La falacia de la competencia femenina: hoy 5 varones se disputan la gobernación de Mendoza

Emiliana Lilloy da cuenta de algo que está a la vista: no hay mujeres en las candidaturas a la Gobernación, aunque sí a vice. ¿Por qué pasa esto en Mendoza?

Emiliana Lilloy

Para alguna de nosotras es impensable que al ver fotos como la de la portada de esta nota, otras mujeres no se sientan despreciadas, no representadas, ofendidas incluso, en el sentido de que, con tanto descaro, veamos con tanta liviandad que 5 varones sean los únicos posibles candidatos y por tanto personas habilitadas para gobernar nuestra provincia. Sin que nadie les pregunte qué opinan al respecto de que no exista ninguna candidata mujer, hoy se disputan la gobernación de la Provincia. Esto sucede, sabiendo la sociedad mendocina de la existencia de mujeres militantes y no, muy preparadas-incluso más que los propios candidatos para la misma tarea-, pero que por la corporatividad masculina y en consecuencia, por la falta de acceso de esas mujeres a la mesa chica, no llegarán nunca a probar sus fuerza, a competir para que el pueblo mendocino pueda elegirlas.

Competir se define como "luchar entre sí [varias personas, animales o cosas que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo]. Estar en condiciones de ser comparado con otros, por poseer una determinada cualidad en grado igual o semejante a estos"

Competir, en efecto, nos está vedado a las mujeres en sus dos dimensiones. Una simbólica que implica que para nuestra sociedad pretender los mismos objetivos que los varones o pretender cierta superioridad en determinadas actitudes (por ejemplo la de gobernar en determinado lugar-espacio-tiempo), implica "estar contra ellos, odiar a los hombres o ser una mujer frívola, ambiciosa y competitiva (nótese, estos últimos dos atributos valorados en varones y denostados en las mujeres). Sumado esto a que, -siguiendo las definiciones- las mujeres simbólicamente tenemos proscripto "estar en condiciones de ser comparadas en grado igual o semejante a ellos" so pena de ser tratadas de masculinas, transgresoras del orden natural o religioso.

Entre tanto, y para cerrar el círculo en cuanto a la competitividad como falacia hacia las mujeres y herramienta de poder para los varones, tenemos que entender lo irracional de nuestro sistema de creencia y las contradicciones que mantienen a las mujeres alejadas de los espacios de poder. 

 Llegó el día del desempate histórico en Mendoza

Basta incursionar en cualquier aspecto de la realidad para detectar las trampas discursivas de los patriarcados en los que vivimos. En el ámbito de la política por ejemplo, vemos que los únicos que tienen acceso a la competencia y compiten en campañas sangrientas -lo cual les está abiertamente permitido- son los varones, pero en el relato cotidiano y vulgar, el mito que prevalece es "las mujeres son muy competitivas". Algo así como el mito de que las mujeres somos despechadas y vengativas, cuando en Argentina matan casi trecientas mujeres al año por despecho o venganza y a ningún varón, salvo alguna aislada excepción.

De nuevo, el mapa mental no coincide con la realidad y esto nos vuelve a perjudicar. Nótese aquí lo macabro del estigma: se utiliza el prejuicio de que las mujeres somos competitivas como un adjetivo a característica negativa de la que tenemos que defendernos, cuando en los varones la competitividad es algo valioso, de lo que ni siquiera se habla porque se considera natural a ellos, y lo más grave aquí, es el que el hecho de que en ellos la competitividad sea un valor - y con las armas que sean necesarias porque todas les son permitidas por ser varones- son los que están discursivamente habilitados para competir. ¿y competir por qué? Por lo único que importa, por el Poder.

Hoy se disputan la gobernación de la provincia cinco candidatos varones. Pero esta circunstancia no ha sido destacada por nadie. Ya tenemos claro que ninguna mujer dentro de ningún partido, incluso aquellas que se rasgan las vestiduras ante cualquier acción contraria al feminismo de los partidos opuestos apoyándose engañosamente en #hashtags como niunamenos, están calladas como nunca. "Política partidaria mata feminismo" dice una amiga, y bastante razón le da la realidad argentina actual.

Pero salvando esa circunstancia que tiene que ver con estrategias políticas y el ámbito donde ellas suceden, llevemos esta idea a lo cotidiano, a las reuniones que no están vinculada al círculo rojo ni a la militancia partidaria.

Existe un buen test para comprobar cómo las mujeres han interiorizado la competencia como algo negativo -por el estigma patriarcal, está claro- y la ausencia de mujeres en el poder, cuestión que hace que no nos levantemos y reprochemos ni la foto, ni la circunstancia de que sólo pueda ser un varón el gobernador de Mendoza: En una charla cualquiera y sobre todo si hay varones presentes, pruebe una definirse como feminista, mencione que los espacios están siendo ocupados injustamente por varones, y que las mujeres tenemos que avanzar juntas, y, para asegurar el resultado, mencione la palabra "lucha". Luego, espere con paciencia y obtendrá los resultados casi científicos por la repetición sistemática de los mismos argumentos o más bien, espere a escuchar unos artilugios similares a los de Scheherazade para retardar cualquier cambio posible. Paciencia.....5, 4, 3, 2, 1 es una mujer que toma la palabra (las mujeres lo hacemos una de cada cinco veces comparado con los varones, pero en este test somos las primeras) : "Bueno, pero es que las mujeres también somos muy competitivas entre nosotras, además no hay que pensar que esto es una guerra contra los varones, yo tengo hijos varones, las cosas han cambiado mucho, tenemos que sumarlos, los cambios los vamos a realizar juntos y son de a poco".

Una deja pasar el comentario, asiente porque ya tiene naturalizado que eso sucederá tarde o temprano (es un test infalible), son las mil y una noches y hay un punto en que las batallas se eligen, para no enfermar o morir de tanto feminismo.

Pero en su interior una rumea: por qué estas mujeres asumen la competitividad, el querer medirse con otras personas en capacidad para tomar decisiones, el querer tomarlas, el tener poder -que tan natural les es a los varones, tanto que nadie les pregunta por qué compiten o porqué lo quieren- como algo negativo. Por qué niegan o se niegan a sí mismas querer lo que tienen los varones, el poder, la posibilidad de ser candidatas, de ganar dinero, todas facultades que han sido arrebatadas a las mujeres a través de normas religiosas morales y legales como estrategias de apropiación. Por qué piden perdón o se desmarcan, diciendo que la conquista de nuestros derechos no afectará a los varones y refieren inocentemente que esto lo haremos juntos, que es como decir que los ricos entregarán a las personas sin recursos sus privilegios, sin ninguna fricción y paulatinamente, porque la redistribución de la riqueza no afectará a quienes la tienen hoy en día y lo haremos todos juntos.

De nuevo el mapa no coincide con la realidad, y es este pensamiento romántico e idealizado de las relaciones entre varones y mujeres es, entre otras cosas, lo que nos tiene alejadas del poder, alejadas de los derechos que aún faltan conquistar.

Lo más macabro del sistema, es que las mujeres tengamos que ir por ahí pidiendo disculpas por querer liberarnos, por decir que queremos competir y estar en los lugares de poder, cuestiones que por definición implican una disputa, una lucha y no "un caminar juntos" como se romantiza.

Las mujeres tenemos que dejar de recibir la competitividad como un insulto para asumirlo como una característica innata humana, tan innata como la de los varones, que la ejercen al punto de gobernar casi todos los países del mundo. Las mujeres necesitamos cambiar el foco de nuestra competencia, abandonando los deseos de juventud, belleza y aceptación de los varones para potenciar nuestras habilidades de gestión, de empatía y decisión dirigiéndola a lo que realmente importa y cambia la vida de nuestros pares, nuestras familias y el mismo destino de la humanidad. Las mujeres necesitamos competir por el Poder.

Permitir que se difame la competitividad en nosotras y el deseo de poder para gobernar nuestras sociedades no hace más que alejarnos de la arena donde se suceden las cosas, que es en cada ámbito político (el gobierno, los clubes, las asociaciones, la comunidad organizada en general)

Hoy compiten 5 varones a la gobernación. Dos mujeres, por demás valiosas, trabajadoras y pujantes ocupan la fórmula a vicegobernadora. No es que crea que debamos premiar a esos partidos políticos, ya que las fórmulas mixtas deberían parecernos algo natural, justo y representativo. Pero las mujeres, siendo mayoría de votantes, al menos deberíamos rechazar a aquellas fuerzas que sin ningún pudor, vergüenza y como dije, con total impunidad, invisibilizan la presencia de las mujeres en la militancia y nos dejan sin alternativa a votarles, nos dejan sin ningún tipo de representación.

Las mujeres tenemos que reivindicar nuestro lugar intramuros en la democracia, salir a hacer valer nuestro voto, dirigir la política desde nuestra capacidad de determinar una elección. Las mujeres electas por nosotras honrarán nuestro apoyo y llevarán a más mujeres fuertes y poderosas hacia su destino natural, que es gobernar. Las que hoy no participamos de la política u organizaciones políticas secundarias como los clubes, escuelas, asociaciones, tenemos que participar, competir, abogar, y si ese no es nuestro deseo, al menos ser conscientes y agradecidas, apoyándolas a ellas que estarán ahí por nosotras, representando nuestros intereses, el de nuestras familias y nuestra sociedad.

Este cambio cultural sí implica una lucha contra los privilegios en el acceso al poder de los varones, competir sí significa disputar lo que existe y repartirlo equitativamente, y si bien muchos varones pueden acompañarnos o adaptarse a los cambios culturales logrados por las mujeres, como el interés es la medida de las acciones, este cambio lo hicimos y lo seguiremos haciendo nosotras, que somos las principales interesadas en conquistar la igualdad.

A mi querida abuela Piru que hoy festeja sus 95 años con una claridad y vitalidad increíbles. La mujer más poderosa de mi mundo, que me enseñó la libertad, el valor de la familia, y que todo lo que nos propongamos las mujeres lo podemos lograr.

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