transmitir los conocimientos propios transmitiendo un método de estudio sólido es también un valioso legado para estudios posteriores.

Sensibilidad

El profesor ideal es un director que conoce a sus músicos. Sabe que cada uno de ellos tiene su propia personalidad que hay que potenciar y reforzar día a día, en el respeto de los tiempos y de los ritmos individuales.

Equilibrio

¿Demasiado estricto o demasiado permisivo? El profesor ideal debe ser capaz de encontrar el equilibrio entre autoridad y flexibilidad. Su figura, por muy sensible que sea, no puede confundirse con la de un amigo polifacético.

Saber escuchar y tener capacidad de respuesta

Más allá del currículo, una buena relación con el profesor pasa por el desarrollo y el cuidado de la comunicación. El profesor debe tener siempre presente que debe "ser un experto de la relación"

Profesionalidad

Una actitud profesional suele marcar la diferencia. Los profesores que sólo quieren ser amigos rara vez consiguen ganarse el respeto que exige su función.

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