Ahora es con el dengue
Los argentinos estamos acostumbrados a enfrentar desafíos desde que nacemos, pero ahora nos encontramos luchando una batalla impensada: desnudos contra un mosquito.
Me puse en crema, repelente digo, para sentarme a escribir. El de aerosol se consigue poco y cuando llega, se lo vuelan. El otro día, el de la farmacia me dijo: "Vaya a los almacenes de los barrios, allí tienen espirales y repelente". Acá se termina rápido porque todos van al mismo lugar a comprar. ¿Cree que soy estúpida? Puede ser, pero puedo solucionarlo. Su calvicie que brilla bajo la luz que lo ilumina no tiene remedio. No, no se lo dije, estaba en una farmacia.
Después de la pandemia que pasamos y casi vencimos, crecimos y nos volvimos más responsables, cuidadosos y empáticos... bueno, también casi. Pero, la pregunta es: ¿a quién se le ocurriría que algo como el dengue nos tendría a todos preocupados y asustados?
Y aquí estamos, simbólicamente desnudos y sin protección realmente, escapándole a la picadura de un insignificante y diminuto insecto. Es insólito.
Es de no creer, pero ahora sabemos cuánto tiempo dura el efecto del repelente en la piel, y si tenemos dos cajas de espirales, como paracetamol en la pandemia, nos sentimos seguros. Vemos las casas que ostentan tela mosquitera y nos parece un derroche de seguridad.
Salen cientos de fórmulas caseras que solo un cerebro de mosquito se le podría ocurrir pensar que funcionarán. en la calle, nos desesperamos al ver una tapita con unas gotas de agua. Vamos por la vida pateando tarros y saltando charcos.
A veces pienso: ¿Qué hubiera hecho Alberto y su gobierno con esto? Habrían improvisado una despensa en la oficina al lado del ministro para repartir repelente y espirales a los familiares y conocidos. Una especie de "DDT Vip".
La vacuna contra el dengue es costosa y su efecto es lento, por lo que no sería rentable hacer negocios con ella. ¡Ufff, ¿se acuerdan las largas filas en los gimnasios para vacunarse?
Tal vez, nos pondrían horarios y números de documento para andar al aire libre.
Aquí no hay barbijo, pero los que saben sugieren vestir ropa clara y de mangas largas, porque al mosquito, como bicho de ciudad, le gusta la oscuridad, la humedad y los lugares sombríos. No va al campo, le gustan los suburbios.
Karl Marx y Friedrich Engels y su frase increíblemente poderosa: "Todo lo sólido se desvanece en el aire" me recuerda que incluso lo que parece inamovible o permanente puede cambiar. Estamos constantemente adaptándonos, luchando por sobrevivir, y las estructuras se resienten, se mueven, se desvanecen... excepto el mosquito que acabo de ver en mi ventana.
¡A cuidarse mucho!