¿Cómo fueron San Martín y Sarmiento como padres?
Considerando la actual fecha encontramos una excusa perfecta para adentrarnos en las biografías de los dos próceres argentinos por excelencia y conocer algunos aspectos de sus trayectorias como padres, pues allí también se mostraron dignos del bronce.
San Martín y Merceditas
Tras el misterioso encuentro que San Martín tuvo con Simón Bolívar en Guayaquil, el Libertador decidió regresar a Europa. Pasó antes por Mendoza y de allí partió hacia Buenos Aires dónde hacía poco había fallecido su esposa.Si cruzar los Andes fue toda una epopeya, enfrentar a su suegra podía convertirse en otra. Ya viuda, doña Tomasa de la Quintana -nombre de la susodicha- pretendía quedarse con Merceditas de San Martín a quien cuidaba desde hacía cuatro años. Jamás aprobó el casamiento de su hija con el futuro prócer, al que siempre llamó "plebeyo" o "soldadote". A todo esto debemos sumar que vio a Remedios morir llamándolo sin consuelo. El aborrecimiento era totalmente mutuo, por lo que no se dirigían la palabra.
Doña Tomasa era tía de Tomás Guido, hijo de su hermana, por lo que el fiel amigo de San Martín le recomendaba que dejara a la pequeña al cuidado de su abuela. Pero la respuesta fue negativa.
Finalmente, Manuel de Escalada -hermano de Remedios y Granadero- intercedió y convenció a su madre de entregar a la pequeña. El 10 de febrero de 1824, la niña zarpó hacia Europa con su padre, quien era para ella un completo extraño.
El viaje al Viejo Continente duró dos meses que al general debieron parecerle siglos, pues Merceditas se volvió insufrible. "Qué diablos -contó tiempo después a Manuel de Olazábal en una carta- la chicuela es muy voluntariosa e insubordinada, ya se ve, como educada por la abuela; lo más del viaje la pasó arrestada en un cama¬rote". Según el ilustre padre, doña Tomasa con su "excesivo cariño" la había convertido en un "diablotín". Pero si pudo enfrentar una elevada y peligrosa cordillera, además de numerosos ejércitos, una niña no significó un gran problema.
Cabe destacar que cuanto Mercedes contrajo nupcias regresó a Buenos Aires para visitar a su abuela, quién se convirtió en madrina de su primera hija. Para entonces, San Martín y la joven tenían una excelente relación. Durante los últimos años de su vida "dispuso de su vejez" disfrutando del papel de abuelo.Su final llegó un agosto del siglo XIX. Se encontraba en cama, agonizando, rodeado de los suyos y en aquel momento sólo pensó en Merceditas. Solicitó a su yerno que la retirase de la habitación, evitándole el dolor de verlo morir.
El dolor de Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento además de "Padre del Aula" fue un "padre soltero". Durante su primer exilio a Chile se instaló en el pueblo de Los Andes y allí fundó una escuela para niños y adultos. Teniendo 19 años se enamoró de una de sus alumnas María Jesús del Canto, una joven de 17 años, y fue correspondido. Así, el 18 de julio de 1832 llegó al mundo Ana Faustina Sarmiento. No se casaron pues el padre de Canto lo impidió, Sarmiento asumió su responsabilidad y se quedó con la pequeña, a quién crió con ayuda de su madre y hermanas.
Años más tarde engendró a Dominguito con Benita Martínez, casada aún con un anciano y estéril marido. Tras la muerte de este adoptó al niño y lo convirtió en el mayor proyecto de su vida, en "su mejor alumno".
Casi 20 años más tarde Sarmiento rompió su vínculo con Benita y Dominguito se distanció de su padre. Al estallar la Guerra de la Triple Alianza, el joven se unió al ejército. Curiosamente terminó bajo el mando de Lucio V. Mansilla, sobrino de Rosas, quien lo protegió hasta el punto de mantenerlo para que él pudiese entregar todo su sueldo a su madre.En una de sus últimas cartas, el muchacho nombra al abuelo de Jorge Luis Borges -mayor Francisco Borges- también en el frente y desnuda el espíritu amplio de su superior:"Mansilla -escribió Dominguito-, pasado el primer momento de la carga, me ordenó que me retirara, yo no habiendo querido obedecerle como era natural; me dijo: ?He prometido no exponerlo a Ud. sino en caso indispensable. Volvamos al batallón y piense que se lo he prometido a su mamá'. Te cuento esto para que veas como hay quien cuide por ti". Lamentablemente don Lucio no pudo cumplir su promesa y la vida de Dominguito se apagó en la sangrienta batalla de Curupaytí, durante septiembre de 1866.
Aquella muerte llegó a oídos de Sarmiento en Estados Unidos y lo consumió por el resto de sus días. En 1862 padre e hijo habían discutido debido a la relación que el primero mantenía con Aurelia Vélez, rompiendo así el vínculo con la madre del joven. La distancia entre ambos parecía insalvable.Al conocer la noticia Sarmiento escribió a Bartolomé Mitre desde Estados Unidos:
"¡Qué cadena de desencantos! Habría vivido en él; mientras que ahora no sé a dónde arrojar este pedazo de vida que me queda; pues ni aquí ni allá sé qué hacer con ella".
Simultáneamente escribió a la esposa del General Mitre señalando:"Mi estimada amiga (..) cuando las leyes de la naturaleza son violadas por las necesidades de la sociedad solo queda levantar los ojos más arriba y obedecer con resignación a otras leyes superiores que están acaso proveyendo a necesidades que se nos ocultan o no sabemos sentir (...) Ha muerto antes de probar el desencanto que está en el fondo de la copa, y su imagen se me presenta aspirante y risueña con sus juveniles recuerdos..."El sanjuanino trató de calmar tanto dolor del modo en que calmaba todo: a través de la escritura. Así, nació "Vida de Dominguito", libro que publicó dos años antes de morir.