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Cómo operan las cuevas mendocinas en tiempos de cepo

El mercado ilegal de compraventa de divisas florece con las restricciones del Gobierno nacional, el mismo que omite controlar un negocio no permitido, pero aceptado por todos.

Maxi Azcurra

Las cuevas financieras son un negocio ilegal de puertas abiertas en la Argentina de cepos a la que estamos acostumbrados. Con la imposibilidad de adquirir más de 200 dólares por mes a través del sistema bancario, ¿cómo hace una persona que vendió un inmueble y quiere ahorrar sin que se licue el dinero ante las exorbitantes cifras de inflación? O alguien que tiene que comprar una casa y la operatoria es sólo en dólares, como el mercado inmobiliario exige, o aquel que viaja al exterior y no tiene la tarjeta disponible o con los montos suficientes. Simplemente recurre a las cuevas, la ilegalidad aceptada por consenso social.

Además, hoy en día, las cuevas ofrecen un valor inferior al oficial, ya que al dólar blue no hay que sumarle el 30% del impuesto PAIS. Este miércoles, la cotización informal del billete verde es de $76.50 para compra y $79 para venta (el oficial está por encima de los $83 y sólo se pueden comprar U$S200, mientras que en el dólar libre no hay límites de compra).

Operan en galerías del centro de Mendoza y no sólo la Tonsa, o en edificios de oficinas como el Buci, o en las calles aledañas a la peatonal, incluso, ofreciendo el servicio a domicilio para clientes conocidos. Es un negocio de vinculaciones, en donde los clientes suelen ser siempre los mismos o llegar por recomendaciones de quien ya operó en la cueva amiga.

"Nos manejamos por teléfono con los clientes de siempre. No operamos con arbolitos como es el caso de las casas de la Tonsa y somos muy respetuosos de esa relación, intentando afianzar el vínculo dándole un servicio confiable, seguro y conveniente", señala un hombre de traje algo ancho y camisa clara que aceptó contarnos las premisas de su negocio, en un pequeño departamento de calle España.

El presente de este tipo de cuevas es floreciente. Las restricciones para la compra del gobierno de Alberto Fernández obliga a parte de la población con aspiraciones económicas a recurrir al mercado ilegal, ya sea para hacerse de los dólares que necesita o para vender los que posee, obteniendo un margen mayor que el ofrecido por el sistema bancario.

"No hay cifras de operaciones diarias, pero calculamos que se movilizan entre 5 y 20 millones de dólares por día". Incluso en un día malo, cuando el gobierno sale a controlar y gendarmería ronda la zona de "los arbolitos", las opciones son trasladarse a otros domicilios ya adecuados para tal fin.

"Todos tenemos un mayorista o corredores de cambio, son los principales formadores de precios ya que se ubican entre la oferta y la demanda. Ellos analizan la situación del día, los volúmenes que se están manejando y establecen una cotización minuto a minuto", agrega. Por eso para cerrar una operación, primero desde la cueva se comunican con su mayorista, negocian los márgenes y el precio y cierran generalmente vía telefónica con el cliente. Una vez que el precio se cerró se mantiene hasta concretar en persona la operación. La palabra es un compromiso tan fuerte como cualquier papel.

En una cueva mediana se espera un movimiento en torno a los 100 mil dólares por día. "Es un mercado pequeño y generalmente vinculado a las casas de cambio oficiales. Por eso el gobierno no pone tanto énfasis en el control". Y claro, se entiende entonces que los arbolitos ofrezcan sus servicios a viva voz, sin mayores reparos.

"Nosotros tenemos una brecha entre las puntas compradora y vendedora mucho menor que la del dólar oficial. Mientras que en los bancos la diferencia ronda el 10% nosotros manejamos un 2 o 3%", dentro de ese porcentaje se encuentra el spread o ganancia del "cuevero".

Si bien este tipo de operaciones es ilegal, no deja de llamar la atención la comodidad con la que se opera, las certezas del mercado a la hora de hablar de dólar blue, puré o cualquiera existente, la validez que le otorgan los medios de comunicación al hablar de sus cifras y sobre todo la permisividad de los gobiernos que conocen y omiten, por lo tanto aceptan, estas prácticas. La única salida posible para el ciudadano, encerrado en el corset de la economía argentina.

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