Música Clásica por los Caminos del Vino: una buena idea que perdura con el tiempo
Desde hace 23 años Mendoza ofrece para el tiempo de Semana Santa un festival de música clásica, una actividad que funciona tan bien que cada año evoluciona considerablemente. El comentario de María Laura Rombolí.
Organizado por la Subsecretaría de Cultura de Mendoza, esta edición 2024 de Música Clásica por los Caminos del vino ofreció sesenta conciertos repartidos en seis días y cobijados en un fin de semana eternamente largo. Nuestros músicos se presentaron en distintos lugares y espacios culturales de la provincia.
El Festival se realiza durante la Semana Santa y es una de las actividades más convocantes que no solo trasciende gestiones sino, también, fronteras. En una presentación inicial fue la Orquesta Filarmónica que ofreció un concierto impecable en el Teatro Independencia para cerrar el festival con el notable pianista Horacio Lavandera, en el mismo lugar. En el medio, una selección de grandes músicos locales que desplegaron su talento por toda la provincia.
Es que la idea es muy atractiva por donde se la mire. En escenarios elegidos con el indicio de que, si son naturales, mucho mejor; las capillas de un pueblo, o las bodegas en las afueras de la ciudad se aprestan para cuando llega el día.
El trato es simple: los dueños de casa preparan el lugar, acomodan las sillas, improvisan un escenario donde los músicos tocarán y esperan, antes del atardecer, que los invitados lleguen. Y así, como una procesión impensada que se ajusta a la jornada, los parroquianos lentamente y en silencio comienzan a completar el paisaje. Luego, mientras se escuchan cómo los músicos afinan los instrumentos, las galerías sirven para albergar el saludo de los vecinos y la bienvenida a los foráneos. Todos cumplen el mandamiento de hablar casi murmurando, como si lo único permitido fueran las notas musicales que pronto comienzan a salir.
A media mañana, en el lugar que avisa el programa el sonido de un violín, o el contrabajo, y hasta las voces de nuestros cantantes líricos, comienzan a desandar como una plegaria apenas necesaria. Y, así, al mismo tiempo y cada día, se ramifican por toda la geografía. A través de la música clásica van dibujando un rosario imaginario de joyas misteriosas y piadosas. Este año dos locaciones especiales hicieron que el Festival de Música Clásica viajara como las estrellas para lograr traspasar fronteras (las cercanas pero que a veces nos parecen tan lejanas). Y así llegó por primera vez a San Luis para compartir y a San Juan para brillar.
Lugareños y turistas, conocedores de la música clásica y los que por primera vez aprecian una orquesta; creyentes y agnósticos; curiosos y los obligados a asistir; todos bajo el mismo cielo se igualan para vivir un momento especial que los une, pero también los confunde porque no saben si es el lugar que los abraza, la música que los penetra o el vino que los enamora. Lo cierto es que, a la hora de partir, les nace la promesa de estar en Mendoza cuando el otoño acecha y una nueva Semana Santa se presenta para dejarse llevar por la música y vivir la experiencia.