Columna Líquida

Le llamaremos Bonarda

La escritora Marcela Muñoz Pan, con la segunda parte de "Doña Bonarda y Doña Malarda".

Marcela Muñoz Pan

Las gemelas Doña Bonarda y Doña Malarda nacieron en Mendoza Este, no se sabe a ciencia cierta en qué lugar físico, dicen muchos que fueron atendidas por el Dr. Tito Catappano y Dr. De Gaetano en un centro de salud, ya muy precario, cercano a Alto Verde, Giagnoni, otros decían que al frente de la plaza de Rivadavia. Qué pasó esa madrugada del 3 de febrero, que nadie puedo asegurar ni el lugar de nacimiento, ni la hora, ni por qué fueron separadas las gemelas, lo único que se supo es que después del tremendo viento zonda que hizo volar techos y todo cuanto pudiera, se vino una tormenta tremenda de verano con truenos y relámpagos, granizo, fuertes ráfagas de vientos del sur y mucha, mucha lluvia que no dejaba ver nada, colapsando los desagües, acequias, canales y ríos. Cuentan que esa noche es cuando se separaron las gemelas, unos dicen que fue la lluvia que arrasó la casa donde se realizó el parto, que se llevó hasta las sillas de totora, las velas no se podían prender, y que nadie vio nada, algunos escucharon uno llanto de bebé muy a lo lejos, nada más.

Cuando llegó el momento del parto Doña Mª Elena se encontraba sola en la finca, un matrimonio y sus hijos que pasaban por ahí en Sulky, la llevaron a buscar algún médico, pero ella había perdido la conciencia, estaba muy desmejorada y con el tremendo dolor de las contracciones, dieron con el Dr. Catappano y ahí la dejaron, ya había comenzado el zonda y nunca más se supo de esa familia que la trasladó. Donde atendía el doctor estaba lleno de gente a Doña Mª Elena la dejaron sentada en una silla más cómoda, la espera era infinita, el doctor agilizó las cosas para poder atenderla rápido, era la prioridad, pero se fue complicando todo y pasaban las horas y los gritos, la gente se ponía más nerviosa al no poder hacer nada, así hasta que llegó el Dr. De Gaetano y velozmente armó una sala de parto, llegó una partera de la zona, pero todavía no era el momento de nacer. Llegó la madrugada del 3 de enero y con ella, la terrible tormenta, aplacando la fiera del Zonda, pero con un aguacero incontrolable, más bien era una inundación en el desierto que iba arrasando con todo al pasar, entre tantos ruidos, los relámpagos apenas alumbraban las casas, y los truenos no cesaban, y el miedo se apoderaba de todos los ciudadanos, los cantos rodados pasaban como volando, no se distinguía el cielo de la tierra. 

Doña Bonarda y Doña Malarda, esa leyenda que nunca se contó

Luego de varios intentos, de tanto pujar, Doña Mª Elena da a luz, esa madrugada del 3 de febrero, casi al amanecer, no sintió el llanto de las niñas por los truenos y se estaba enterando que iba a ser madre de gemelas, sola, con miedo, asustada, emocionada, enternecida, con todo este manojo de sensaciones se quedó completamente dormida amamantando a sus hijas. La tormenta no paraba, se enfurecía cada vez más.

Unas cuantas horas después, el amanecer húmedo despertó a Mª Elena, sin entender nada de lo sucedido, sólo se le acercó la partera que la había cuidado y empezó a contarle cómo había sido el parto, la sorpresa de las gemelas, pero quería saber cómo ubicar a sus familiares, a su esposo, donde vivía, a quién le avisaba, porque literalmente: la partera no sabía nada de nada. 

Cuando Mª Elena logró incorporarse a una cama improvisada muy incómoda, empezó a recordar sólo hasta la familia que la auxilió, a su vez preguntaba dónde se encontraba, por qué estaba todo mojado si cuando ella se subió al sulky el día anterior, corría un zonda insoportable. La partera le contó hasta donde supo, comentándole que debía irse, pero antes tenía que ubicar a algún familiar. Mª Elena le dijo que su esposo se llamaba Osman y que vivían en Alto Verde, que se fuera, que no se preocupara, que se sentía mejor y le pidió que antes de irse le alcanzara las niñas para darles el pecho. En el momento en que la partera va alzar a las niñas, se da cuenta que faltaba una, se empezó a poner nerviosa, no había muchos lugares para buscar, las gemelas compartieron el moisés, era imposible, dónde estaba, dónde y Mª Elena cuando se empezó a dar cuenta que algo raro estaba pasando, se levantó como una leona de la cama, buscaban adentro y afuera, gritaban para que alguien más las ayudara a buscar, nada de nada. 

Llegó la policía haciendo mil preguntas, los médicos que la habían atendido, los vecinos de la zona, y nadie sabía nada. Levantó a la niña que quedaba, la empezó a amamantar y elevar plegarias desesperadas al cielo. En ese momento llegó Osman, que la había buscado por todos lados desde el día anterior, se abrazaron profundamente, lloraron, se aferraron a la niña y Osman se fue en busca de la otra niña con los puesteros, algunos policías y algunos hombres. Nada, no se supo nada.

Pasaron unos cuántos días, ya habían vuelto a la casa, un sacerdote amigo trató de aliviar esa pena, los padres y hermanos de Mª Elena fueron compasivos, respetuosos muy cariñosos frente a esa pérdida inaudita, Osman ponía un poco más de sensatez o paño frío a la situación, por más que su corazón estaba roto en mil pedazos. Llegó una mañana el notario del registro civil del pueblo, Don Aldo Moscetta, porque había que registrar a la niña y Mº Elena no tenía voluntad ni de levantarse para comer, higienizarse, sólo le daba el pecho a la niña y se volvía a dormir. 

El notario comenzó a tomar nota de la fecha de nacimiento, lugar que nunca se supo y preguntó su nombre. No habían pensado en el nombre, o los nombres en su momento. Osman delicadamente se dirigió a su esposa, corriéndole el cabello con sus suaves dedos, le dijo al oído algo que no se lograba escuchar, ella se inclinó en la cama, pidió su cepillo para peinar su pelo y dijo: "Le llamaremos Bonarda".

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