Perspectivas

Cómo se explican las variaciones de precio con Chile, Brasil y otros países limítrofes

Desde las diferencias cambiarias hasta las distintas cargas impositivas explican nuestra pérdida de competitividad. La columna de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

Luego del fin de semana largo, los mendocinos que fueron a Chile volvían asombrados por las diferencias de precios que encontraron favorables a sus bolsillos. Es complejo comprender qué pasó que hace tres meses los chilenos venían a la Argentina, y los brasileños y bolivianos también lo hacían por diferentes fronteras para conseguir productos, alentados por una tasa de cambio favorable.

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El primer factor que jugó a favor de esta situación fue la decisión del nuevo gobierno de producir una brusca devaluación que llevó el dólar oficial de $350 a $840, pero el dólar blue llegó a valer $1230. Esto cambió la ecuación para los compradores de ambos lados. También en Chile el dólar tuvo una revaluación, lo que implicaba recibir más pesos chilenos por dólar. Esto hacía que los argentinos encontraron grandes ventajas para adquirir indumentaria y electrónica, no así en alimentos, donde los precios son similares

Otro factor que ayudo a este proceso ha sido la elevada inflación que afectó a nuestro país a partir de la devaluación y el sinceramiento de precios que habían estado congelados como el de los combustibles y tarifas. Pero, además, con una inflación acumulada del 90% desde diciembre, el dólar paralelo no solo no subió, sino que bajó de $1250 a $1000 (el viernes cerró a $985). Esto generó una revaluación del peso frente al dólar y motivó una carrera de los tenedores de dólares para desprenderse de sus tenencias en divisas. Las compras de bienes fueron una de las salidas. En mayores volúmenes también se apreció la compra de inmuebles.

Se puede ver que las mayores diferencias están dadas en aquellos productos que son importados en Chile, como zapatillas, algunas marcas de ropa y la electrónica. Y dado que las paridades con el dólar están casi similares con el peso chileno, cabe preguntarse porqué de estas diferencias. Y en este caso es más simple porque las diferencias están dadas por los aranceles de importación que aplica Chile y los que aplica la Argentina.

Mientras en Chile se aplica un arancel no superior al 7%, en Argentina se aplica el arancel común del Mercosur del 35% para muchos rubros y luego se le aplican los demás gravámenes como el impuesto PAIS. Esto ya marca la diferencia entre ambas economías y, además, hay que agregarle la carga impositiva interna. Hay que recordar que los productos están cargados por 170 impuestos y tasas.

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Indudablemente, si Argentina no tuviera inflación, y redujera sus aranceles externos, seguiría padeciendo de falta de competitividad por la carga de impuestos internos, ya sea el IVA o el impuesto al cheque, a los combustibles líquidos, siguiendo por el peor de todos, como es ingresos brutos. Hay que revisar el tema de los impuestos internos, que gravan los automóviles, los neumáticos y luego las tasas que cobran la Nación y las provincias a los trámites de transferencias. Además, hay que tener en cuenta la multiplicidad de tasas municipales, que en muchos casos duplican otros impuestos provinciales o nacionales.

Así es posible advertir que la única posibilidad de que el peso argentino gane competitividad es que se haga una gran devaluación para facilitar la posición de los exportadores, pero lo que favorece a los compradores individuales o los importadores es que el peso se revalúe ante el dólar. Esto se vivió en los fines de la convertibilidad y, más allá en el tiempo, en las épocas la "tablita" de Martínez de Hoz. Todo esto motivado por la locura de la carga impositiva interna. Lo ideal, sería modificarla, pero las presiones serán enormes.

El desafío del gobierno

El gobierno de Javier Milei dice que está dispuesto a recuperar la competitividad de la economía y, para eso, debe recuperar las condiciones macro para que el resto pueda desarrollarse. Por ahora, ha generado confianza en los inversores por las decisiones de no emitir más moneda para financiar al fisco, a la par de mostrar superávit fiscal. Esas medidas hicieron que, en un ambiente inflacionario, se licuaran los pesos disponibles que han perdido una gran parte de su valor.

Así, entre la confianza y la falta de pesos, el riesgo país bajó, y el viernes ya estaba en 1240 puntos básicos, después de haber llegado a 2800 puntos y el dólar blue quedó debajo de los $1000 pesos. Indudablemente, estas medidas han sido positivas y ahora falta levantar el cepo y hacer la unificación del tipo de cambio, aunque aún deben cerra el problema de las deudas de dólares con los importadores. Además, tiene miedo de que se produzca una corrida en el mercado porque no habría muchos dólares y podría haber una sobre demanda, sobre todo, por las empresas que quieren hacer remesas de utilidades.

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El desafío es avanzar en normas que son fundamentales para recuperar la economía y entre ellas las más importantes son la reforma laboral y la impositiva. La primera podría ser más fácil y es probable que, en acuerdos con los opositores, se consiga sancionar una reforma que avance en gran medida para el mes de mayo próximo. La reforma impositiva es mucho más compleja porque ni gobernadores ni intendentes tomaron la decisión de achicar sus gastos ni eliminar contratos inútiles. La eliminación de impuestos nacionales haría perder fondos de coparticipación a las provincias y municipios que tienen una gran rigidez, con más propensión a aumentar el gasto que a bajarlo.

Dadas las actuales circunstancias, el gobierno de Milei sólo podía conseguir la reforma laboral y consolidar algunos regímenes como el de alquileres. La falta de legisladores propios y los condicionamientos permanentes que ponen los opositores "amigos" quizás no le permitan avanzar mucho más. Con las leyes laborales podría haber un mejor ánimo, pero, en verdad, no se podría recuperar competitividad, sobre todo en términos internacionales, si no se bajan o eliminan esos impuesto y tasas que mencionamos antes.

El desafío lo tiene el gobierno de Milei, pero también los gobernadores e intendentes. Estos últimos tienen la tendencia de gritar pidiendo plata, pero no asumen sus responsabilidades y solo piensan en su futuro electoral. En realidad, el problema grave del volumen del gasto público no está en la Nación sino en las otras jurisdicciones. Y lo peor es no se dan cuenta que si no bajan impuestos y tasas no conseguirán inversiones, mejorar el empleo en la zona ni mejorar la recaudación propia bajando impuestos.

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