14 de abril

Así quedó la Casa de Gobierno de Mendoza tras el terremoto de 1927

Fue un 14 de abril de 1927 cuando un potente terremoto sacudió a Mendoza y derribó, entre otros edificios, el de la Casa de Gobierno que estaba frente a la Plaza Independencia.

Todavía quedan hoy restos de la antigua Casa de Gobierno de Mendoza ubicada en la manzana del Normal, frente a Plaza Independencia. 

El terremoto del 14 de abril de 1927 la dejó con un alto nivel de destrucción. Sin embargo, allí funcionó hasta hace unos 40 años la Jefatura de Policía, en el sector con entrada por Patricias Mendocinas y en esquina con Montevideo. La parte que da a Rivadavia y Mitre, fueron ocupadas por la Escuela Normal Tomás Godoy Cruz.

El recomendado portal Mendoza Antigua ofreció hoy una imagen de aquella casa de Gobierno, en su entrada por calle Mitre, después del fuerte sismo:

"Fue el 14 de abril (jueves santo) de 1927 a las 2:35 de la noche: después de unos cuatro o cinco segundos, comenzó un movimiento ondulatorio de Oeste a Este con dirección bien definida. Observé muy serenamente este temblor, por lo menos después de los primeros segundos, por hallarme en el centro de una calle ancha desierta a esa hora y fuera de todo peligro... En la zona oeste de la ciudad, especialmente en las proximidades de la calle Belgrano, fue general el derrumbe de cornisas y agrietamiento de muros... En la ciénaga (del Resguardo) se abrieron pequeñas fisuras en el terreno...". Francisco Morey, "Mendoza sísmica", D'Accurzio, 1938. Este testimonio fue aportado como dato relevante a la publicación del perfil de Facebook Mendoza Desconocida, que en uno de sus posteos muestra imágenes y la crónica de la prensa de la época en torno al sismo.

El espacio de Facebook que reaviva la memoria inteligentemente, reproduce un texto publicado en la célebre revista La Quincena Social por Mario Duhart. Es el siguiente, textualmente:

Ecos del temblor

Nadie aguardaba esa noche un movimiento igual al que se produjo. En contra de lo que se supone, no había predisposición alguna que indicara un fenómeno de esa naturaleza. La noche era templada y corría un hálito de viento. El silencio gravitaba armonioso. El firmamento, cuajado de titilantes estrellas, pendía sobre la tierra como un manto piadoso, y la luna, semejante a un globo de fuego, caminaba lentamente, rozando las nubes.

Las calles, dado la hora avanzada, estaban completamente desiertas, y la población reposaba entregada al sueño. Mas, de pronto, se presentó un espectáculo triste y espantoso: un violento temblor de tierra agitaba todo. ¡Quién podría hacer vivir con la pluma esos veinte segundos de vida intensa, de amargura, de miedo! Las luces en parte se apagaron y, en la obscuridad, brilló el fulgor de unos relámpagos, mientras del suelo se elevaban densos nubarrones de polvo. La ciudad entera se balanceaba sacudida por el fuerte remesón; las cornisas de los edificios se desmoronaban; algunas paredes caían completamente al suelo, y los habitantes, despavoridos ante el horror de la catástrofe, salían a la calle, a las plazas, andando semidesnudos. Algunas mujeres, envueltas en frazadas, tambaleaban y caían desmayadas, y otras, apretando contra sus pechos a sus hijuelos, gritaban y lloraban desconsoladamente. Un espasmo de terror llenaba las almas, y parecía que la muerte, ansiosa de entrañas humanas, tendía su descarnada mano. A la demanda de auxilio, sucedían los disparos con armas de fuego, los lamentos entrecortados; los alaridos de dolor. Las personas, en medio de las calles, estaban enloquecidas; las madres, espantadas, besaban a sus hijos con beso postrero: los hermanos, los esposos, los amigos se juntaban en un supremo abrazo, como si se despidieran para siempre.

Pasado ese minuto de verdadera angustia, en que se imaginó a la ciudad sepultada bajo los escombros, los ánimos volvieron a la realidad. La gente ensimismada bajo la presión de la tragedia, ambulaba por las calles, inquiriendo la trascendencia de los hechos. Los autos, a toda velocidad, circulaban sin rumbo fijo, y la Asistencia Pública, abriéndose paso con su toque de alarma, corría en todas direcciones, llevando heridos. En tanto, la naturaleza, vuelta a su estado normal, parecía impasible ante el espanto de la muchedumbre. La noche recobró su calma anterior, y la luna declinaba a lo lejos, suspensa como un nimbo... (La Quincena Social, febrero de 1927).

Otras imágenes del sismo que ya publicó Memo pueden verse haciendo clic aquí.

En tanto, el historiador Hugo Laguna, al contar la historia de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, Catedral de Mendoza, mostró cómo era antes del sismo de 1927. "Loreto -escribió- quedó sin fachada hasta la década del 40 cuando se hizo la parte inferior de la actual y en 1957 se terminaron las remodelaciones con las tres cúpulas tal como las conocemos hoy".

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