Lo que nunca se dijo de la relación entre Milei y Villarruel
¿Se puede gobernar con la retaguardia sublevada? ¿Qué hacer con una mujer que tiene los mismos porcentajes de imagen positiva que el Presidente? ¿Quién contiene a la Vicepresidenta?
Los hermanos Milei conocieron, ya en el poder, la importancia de los intersticios legales a la hora de llevar adelante cualquier gestión, la existencia de un mapa del Estado con obligaciones y funciones, la responsabilidad de un sistema diplomático para impulsar los vínculos con las naciones, la relación inseparable entre el Estado y el comercio, la flota de aviones presidenciales y su mantenimiento, en fin, la casi infinita casta estatal que ahora consideran imprescindible para hacer funcionar el Gobierno.
De lo que no se sorprendieron es de la mala relación que tienen con la actual Vicepresidenta.
Victoria Villarruel fue elegida para acompañar a Milei en la fórmula presidencial por su llegada a la "familia militar", un vínculo que tenía sellado la candidata del PRO, Patricia Bullrich. Quitarle ese respaldo fue vital para desequilibrar la balanza que hasta ese momento favorecía a Juntos por el Cambio.
Ella ya era diputada y su imagen, junto a la de Javier, en la última fila del recinto de la Cámara eran la representación de las márgenes políticas. Fueron aliados para las legislativas del 2021. Él llegaba a los jóvenes. Ella a los militares y nacionalistas que siempre se sintieron un poco destratados por Mauricio Macri y funcionarios del PRO. Decían de ellos que fueron tímidos en defender sus derechos de los militares "perseguidos" por las causas de derechos humanos que los involucraron por delitos de lesa humanidad y que no tenían la camiseta puesta de Malvinas.
No hay que olvidar que Villarruel organizó durante la campaña un acto en la Legislatura porteña para "homenajear a las víctimas del terrorismo", lo que provocó duras críticas de los organismos de derechos humanos por "tener una postura negacionista de los crímenes" cometidos durante la dictadura, que movilizaron en su contra.
Por esa época, mayo de 2023, cuando se anunció su candidatura a vice, llegó a circular un listado de diputados y diputadas del PRO que se habían pronunciado "a favor" de cerrar la disputa con Gran Bretaña a cambio de "entregar las Islas".
En rigor, es lo que pensaba también Milei, un libertario con visión global no territorial. Y hasta es el verdadero pensamiento de la canciller argentina, Diana Mondino. Pero se cuidaban mucho de decirlo.
Con Milei y Villarruel se unieron dos outsiders del sistema, pero con trayectorias muy distintas. Ella, una conservadora que representó la voz de los militares presos por delitos imprescriptibles. El, un liberal que se fue transformando en libertario sin mucha opinión sobre historia, dictadura, derechos humanos. Su obsesión era la economía, como la de la mayoría de los argentinos.
Solo desde ahí avanzó hacia escritos filosóficos que le dieron una explicación del mundo. De la Escuela Austríaca a Murray Rothbard, podría ser una extrema síntesis de la evolución de su pensamiento.
Ambos eran los bichos raros del sistema. Los que iban a los programas de televisión de moda para decir lo que muy pocos querían cuestionar. Pero la distancia entre ellos ya existía.
Villarruel necesitó poco tiempo para darse cuenta de que la comunicación libertaria estaba enfocada hacia Milei. Le costaba entender cómo el personaje generaba tanto interés en el debate público y creía que era necesario organizar algo parecido.
Contrató a un equipo de comunicación propio desde agosto de 2023, que empezó a organizarle reuniones con periodistas, conferencias de prensa, eventos exclusivos para destacarse. No lo negoció previamente. Lo hizo nomás, y los hermanos Milei se enteraron cuando ya estaban trabajando. O eso es lo que dicen ahora.
Durante la campaña, hizo diseñar una gráfica propia, apuntando en la V de la Victoria. Tenía su propia barra de jóvenes en los actos.
Nadie parecía darles importancia a esos gestos de independencia. Ni siquiera creían posible ganar. Las preocupaciones pasaban por otro lado.
Pero la noche de la victoria, la Vicepresidenta electa hizo gala del aparato electoral que había organizado. Buena parte de los festejos provenían de su gente, que desplegó su gráfica exclusiva por toda la esquina de Maipú y Córdoba, donde funcionaba el búnker mileísta.
En paralelo visitó a los jefes militares y a los jefes de seguridad. Milei le había prometido que manejaría esas dos áreas e incluso hizo campaña con esa promesa. Pero el libertario ya había sido elegido Presidente. Era suicida darle el manejo de las fuerzas armadas y de seguridad a quien ya le había planteado a los ojos de todos los que quisieran verlo, que estaba ansiosa por reemplazarlo. Villarruel, finalmente, era otra persona que subestimó a Milei.
El Presidente electo le ofreció el cargo de ministra de Seguridad a Patricia Bullrich y de ministro de Defensa a Luis Petri. Con un fino movimiento desplazó a Villarruel y ella se resistió, siguió manteniendo reuniones. Pero ya estaba dicha la palabra presidencial.
La Vicepresidenta podría haber aprendido, pero, lejos de eso, siguió desafiando a Milei. Viajando por el país, asistiendo a las fiestas populares, conversando con los senadores de todos los partidos, extendiendo esos vínculos con los gobernadores que no pueden tener esas largas charlas con el Presidente tan propias de la política tradicional, quizás más necesarias que nunca en un tiempo dominado por la incertidumbre y los signos nuevos.
Podría haberlo negociado con Milei, pero en la Casa Rosada aseguran que no fue así, que ella se mueve sin acordar nada. Villarruel, por su lado, se queja de no poder conversar con nadie en Gobierno para guiar sus pasos.
Su respuesta es mostrar que está preparada para reemplazar al Presidente.
Karina Milei intentó contenerla. Es la única que puede hacerlo, es el verdadero bastión de la defensa de su hermano. Llegó al Senado en un gesto de humildad y todo parecía encarrilado.
Pero los trolls de Santiago Caputo la agredieron por X y la Vicepresidenta creyó que ("otra vez") era víctima de un engaño. Y redobló la apuesta desafiando al Presidente del peor modo, quedándose con la última palabra en la red social.
¿Se puede gobernar tranquilo con la retaguardia sublevada?
¿Qué hacer con una mujer que tiene los mismos porcentajes de imagen positiva que él?
En fin.
¿Cómo resolver el intríngulis de no poder echarla porque, finalmente, fue elegida por el voto popular?