La incógnita del hombre: aproximación a la problemática del ser

Dice el Dr. Eduardo Da Viá en este profundo artículo: "Mi objetivo es dejar expuesta mi posición de que el cerebro humano, esa inefable maravilla de la que estamos dotados los humanos, es a todas luces imperfecto".

Eduardo Da Viá

No, por cierto, no pienso plagiar la obra cumbre de Alexis Carrel "La Incógnita del Hombre", todo lo contrario, he releído a Carrel y a sus críticos para no caer involuntariamente en una inocente tautología.

Comenzando por el título se advierte que está en plural, de lo que se deduce inmediatamente que el hombre enfrentó y afrentas numerosas incógnitas, muchas de ellas resueltas o al menos en vías de esclarecimiento, pero las hay muchas más que a diario nos acicatean rogando respuestas.

Por otra parte, esta es una observación sobre la cual no he leído nada específico que la desmenuce y es que la traducción del título de la obra es a mi juicio incorrecta; en francés original fue: "L'homme, cet inconnu" y que literalmente traducido es: "El hombre, ese desconocido"

Más que despejar incógnitas, Carrel describe las características del hombre de su época.

No es mi intención ahondar en la personalidad y el pensamiento del Nobel de Medicina de 1912, por sus revolucionarios aportes sobre cirugía vascular y trasplante de órganos, sino que presento las razones por las que mi ensayo no ha de ser una copia de la obra de Carrel a pesar de la similitud del título.

Carrel no se plantea incógnitas, alguna de las cuales las tenía supongo bien resueltas por cuanto era cristiano fervoroso y creyente a pie juntillas en los milagros, especialmente en la curación de enfermos terminales y mediante la oración o visita al Santuario de Lourdes.

Esta filiación religiosa le valió serias críticas de científicos que consideraban incompatibles la religión con la ciencia.

Las incógnitas "de dónde venimos" y a dónde vamos" se despejan fe mediante.

Pero entrando en el tema que me ocupa, la incógnita o lo no conocido nos abruma desde el momento del nacimiento. En efecto, una vez finalizado el cruento procedimiento del parto, con el pasaje traumático del feto a través del canal del parto, lavado, vestido y sereno debe captar la presencia de dos seres por lo habitual, uno a cada lado o bien uno que lo sostiene y otro que lo mima: los padres.

Si tuviera uso de razón seguramente se plantearía la incógnita de su ascendencia: ¿Serán éstos mis padres biológicos? De transformarse esa pregunta en un tormento cuando esté en condiciones de pensar, hoy le resultará fácil despejarla con una simple determinación de ADN, pero la molécula del ADN fue descubierta recién en 1869, su estructura helicoidal en 1953 y finalmente el análisis de ADN se utilizó por primera vez en investigaciones policiales a mediados de los años 1980.

Hasta ahí, la incógnita de la paternidad se mantuvo impertérrita.

Pero esta incógnita es abarcativa para el supuesto padre, dado que la única que tiene la certeza es la madre y la que sabe, no siempre, cuál es el verdadero progenitor de su hijo.

Afortunadamente nada de esto pasa por la diminuta mente del neonato, pero con el correr de los años y dependiendo de múltiples factores, puede que las dudas lo asalten.

La incógnita es pues nuestra fiel compañera durante toda la vida, y a medida que el mundo de los hombres ha ido adquiriendo conocimientos antes ignotos, y lo que es más complejo, ha ido adoptando modelos conductuales que ofrecen una amplísima variedad de opciones, tanto en lo cultural, como en lo político y en lo moral.

La primera inseminación artificial se realizó en 1758, mediados del S XVIII y para mediados del S XX ya era una verdadera y rentable industria, hasta fines del S XVII a nadie se le había ocurrido semejante hazaña.

Hoy es un procedimiento rutinario, pero con dos variantes: una es con semen del esposo de la futura mamá y la otra y más común es con semen con dador anónimo, mediado por el poderoso caballero Don dinero.

Tarde o temprano los hijos devenidos de esta variante, sufrirán la angustiante incógnita de la identidad del padre. He ahí entonces la incógnita a despejar: ¿Quién es mi padre?

La creencia religiosa en cualquiera de las múltiples fes, es por lo habitual heredada y estimulada por los sacerdotes respectivos; los monoteístas creen sin discusión en el poder y la bondad infinita, así como también en lo justo de las decisiones del Dios elegido, hasta que con el correr del tiempo y la adquisición de más conocimientos, comienzan las típicas pregunta de si es verdad la existencia de Dios, si es realmente justo etc.

Las respuestas evasivas o directamente las no respuestas han hecho que la cantidad de feligreses, al menos en el cristianismo, descienda día a día, para pasar a otra fe o al agnosticismo.

Siguiendo con las incógnitas más frecuentes, la de decidir qué hacer terminada la escuela primaria suele ser una tortura; los padres citadinos por lo general estimulan a sus hijos a continuar con los estudios secundarios; en tanto que en el campo los mismos necesitan de la colaboración laboral de los hijos varones especialmente y llegan hasta negarles el derecho de seguir sus estudios para dedicarse a la tierra.

Todo esto en ese período de definiciones que es la adolescencia y durante el cual se habrán de definir las características que tendrá la personalidad del joven.

Una de las incógnitas más difíciles de enfrentar es la definición sexual, en especial hoy que la oferta es muy variada y que se goza de la aprobación de la elección, hasta hace poco inexistente por parte de la sociedad.

Si bien es cierto que el sexo social generalmente coincide con el anatómico y el hormonal, la homosexualidad masculina o femenina y la bisexualidad, están en auge, no sé si es porque hay más personas que las practican, o porque son menos los que la niegan y eligen una doble vida, una acorde con la tradición familiar y la otra con su propio yo.

Eventualmente se llega al colmo, ante la imposibilidad de decidir, de optar por la asexualidad, lo que lógicamente lleva inevitablemente a trastornos mentales de severidad variable y consecuentemente a alteraciones conductuales y afectivas. Se calcula que en el mundo existen alrededor de 70 millones de personas asexuadas.

La incógnita aquí fue ¿Soy hombre, mujer o ninguno de los dos?

En el año 2021 la encuesta Ipsos (Ipsos Group S.A es una multinacional de investigación de mercados y consultoría con sede en París, Francia), reveló que en Argentina, el 83% de los encuestados son heterosexuales; 10% LGTB y 4% que no sabe o no contesta.

Me he extendido en este tema porque es crucial en la vida humana, y suele tardar mucho en decidirse dado que los dudosos encuentran atractivos ambos sexos. En mi práctica profesional he atendido a muchos homosexuales o con prácticas anales y las consecuentes lesiones dado que el ano no está anatómicamente preparado para la penetración sino para la expulsión.

Además deben prepararse para algún tipo de discriminación lo que los lleva a formar comunidades donde pueden desarrollar una vida normal.

La próxima incógnita será la elección de enfrentar o no estudios terciarios, que, de ser universitarios le consumirán alrededor de siete años. Por cierto va seguido en el caso de decisión afirmativa, de qué carrera elegir.

Esta elección suele ser más razonada que vocacional lo que complica la toma de decisión. No ocurre lo mismo cuando de verdadera vocación se trata, lamentablemente mucho menos frecuente por cuanto a veces el llamado se percibe incluso durante la niñez. Fue mi caso por suerte.

En el transcurso de esos años entre finales del secundario y principios del terciario es cuando por lo general se interponen los sentimientos, vale decir nos enamoramos, acordes lógicamente con la sexualidad ya definida o en vías de resolverse y surge entonces la incógnita del futuro de la relación; ¿será el hombre/mujer de mi vida? A veces se toma una opción meramente para experimentar qué se siente y en consecuencia definir su sexualidad.

En el mundo moderno el sexo suele preceder a una relación posiblemente duradera y cuando es gratificante con frecuencia se confunde con el amor; pero los inevitables disensos que tarde o temprano surgirán, a la par que apaciguan los hábitos ardientes nos sumen en la duda de cuan duradera será esta realidad. Y vuelve la disyuntiva, una nueva incógnita: ¿acepto/rechazo la propuesta matrimonial?

Decidido el matrimonio, sea éste hetero u homosexual surge la incógnita motivada por el interrogante del sacerdote o del agente del Registro Civil: ¿para toda la vida?

El sí es la respuesta que se espera y que se da sin pensar mucho en la responsabilidad que acarrea, pero con los años, en especial si el casamiento ha sido por la Iglesia, parejas desavenidas cuya vida en común es una verdadera tortura, no se animan fácilmente a anular el compromiso por temor a caer en pecado.

Hoy por cierto las vacilaciones por esta causa son cada menos frecuentes.

En parte por esta disyuntiva es que crece notablemente el número de parejas de hecho, sin compromiso más allá del que sus sentimientos le dicten.

Puede suceder y de hecho cada vez con mayor frecuencia, que un embarazo inesperado, signo indiscutible de sexo irresponsable, acelere la decisión matrimonial o los haga caer en la atrocidad del aborto, cuyas consecuencias psicológicas pueden arrastrase durante años o para siempre. Si por el contrario la elección es aceptar el hijo no deseado es muy probable que la pareja termine distanciándose, y cuando el tercero en discordia inocente, el hijo, se entera de la causa del fracaso de los padres, habrá de soportar un peso muy difícil de gestionar.

Sería muy aburrido y nada útil seguir ejemplificando incógnitas; las ut supra, mencionadas lo han sido al solo efecto de apreciar el amplísimo espectro que las incógnitas ocupan en nuestras vidas.

Ante la imposibilidad de encontrar respuestas, la mayoría de las personas acepta la vida tal cual se le presenta y desiste de entender aquello que le exige un tremendo esfuerzo mental con resultado casi siempre negativo, y le pasa el testigo a los filósofos para que ellos se encarguen de hallar razones.

De ahí pues el famoso agnosticismo, que a diferencia del ateísmo, es la actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia. No descarta, como el ateo, la existencia de dioses.

Pero el verdadero meollo de este escrito es dejar expuesta mi posición de que el cerebro humano, esa inefable maravilla de la que estamos dotados los humanos, es a todas luces imperfecto.

No sólo no tenemos explicación y creo que jamás la tendremos, sobre qué es el infinito o la nada, lo que ha dejado y sigue dejando insomnes a los filósofos.

Si lo razonamos un poco, cómo podríamos entender el infinito si nacemos, vivimos y morimos en un mundo donde todo tiene principio y fin; hay ejemplos en biología que se caracterizan por lo perdurable. Por ejemplo, en cultivo de tejidos, una colonia puede sobrevivir por años, pero en realidad hay recambio permanente de individuos, que son finitos, pero que vistos en conjunto dan la falsa sensación de infinitud.

Otro tanto sucede con la nada, sobre la que muchos distinguidos filósofos han aportado su opinión, pero NADA más que eso sin ofrecernos una explicación aprehensible.

No sé si el mundo sería mejor si fuésemos capaces de dar estas respuestas, pero sí sé que hoy no podemos y también sé que para muchos la vida les resulta una tortura al no tener respuestas, aunque la sabia mayoría opta, como el agnóstico, por admitir simplemente que es incapaz de entenderlo y que no vale la pena desvelarse por ello.

Hasta no hace mucho, se creía que el hombre es el único animal inteligente, sin embargo la ciencia ha demostrado que hay muchas especies de animales que muestran claros signos de estar dotados de inteligencia.

Hay numerosas definiciones de inteligencia, pero personalmente me agradan dos de ellas:

"La inteligencia es la capacidad de resolver problemas nuevos en base a las experiencias previas"

Una vaca que se quemó con fuego, cuando la sorprende un incendio forestal se retira prestamente en dirección contraria porque que sabe y recuerda que el fuego quema.

"Esta es una palabra compuesta por otros dos términos: intus ("entre") y legere ("escoger"). Por lo tanto, el origen etimológico del concepto de inteligencia hace referencia a quien sabe escoger: la inteligencia permite seleccionar las mejores opciones para solucionar una cuestión."

Si observamos la conducta de los gatos enfrentados a un obstáculo en su camino, es digno de verlos sentarse y estudiar las posibles soluciones para finalmente escoger el camino que casi siempre es el mejor

Pero la inteligencia animal está acotada exclusivamente a la supervivencia; como ejemplo, cuando una manada de elefantes sedientos encuentra un río donde abrevar, se limita a satisfacer su sed sin preguntarse por qué el agua se desplaza y mucho menos por qué lo hace siempre en un determinado sentido.

Frente al mismo escenario, el hombre inmediatamente se plantea varias incógnitas como podría ser de dónde viene el agua, hacia dónde va, por qué siempre en la misma dirección y sentido etc.

El humano tiene inteligencia inquisitiva, lo que le ha permitido ir comprendiendo el mundo que lo rodea y modificarlo a su conveniencia, aun cuando esta capacidad transformadora no resulte beneficiosa para toda la humanidad.

Pero siempre es la incógnita a resolver la que marca el camino del progreso; sin incógnitas aun viviríamos como el hombre de Cromañón.

Lo malo es que los humanos no tenemos opciones, hemos nacido con la condena de preguntarnos porqué.

Lo que sí deseo quede claro es que para mi entender estamos dotados de un órgano maravilloso capaz de preguntarse, pero incapaz de responderse sobre muchos fenómenos a los que se encuentra expuesto toda su vida, vale decir es capaz de advertir la existencia de las incógnitas, pero carece de la capacidad para despejarlas.

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