Nadie se suicida en sábado
Un análisis que determina que hay un fuerte incremento de los suicidios en Mendoza.
Si pensamos la idea o la noción de día sábado, lo primero que notamos es que el sábado en sí no existe como hecho natural, sino que es una convención social a la que llega el conjunto de la humanidad. Si a esto le sumamos que, la tasa de suicidios, como muestran las estadísticas, desciende radicalmente los días sábado, no podemos dejar de pensar al suicidio como un hecho que se excluya de las situaciones colectivas, como dice Durkheim "más allá de los procesos químicos, físicos o malestares individuales".
Si analizamos las estadísticas del año pasado y principios del 2024, podemos observar un fuerte incremento en la tasa de suicidio en la Argentina, y en Mendoza particularmente. La muerte por suicidio ocupa el primer lugar de muerte por causa violenta en Mendoza, por encima del homicidio y los accidentes de tránsito. Estos datos sólo refieren a motivaciones personales y a estadísticas cuantitativas, sin analizar de manera profunda el fenómeno de los suicidios. Hace semanas, una niña del este mendocino intentó quitarse la vida por medio del consumo de pastillas. A pesar de no haber logrado su cometido, se encuentra internada con muerte cerebral. Esta estadística no tiene en cuenta ni los intentos de suicidio ni los pensamientos suicidas. Un joven de 24 años intentó quitarse la vida motivado por la ruptura con su pareja. Un adolescente murió por ahorcamiento, víctima del acoso escolar.
El problema más importante que tiene para develar la filosofía, como decía Alejandro Dumas, es saber si vale la pena o no vivir, y por qué. En una sociedad donde el consumo y los valores estereotipados del mismo crecen de manera exponencial, anulando cualquier otra forma de vida distinta a la de consumir, la única forma de deseo aparentemente válida es la que sigue el dictamen de la cultura consumista.
Nuestra intención, más allá de las motivaciones individuales o personales en torno a la necesidad del ser humano de terminar con su vida, es poder politizar lo que nosotros entendemos como el síntoma que representa el suicidio en la sociedad de consumo post industrial.
Ansiedad y depresión
La ansiedad, que es un síntoma claro de las sociedades posmodernas, puede estar atada a deseos incumplidos del humano o, como nos gusta pensarlo a nosotros, a la aceleración de flujos de forma constante en la etapa de las sociedades post industriales. La propuesta de las sociedades digitales predispone al ser humano a la recepción permanente de informaciones, acelerando los flujos de información en pos de "producir más en menor tiempo", cumpliendo los mandatos de la sociedad de consumo. Se acelera no sólo el modo de producción, sino también el ritmo de vida y los procesos mentales, generando una constante sensación de "necesitar ir, llegar, pensar, producir, consumir, existir" de manera más rápida y fluida.
Depresión, soledad y aislamiento en sociedades ultra individualizadas
La depresión, que es posiblemente la enfermedad más recurrente entre quienes intentan suicidarse, puede ser vista como una cuestión individual causada por desbarajustes químicos o neurológicos, plausibles de ser medicalizados por el sistema de salud público con cantidades excesivas de antidepresivos o medicamentos, que tienden a regular el sistema homeostático, reforzando y favoreciendo de esta manera no sólo el aislamiento y la soledad, sino también a la industria farmacéutica, dejando afuera cualquier esbozo de análisis sistémico de por qué la gran mayoría de jóvenes y adultos en las sociedades post industriales tienen este sentimiento de profunda desolación y apatía.
La depresión puede ser caracterizada como una incapacidad para sentir placer. Si relacionamos esta incapacidad a la velocidad constante de flujos de placer e información, la posibilidad de acceder al goce queda cada vez más alejada de los sentidos del ser humano. En las sociedades post industriales, donde el único goce aceptable está atado a la posibilidad de consumir cada vez más, cualquier flujo de información que no represente consumo, queda excluido. Bajo esta lógica, la contemplación, el aroma de una flor, la caricia de un padre, el tiempo compartido con amigos, dejan de tener sentido o pasan desapercibidas como forma de regulación de los procesos emocionales. Esta percepción disgregada de la realidad humana, da paso a los estados de aislamiento y depresión.
Individualismo, necesidad de motivación permanente, aprendizaje y entrenamiento perpetuo. Sufrimiento continuo.
La literatura de autoayuda, el consumo exacerbado de psicofármacos y el entrenamiento perpetuo como competencia continua con uno mismo, son los mecanismos que utilizan los sujetos en las sociedades ultra individualizadas para dar respuesta a los problemas de la ansiedad, depresión y asilamiento. Estos mecanismos despolitizan al síntoma, inhabilitando cualquier proceso colectivo o político.
El crecimiento de la ola conservadora, que aparenta enfatizar la idea de libertad individual, expresada en el voto a Milei, está atada implícitamente a una sensación de resentimiento, anclada en la necesidad de venganza por un deseo ilimitado de consumo al que cada vez menos personas acceden. Este resentimiento de lo "no resuelto" se expresa en una creciente ola de autoflagelación social, no sólo en lo colectivo sino también en lo individual. Expresiones como "merecemos el ajuste" "había que terminar la fiesta" y otras de esa índole dan cuenta de este sentimiento de autoflagelación exacerbado.
La idea de libertad, en este esquema, termina siendo accesoria. Lo que se esconde detrás de eso es un resentimiento, una fuerte necesidad de venganza. La autoflagelación colectiva, que se diagnostica como individual, se expresa en el voto a medidas de ajuste, en contra de los propios intereses, y deviene en los síntomas anteriormente mencionados.
La depresión, la soledad, la ansiedad, la angustia, el entrenamiento perpetuo, la automedicación, la literatura de autoayuda, las adicciones, las apuestas online, no son más que síntomas que expresan el profundo malestar en el que nos subsume la sociedad de consumo, que acelera todos los procesos mentales con el único fin de poder consumir cada vez más. En una sociedad que pide cada vez mas de nosotros, (más consumo, más trabajo, mayor rendimiento), y en la cual la forma de regular esto es individual, entender que muchos jóvenes y adultos se suicidan por no poder cumplir este mandato, nos permitir comprender, que no alcanza con atender a las causas individuales del suicidio, sino que debemos analizar el suicidio como un síntoma más de una sociedad que presiona a los individuos para producir y consumir cada vez más.
Entendiendo este contexto, la necesidad de una fuerte inversión en salud mental, que atienda no sólo a los problemas individuales, si no que funcione como una política pública, surge como respuesta obvia e indiscutible al fenómeno de la autoflagelación social. Pensar la salud mental desde una perspectiva que permita abordar los problemas individuales de manera colectiva y social, pero fundamentalmente política, es el camino para subsanar y trascender la autoflagelación colectiva e individual.