Cultura

Feria del Libro de Mendoza 2023: no importa el lugar

Está en plena actividad la Feria del Libro de Mendoza y en un lugar mucho más accesible que el Espacio Cultural Julio Le Parc. Aquí, Laura Rombolí cuenta sus impresiones sobre el hecho y los lugares

Laura Romboli

Durante mucho tiempo, creí que el lugar elegido para realizar una edición de la Feria del Libro en Mendoza sería la solución para alcanzar su máxima expresión cultural. El Espacio Cultural Julio Le Parc (que su nombre tiene todo el acervo cultural que no hay en el lugar) siempre cargó con lamentos. Estaba lejos, oscuro, con calles cortadas y un transporte escaso. Ir al Le Parc para asistir a la presentación de un libro o buscar ofertas y visitar a los libreros no era precisamente un buen plan ni siquiera para el intelectual en busca de emociones.

Con la esperanza de que el Auditorio Ángel Bustelo pudiera resolver este problema, la conclusión que se desprende de este párrafo- y que tiene la buena intención de permitirles a los lectores no seguir adelante con la lectura- es que, en realidad, no importa el lugar: ni el Bustelo ni el Le Parc son los culpables de esta desdicha que viene gestándose desde hace tiempo.

Va más allá si hay responsables directos o secundarios. Si es por los que tienen prisa por irse o por aquellos que no tienen ganas en llegar. Esto, inevitablemente, convierte el veredicto en que nadie tiene la culpa y, por lo tanto, todos somos culpables.

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Los más valientes podrán preguntarse si se trata de torpeza o estrategia pero lo que queda claro es que la Feria del Libro es la actividad que muestra, resume y condensa la actividad cultural de los mendocinos. La Fiesta de la Vendimia se lleva el honor de ser la máxima representante del turismo de la provincia.

En estos días se está desarrollando una nueva edición de la Feria Internacional del Libro de Mendoza en el Auditorio Ángel Bustelo. ¿No lo sabías? No te culpo, la mayoría no se enteró. De hecho, para los más desconfiados, la falta de difusión puede resultar misteriosamente atractiva: ¿por qué no hay ganas de contar o de invitar?

Al finalizar esta edición, los organizadores presentarán un balance que seguramente acompañarán con afirmaciones como "masiva participación" y "gran convocatoria", pero lo cierto es que para que eso suceda la política cultural debe contar con recursos, proyección, objetivos, trabajo y tiempo para que "una semana al año" se convierta en el lugar perfecto para mostrar una buena cosecha, una Vendimia, pero con libros.

Vamos a la Feria

Las puertas se abren a las 16 y se cierran a las 22 para que los libreros muestren sus stands y vendan lo que no venden en la vida real. Algunos aseguran que si hay ofertas, hay demanda, pero en estos tiempos difíciles para la lectura, estimular a la gente a leer ya es suficiente. Y para eso están las presentaciones de libros que se realizan a una hora programada, en un lugar (sujeto a cambios) con un presentador y el autor que intentará vender su libro, sin importar si tiene éxito; al fin y al cabo, los intelectuales no se preocupan por eso.

No hay programas impresos ni pantallas que muestren los horarios de salida y arribo de las charlas, solo, y de manera rudimentaria, una voz se acercará a un micrófono escondido en una esquina y dirá algo que apenas se escuchará y no se entenderá.

Luego, en cada sala, habrá un penetrante y memorable olor a desodorante de baño pero de terminal de ómnibus, lo cual tratará de distraernos del evento todo el tiempo. Antes, un señor de seguridad de alguna puerta, no sabrá como guiarnos al convite que buscamos. Dirá los nombres de las salas en una suerte de juego donde nosotros tendremos que adivinar.

Una parte de la gran sala del Bustelo resguarda a los familiares y amigos de los participantes en el festival de poesía. Bajo una penumbra conspirativa los versos que retumban tal vez ayuden a que nos escapemos -con la imaginación- de ese lugar y ser felices.

En la otra parte del auditorio, los stands forman un círculo que traza un camino corto, haciendo que dudemos si eso fue realmente todo. El buffet sirve café como nunca, y un pasillo exhibe obras colgadas que no sabemos si pertenecen a la feria o las dejaron de un evento anterior.

Actividades menores, literalmente, están ubicadas ahí abajo casi en el piso a la altura de quienes transitan la infancia.

El personal de limpieza y los trabajadores de los ministerios sonríen al aire, trabajan y atienden consultas.

En el exterior, un escenario recibe a los artistas, pero su presencia se fortalece en gran medida de la promoción que hayan hecho para atraer invitados. Un grupo de personas baila debajo de ese escenario, con el privilegio que a ellos sí le avisaron.

Finalmente, habrá invitados de otros lugares sorprendidos de que no hayamos ido a buscar su libro; y funcionarios y directores de cultura ausentes pero con aviso.

Todo, bajo una luz blanca tan gris que nos hace sentir que funcionamos, pero en un modo ahorrativo que nos trae la única certeza que nos llevamos de esta Feria del Libro: que no importa el lugar, tal vez, sea cultura la que nos falta a los mendocinos.

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