Horrores argentinos
El asesinato de Morena Domínguez ya empieza a ser tironeado entre progres que se conmueven con los asesinos y ultras que solo quieren matar a su alrededor. Solo hay que cumplir con la ley y "que quien las haga, las pague". No hay que inventar nada, sino cumplir con las leyes.
Argentina se conmovió con el salvaje ataque a Morena Domínguez, una niña que todos sentimos como parte de nuestras familias. El caso corrió una vez más el velo que nos recordó cómo estamos viviendo: con miedos múltiples que confluyen. ¿Qué diferencia a este momento de horror con el anterior y con el próximo? Una cosa que nos estremece es que hasta ahora creíamos que los niños estaban exentos de morir en un episodio de lo que hemos normalizado con el término de "inseguridad".
Crimen de Morena, de 11 años: suspenden campañas y hay conmoción
Fue tan fuerte el impacto de uno de los muchos hechos delictivos que seguramente se produjeron en forma paralela en todo el territorio nacional, que admite la posibilidad de que marque un antes y un después. Ojalá. Esto, porque además se produjo en la recta final rumbo a las elecciones Primarias del domingo y eso metió en un corralito a la dirigencia política: esta vez no se pueden escapar de tomar definiciones que debieran ser definitivas.
En la televisión y en las redes vimos todo tipo de reacciones de parte de la gente, periodistas y políticos. Pero hay algo que va quedando en claro: debe haber límites, no solo para los que violan las normas que se hicieron para que podamos convivir en sociedad, sino para los análisis comprensivos que se formulan hacia los que delinquen.
Un horizonte claro debe ser tan sencillo como "que quien las haga, las pague". Y debería hacerlo al contado, sin atenuantes ni rebajas.
No ha funcionado la estrategia de otorgarle crédito a quien viola las leyes, la persona que delinque. Durante demasiado tiempo se trabajó en una escala de grises en la materia, permitiéndoseles a los sectores al margen de la ley actuar con y en total libertad, perfeccionarse, multiplicarse y hasta recibir herramientas del Estado para subsistir, a sabiendas de su rol negativo en la sociedad.
Se argumentó para ello la "comprensión" de situaciones de exclusión social y económica, pero no se trabajó para revertir el contexto. Por el contrario, en la Argentina se ha promovido la expansión de una "selva" que solo responde a su ley natural: la imposición del más fuerte o del que "se la rasca" por sobre el que estudia o trabaja.
Por ello, el crimen de Morena les da la oportunidad a los dirigentes a dar una vuelta de página, de dejar atrás la demagogia y la compasión hacia el que delinque, para pasar a escribir una nueva página: la de las reglas claras y las sanciones efectivas de igual peso para todos.
Que ya no se "salve" más al que tiene contactos en el poder y tampoco al que se mueve en las orillas de la sociedad. No es opción volverse delincuente por ser pobre o por no haber tenido educación en un país en donde más de la mitad de la población es asistida por el Estado y en el que las escuelas son gratuitas e inclusive.
Sonará a slogan, pero en Argentina no se cumple: "Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada". Así de tajante y claro. Nadie podrá ofenderse porque rija un parámetro para la vida en sociedad.