Aprender o no aprender, la falsa encrucijada educativa argentina

Escribe Isabel Bohorquez en otra nota imprescindible: "¿Pero aprender? ¿Aprender a leer? ¿Aprender a resolver problemas básicos de cálculo o de física? ¿Aprender las nociones más elementales de un currículo que termina siendo desgajado, alivianado, banalizado incluso, para paliar los recurrentes fracasos? Eso no debería estar en cuestionamiento y es precisamente lo que hoy nos está pasando".

Isabel Bohorquez

Escucho a la mujer que me relata: "Yo fui a la escuela pública hace más de cuarenta años, entonces si tu docente te miraba fijo te achicabas en el banco y hacíamos caso. Se estudiaba sí o sí. A mí nunca se me dio por los libros, me gustaba más ir al negocio de mi papá y ayudar ahí (tienen una ferretería desde hace tres generaciones) ...pero lo que aprendí en la escuela me sirvió para toda la vida"

Salgo con el puñado de clavos dentro de una bolsa de papel marrón chiquita, hecha a mano me dijo, acá reciclamos todo. Y me voy pensando en sus palabras y en lo que la gente opina sobre la educación pública después de haber vivido esa etapa en la que cursar la escuela secundaria era un logro social, cultural y un modo de legitimación para buscar trabajo.

La mayoría entonces no llegaba a la universidad (ya que fue desde sus orígenes el destino de una élite social), terminaba la secundaria y con suerte. Ese nivel de escolarización le debía alcanzar para desenvolverse en la sociedad.

Lo mismo ocurrió dos generaciones atrás con el nivel primario. Mis abuelos paternos fueron inmigrantes y llegaron al país con lo que habían aprendido en su tierra natal. No pisaron la escuela argentina. Mis abuelos maternos nacidos argentinos, sí se escolarizaron cursando solamente el nivel primario (no tengo claro si lo culminaron) y aún hoy me maravilla encontrar escritos de mi abuelo Antonio, oriundo de Santa Fe, ferroviario, telegrafista, con una caligrafía impecable, gran lector toda su vida, amante de la electricidad y de la energía, andaba siempre explorando el presente y el futuro de lo que la tecnología, tan rudimentaria entonces a nuestros ojos, ya preveía como posibilidades en las comunicaciones, etc., etc.

10'/Edu: Cuánto hay de educación en la escuela y qué es lo que falta

Luego vinieron mis padres, y en esa generación comenzaron a surgir las maestras dentro de las familias, algunos afortunados que cursaban la escuela secundaria, particularmente perito mercantil o la escuela técnica, y dentro de las mayúsculas excepciones, los que alcanzaban la graduación universitaria. Fue toda una franja etaria y social, perteneciente más que nada a la floreciente clase media argentina que encontró en la educación un motor de propulsión social y económica y un modo de alcanzar un lugar en la sociedad.

No se ponía en discusión el valor de la educación y conjuntamente con ello, el valor de formarse, aprender, hacer el esfuerzo, alcanzar logros, repito, aprender, aprender, aprender.

Esos ciudadanos, que hoy ya habrían pasado los cien años o estarían orillando los ochenta y los noventa largos, fueron la expresión de un proyecto educativo y de país que dio buenos frutos.

Entre las décadas de los '50 y los '60, vinimos nosotros, generación de tantas transiciones, a conquistar la escuela secundaria con vistas a alcanzar la universidad (que siguió siendo para una minoría hasta la actualidad) y naturalizar la condición de estudiantes, incluso como una fuerza potencialmente decisora en los destinos políticos.

La escuela secundaria de Mitre, Sarmiento y Avellaneda[1](entre mediados y fines del siglo XIX) pensada y proyectada para un país flamante, daría paso a un camino fecundo para el sistema educativo argentino.

A comienzos del siglo XX, rápidamente la escuela secundaria se expandió por todo el territorio y aunque siempre primó la concentración en Buenos Aires y la región de Centro Cuyo y el Litoral, las instituciones públicas se multiplicaron y se volvieron parte del paisaje cotidiano de cualquier ciudad o pueblo. Se convirtieron en una muestra de crecimiento y desarrollo y la tarea docente se enfocó en la formación ciudadana, así como la trasmisión de la cultura ilustrada y científica. Proliferaron las escuelas técnicas enfocadas en el sector agropecuario e industrial.

Pasó más de un siglo. Atravesado por nuestros abuelos, nuestros padres y por nosotros mismos que hoy ya somos (o estamos en condiciones de serlo) abuelos.

Llegamos a fines del siglo XX con los desafíos de un sistema educativo que empezaba a dar indicios de una crisis que se iría profundizando en lo formativo, en lo social, en lo cultural y en lo estructural tanto material como simbólico.

Hoy estamos a ciento cincuenta años de la creación de los primeros Colegios Nacionales de Mitre y sin dudas ha habido mucho para revisar e incorporar respecto a los contenidos curriculares ya que son parte de un proceso dinámico, contextual y que deben expresar, así como ofrecer, respuestas para el desarrollo de la sociedad. Lo mismo puede decirse de los valores en cuanto a formación ciudadana, así como lo referido a los desafíos de este nuevo siglo.

¿Pero aprender? ¿Aprender a leer? ¿Aprender a resolver problemas básicos de cálculo o de física? ¿Aprender las nociones más elementales de un currículo que termina siendo desgajado, alivianado, banalizado incluso, para paliar los recurrentes fracasos? Eso no debería estar en cuestionamiento y es precisamente lo que hoy nos está pasando.

Esta semana se difundió la noticia de que en provincia de Buenos Aires (que concentra proporcionalmente el mayor número de estudiantes secundarios del país ya que de los aproximadamente 4 millones de estudiantes, 1,4 millones pertenecen a la matrícula bonaerense) se va a abolir la repitencia para el ciclo 2025 y yo me pregunto: ¿de qué se trata esa solución?

La discusión acerca de la repitencia tiene que ver fundamentalmente con una definición frente al fracaso escolar que, aunque pretenda paliar la deserción (idealmente los jóvenes permanecerán dentro de la escuela) no resuelve el problema de la calidad educativa.

Tenemos dificultades complejas y arraigadas con relación a la formación integral de nuestros niños y jóvenes más que problemas puntuales con algunas asignaturas.

Las pruebas Aprender y PISA[2] nos ubican en niveles cada vez más bajos en cuanto a los aprendizajes básicos esperables, así como un porcentaje muy reducido de estudiantes que logran culminar la secundaria en tiempo y forma [3].

El inconveniente más grave no es la repitencia sino la ausencia de formación, la mala educación y el hecho de que esos jóvenes que egresan de la secundaria en un gran porcentaje no tienen un proyecto de vida que se conjugue con haber alcanzado esa meta generando así, nuevos propósitos para su futuro.

La escuela pública secundaria fue perdiendo el horizonte fundacional de un siglo y medio atrás y hoy parece más un derecho constituido, aunque no realizado genuinamente para la mayoría de los jóvenes y un lugar en lo social y colectivo elegido para la acción política de algunos sectores que pretenden permear esa franja generacional para su provecho.

¿Qué vamos a hacer al respecto?


[1] https://es.scribd.com/document/384319934/Mitre-y-Sarmiento-ideas-Educativas-1

[2] https://argentinosporlaeducacion.org/informe/los-mas-favorecidos-de-argentina-entre-los-menos-favorecidos-de-la-region-resultados-pisa-2022/

[3] https://www.infobae.com/educacion/2024/05/30/solo-el-22-de-los-chicos-de-15-anos-cursa-la-escuela-en-tiempo-y-forma-a-nivel-nacional/

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