Análisis

Fernández frente al espejo de Sánchez

El presidente del Gobierno español llevó al PSOE a una derrota y, en lugar de acantonarse en el poder, anticipó el llamado a elecciones. Le da a su país un cambio de diálogo público; ya no se habla de cuánto ganó la oposición, sino de cómo será el proceso de cambio. Pero además, le da oxígeno a su partido.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Alberto Fernández se siente "amigo" de Pedro Sánchez. Además, asegura que comulgan en las mismas ideas, aunque el partido del español es socio de la UCR en la Internacional Socialista, que preside Sánchez secundado por el radical Jesús Rodríguez. Y es que probablemente Guillermo Moreno haya tenido razón cuando sostuvo que Fernández "es más alfonsinista que peronista".

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Sin embargo, las autopercepciones son unas y los hechos demuestran otras cosas. Sánchez, a pesar de su declive en la consideración de sus conciudadanos, ha mantenido un posicionamiento claramente en favor de Occidente, tanto al plantarse frente a China en lo comercial como ante Rusia frente a la invasión a Ucrania. Fernández le ha llevado una flor y prometido "el oro y el moro" a cada uno de sus anfitriones por el mundo, sin una línea directriz de su posicionamiento internacional.

Para decirlo en otros términos: Sánchez jamás prometería en Beijing abrir criaderos de perros para consumo humano; Fernández les prometería "estudiar el tema", abriendo una puerta que después no podría cerrarse otra vez. En conclusión: España sabe de qué lado de la cultura social, económica y política está y Argentina flota a la deriva de la inconsistencia de sus gobernantes.

El presidente del Gobierno español, tras la contundente derrota del PSOE este domingo en las elecciones municipales y comunitarias (provincias) anunció el acortamiento de su mandato y el llamado a nuevas elecciones. En el sistema español, se disuelven las Cortes y se convoca a elecciones anticipadas para el 23 de julio, las mismas que estaban previstas para diciembre y que, de repetirse el esquema actual, le daría el triunfo al PP y catapultaría a la Moncloa a Alberto Núñez Feijoó.

Con esto algunos ven un acto de renunciamiento de Sánchez y otros, le podrían alabar su templanza al admitir la derrota. Pero hay algo de picardía a la vez (si no muchísimo) y es que con su actitud a primera hora del día siguiente a la gran derrota forzó un cambio de discusión. Los medios y los dirigentes de los partidos políticos ya no porotean este lunes en torno al notable avance del PP, el crecimiento exponencial de Vox y la desaparición práctica de Podemos y Ciudadanos, sino que hablan de Sánchez y el adelantamiento del cambio de Gobierno.

Ya especulan con fechas: en agosto podrían estar ya armando los frentes parlamentarios que conformarán un Gobierno, que en España se constituyen de manera indirecta.

De tal modo que hay una lección para que aprenda Alberto Fernández y, de no ser él quién manda realmente, el peronismo: mirarse en el espejo de Sánchez para saber hasta cuándo se cuenta con apoyo y legitimidad y saber dar vuelta la página. O mejor dicho: salir, cerrar y entregar la llave.

Lo que ha decidido Sánchez y el PSOE en España es de alta política. No se encerraron a tomar al Gobierno de rehén e insultar desde las ventanas a los que vienen acercándose a tomar posesión. Hizo lo correcto, y hasta le sirve a su partido para respirar profundo y pensar en actuar con oxígeno en el cerebro.

Bueno, aquí no. Fuerzan una continuidad inaguantable, impopular y se ahogan encerrados en las habitaciones del poder, solo por aprovechar de todo el sistema un rato más. Es probable que hasta entreguen una Casa Rosada que merezca más tiempo en reparaciones que de disfrute.

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