La Picada

Parásitos y truhanes en la política, y "La Cosa", película de miedo

Perlitas y datos de la política de Mendoza, con "la amenaza" que representa La Libertad Avanza para todo el esquema partidario, aun sin que ellos sepan qué y quiénes son.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Una inquietante película de 1982 que se llamó "The Thing", "La cosa", también conocida como "El enigma de otro mundo", dirigida por John Carpenter y escrita por Bill Lancaster, basada en una novela de 1938 de John W. Campbell Jr. mostraba cómo una forma de vida de otro planeta avanzaba sigilosamente cobrando vida tras imitar a otros organismos, a los que asimilaba para actuar como ellos.

No fue una gran película, pero sí logró meter miedo. El caracú del logro estaba en la potencialidad de que algo inesperado, que llegara desde un lugar desconocido y en el momento menos pensado, arrasara con la vida tal como se la conoce.

Pues eso es La Libertad Avanza, según varios estudios que intentan identificar su origen, comportamiento y características. Y no lo consiguen.

Es que esta "cosa", la nuestra, la argentina, que ya gobierna, ha logrado asimilar a varias fuerzas políticas y subsumirlas a su control, cual parásito. En su tarea ha adquirido una legitimidad inusitada: primero, por haber ganado las elecciones; luego, porque el resto de la "humanidad" política del país había perdido la confianza masiva y, por lo tanto, con notable facilidad, este ímpetu "extraterrestre" resultó bienvenido en medio de una puja de miedos, el pánico a que todo siguiera siempre igual que como estaba, y el temor al cambio, siempre latente.

No sabemos cuál será el resultado de su imperio sobre la faz de las pampas, pero sí hay indicios: cambios rotundos en el corpus normativo precedido de una forma de plantear las cosas con un discurso tajante y definitivo ("violento", por ahí, está muy desgastado como calificativo, y le queda grande después de que "violencia", en Argentina, fuera directamente, matar, desaparecer, fusilar).

El partido de Javier Milei está en formación y, de hecho, tiene muchas versiones de sí mismo. Ya dejando la película de lado -que puede servir solo como marco para comprender la sorpresa y el miedo- su construcción parece ser más movimentista - pasional que organizativa - institucional. 

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Se nutre de respaldos espontáneos y que, por ello, muchas veces se vuelven efímeros al extremo, casi como si se tratara de la política en reels de TikTok y poco más que eso, de satisfacción momentánea y disconformidad inmediata posterior. De ello dan cuenta todos los que van quedando en el camino y que ayudaron a Milei a llegar a donde está.

En Buenos Aires, hablemos de economistas como Carlos Rodríguez, o incorporaciones desde la vida cotidiana como Carolina Píparo, que pasaron del amor al espanto, entre tantos otros, o en Mendoza con casos menos populares pero reales, como Gastón Pescarmona y José Caviglia, relegados por "la cosa" hasta la irrupción de un clan familiar que camina a tontas y a locas por la actividad política e institucional, como son los Arrieta. Ellos mismos tuvieron una competencia para inscribir el sello de LLA - La Libertad Avanza en Mendoza y un dedo desde la Casa Rosada, el de la opaca hermana del Presidente, Karina Milei, decidió todo hasta que la diputada nacional Lourdes Arrieta implosionó víctima de sus propias contradicciones. Ahora aquí se habla de la tercerización de LLA en otro partido, el PD, que ya le sirviera a Milei para ser candidato cuando no tenía uno propio. De allí el pase simbólico del diputado nacional Facundo Correa Llano, a quien le darían la chance de intentar darle organicidad a "la cosa" de Milei en Mendoza... aunque Omar De Marchi y su festival de la rosca intentan exactamente lo mismo, pero con otros métodos: parasitar al mileísmo hasta conquistarlo como herramienta en beneficio propio.

Una de las conclusiones posibles es que, al final, está pasando con la "fuerza sorpresa" o "nueva política" que consigue un atajo hacia lo viejo. En Mendoza muchas jóvenes intenciones de partidos emergentes han muerto tempranamente por envejecimiento prematuro.

Aquí gozan todavía -y se verá si continúa el favor social hasta las elecciones de medio término de 2025- de respaldo genérico y englobador: nadie analiza demasiado por qué apoya a todo lo que huela o se parezca a Milei, "se lo apoya y punto", ya que será raro y hasta podrá ser una forma de vida "extraterrestre", pero lo otro ya suena a conocido y no gusta más.

¿Quiénes pierden más?

El peronismo, por primera vez en su historia, no sabe cómo levantarse del piñón que le asestó de lleno Alberto Fernández. Hasta ahora, todo ataque era capitalizado como victimización y excusa para reagruparse, cobrar fuerzas y seguir adelante. Pero lo de Fernández pegándole a Fabiola Yañez y, además, su vida de truhan, típico de protagonista de una canción de Julio Iglesias, sumado a su ineficacia como gobernante y como presidente del Partido Justicialista, los ha dejado sin táctica ni estrategia.

Ultraconfiados en su capacidad camelónica, en Mendoza, en donde tuvieron la peor elección de su historia, siguen confiando en que la suerte histórica y los espíritus invocados de sus próceres históricos jugará a su favor.

La división ya no es por cuatro, como en las últimas PASO, sino que se vuelve a la histórica confrontación de dos, que -por fortuna- no es ya entre Triple A y Montoneros, o izquierda y derecha, sino por afectos e intereses.

Están los que creen en el catecismo de Cristina Kirchner, escrito y repasado mil veces, con las oportunas correcciones y volantazos de último momento aprendidos, que sostienen que "somos un partido nacional que responde a su liderazgo", y están los que se dan cuenta de que en cualquier momento desaparecen de la Legislatura y los municipios.

Esa cuestión azarosa de que "La Cosa" pueda meter "Arrietas" por todos lados, en los Concejos Deliberantes y ambas Cámaras mendocinas, los carcome tanto a peronistas como radicales, y entusiasma al sistema parasitario mileista por lo que pudiera transformar el año que viene en el mapa político, como primer paso hacia un cambio en 2027.

Encriptados en la soberbia, esa vieja doctrina

El radicalismo prefiere amarse frente a su espejo local, pero ni siquiera amaga con observar el reflejo de lo nacional en donde lo que ve no es de su agrado.

Aquí el gran amparo de siempre es no aceptar críticas ni detractores, y con ese marco conceptual, tiene dos caminos: el del "suarismo" de Rodolfo Suarez, que fue "no hacer olas" y sobrevivir flotando o responder al 100% a lo que idea y sugiere Alfredo Cornejo, en este segundo mandato, con poco material humano proponiéndole cosas, rendidos ante su dictamen y -con ello- ayudándolo poco.

Queda el misterio de Luis Petri, de quienes unos dicen que "es una gran sorpresa" y otros directamente aseguran que "se lo está sobrevalorando".

A diario, además, surgen nuevos nombres para la sucesión en la Gobernación ante la pérdida de peso específico de los que danzan siempre alrededor de tal posibilidad.

Y a todo esto...

El asunto es que una encuesta de pertenencia política que se difundió en el programa "Odisea Argentina" el lunes pasado dio cuenta de que la gente se siente "independiente" de los partidos.

Unos lo ven como un síntoma "bueno", porque habla del "fin de los fanatismos cerrados y obtusos", como si la gente se sentara a ver qué le ofrecen y luego, eligiera al "mejor", cosa que no parece suceder en los hechos y todo se asemeja más a una bronca que lleva al desinterés y, con ello, a votar eruptivamente, si no "eructivamente". Como guste. Como si se tratara de algo no racionalizable sino fisiológico y espontáneo.

En ese esquema, 30% dice ser de ese grupo "independiente", frente a un 26 que se identifica como "liberal o libertario" y un 21 que se autopercibe "peronista" en su dimensión genérica, a lo que hay que sumarle (o no, habría que ver si les gustaría convivir) un 8% de "kirchnerismo". El PRO no llega a un 5%, pero la UCR a nivel nacional tiene menos aceptación que su otrora candidato a presidente Leopoldo Moreau, hoy K: un 2,9% dice sentirse identificado por la formación que preside Martín Lousteau y que integra, todavía y a regañadientes, Alfredo Cornejo. (La encuesta puede revisarse con clic aquí).

¿A quién le importa?

Este sábado, en un asado con personas que han estado vinculados toda la vida a la actividad político partidaria, uno de ellos contó que en su nueva vida, fuera de áreas de gobierno e institucionales, a la gente le importa un comino lo que pasa en la política.

Con ello se vuelve a la teoría que alguna vez verbalizó Jorge Pardal, el fallecido exintendente peronista de Guaymallén en tiempos del menemismo: "Los políticos defienden a la política, y también hay diversas organizaciones que defienden a la gente en cada una de sus actividades", dando cuenta de una concepción corporativista y, también, de un joven fracaso de la política por representar a todos los sectores.

El viernes anterior al sábado del congreso del PJ de Mendoza, en otro asado, un grupo de peronistas con la cara muy larga se plantearon con crudeza: "¿Pero qué puta estamos haciendo armando un congreso partidario en medio del desastre de Alberto Fernández y de todos nosotros, si antes no buscamos un liderazgo?". Claro, esa ha sido la matriz en la que funcionaron con éxitos continuados y aun con pensamientos y formatos diversos. Y no lo consiguen. ¿Lo tienen? Ven que los radicales de Mendoza sí, y no saben si deben pasar del cuestionamiento a la admiración, finalmente.

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