La OTAN es un bien de lujo que EE.UU. no necesita

Justin Logan considera que la OTAN es un costoso lujo que EE.UU. no necesita, considerando que su presupuesto de defensa ya está inflado ($847 mil millones).

Justin Logan

Durante décadas, la creencia más extendida en el establishment de la política exterior de Washington ha sido que la OTAN es tremendamente valiosa para EE.UU. Como escribió el exdiplomático estadounidense William Burns en sus memorias, incluso la expansión de la alianza "permaneció en piloto automático como una cuestión de política estadounidense, mucho después de que sus suposiciones fundamentales deberían haber sido reevaluadas. Los compromisos originalmente destinados a reflejar intereses se transformaron en intereses mismos". Ser un escéptico de la OTAN en Washington es como ser un hombre de blanco de mediana edad en un concierto de Bad Bunny. En ambos aspectos, créeme: te sientes fuera de lugar.

Como sugiere Burns, una cosa que sucede con el consenso no examinado es que los argumentos a su favor no se agudizan al entrar en contacto con sus oponentes. Kathleen J. McInnis afortunadamente ha llenado la brecha, ofreciendo a los lectores de Foreign Policy un argumento de que los estadounidenses todavía necesitan a la OTAN.

Su ensayo argumenta enérgicamente que la OTAN es la raíz de la "enorme prosperidad económica y libertad" de la que disfrutan los estadounidenses. Sin embargo, no solo la prosperidad y la libertad: brindar seguridad a los europeos "permite que EE.UU. establezca la agenda de seguridad internacional", mejora la credibilidad de EE.UU. en Asia, ayudó a facilitar las guerras de Washington posteriores al 11 de septiembre, ayuda a manejar "misiones antipiratería frente al Cuerno de África ... China, cambio climático y tecnologías disruptivas avanzadas" además de "operaciones de desinformación, respuesta a pandemias, migración y terrorismo".

Uf.

Algunos de nosotros podríamos argumentar que lubricar las operaciones estadounidenses en el gran Medio Oriente después del 11 de septiembre fue algo malo, dado que las misiones en sí mismas fueron en su mayoría malas. EE.UU. despilfarró 8 billones de dólares ("trillions" en inglés), miles de vidas y casi 2 décadas de atención en Irak y Afganistán. Cualquier cosa que lo haya hecho más fácil debe contarse como un débito, no como un crédito.

Pero hay un problema mayor. La OTAN no se trata de la respuesta a una pandemia o la lucha contra la piratería. No tiene capacidades, ni autoridad, ni idoneidad para estos fines. La OTAN es una alianza militar pasada de moda. Por grande que sea el problema de la migración o la desinformación, la alianza no fue diseñada y aún no está hecha a la medida para enfrentarlos.

Estos problemas no solo faltan en el Tratado del Atlántico Norte; aparecen solo como marketing en documentos oficiales más recientes, incluido el Concepto Estratégico de la OTAN recién publicado. La OTAN se vende -y se vende a sí misma- como muchas cosas, pero es, por su tratado y por la estructura de su burocracia, una alianza militar dedicada a la seguridad de sus miembros.

Dados los orígenes de la OTAN como una alianza militar destinada a disuadir la agresión soviética, deberíamos preguntarnos: con los soviéticos fuera y los alemanes pacificados, ¿por qué EE.UU. luchó tanto para quedarse después de la Guerra Fría? La respuesta es simple: la OTAN es, y siempre ha sido, un vehículo para mantener a EE.UU. como el actor de seguridad dominante en Europa. Que hubiera desacuerdos más agudos sobre esta idea en la década de 1950 que los que hay hoy dice mucho sobre la falta de debate en el Washington de hoy.

Incluso el informe de Rand Corp. que cita McInnis en apoyo de la idea de "defensa a profundidad" en Europa señala que los líderes de EE.UU. solo adoptaron el concepto a regañadientes por temor a que "los aliados de EE.UU. fueran demasiado débiles para contener a la Unión Soviética por sí mismos". Como observa ese informe, las cuatro divisiones que el Congreso acordó enviar a Alemania en 1950 "no tenían la intención de permanecer allí indefinidamente; en cambio, las tropas estadounidenses debían retirarse cuando Europa occidental se hubiera recuperado lo suficiente como para desplegar su propia disuasión convencional".

Europa occidental se había recuperado lo suficiente como para desplegar su propia disuasión convencional menos de una década después. En 1959, un memorando describía al presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower lamentándose: "Los europeos ahora intentan considerar ese despliegue como un compromiso permanente y definitivo. Llevamos prácticamente todo el peso de la fuerza de disuasión estratégica, también realizando actividades espaciales y programas atómicos. Pagamos la mayor parte de la infraestructura y mantenemos grandes fuerzas aéreas y navales, así como 6 divisiones. El piensa que los europeos están cerca de ?hacer un tonto del Tío Sam'; mientras pudieran demostrar que necesitaban ayuda de emergencia, eso era una cosa. Pero ese tiempo ya pasó".

¿EE.UU. necesita seguir siendo el principal proveedor de seguridad en Europa para siempre? Los acontecimientos recientes en Europa, estimulados por la invasión rusa de Ucrania, sugieren que no es así. El Zeitenwende de Alemania -traducido oficialmente como "punto de inflexión" pero algo más parecido a "nueva era - era casi impensable hace seis meses. Berlín no solo canceló el oleoducto Nord Stream 2 (a los analistas les preocupaba que no fuera así), sino que también estableció un fondo de 100.000 millones de euros (107.000 millones de dólares) para reforzar su defensa y se comprometió a gastar el 2% de su PIB en defensa. Polonia y otros varios estados hicieron promesas similares para aumentar el gasto.

Pero como comentó el politólogo Barry Posen en un panel reciente del Instituto Cato, hay motivos para preocuparse de que estas promesas no se materialicen. EE.UU. se apresuró a cubrir la brecha y envió 20.000 soldados estadounidenses adicionales a Europa para tranquilizar a los aliados de la OTAN. La desventaja de la tranquilidad es que cuando tranquilizas lo suficiente, es probable que tus aliados te crean y no den un paso al frente y hagan más por su propia defensa. Parece probable que los europeos, confiados tras el escudo del Capitán América, vuelvan a la normalidad en Europa. Por ejemplo, como muestra el trabajo de Jennifer Lind sobre Japón, Japón hizo relativamente más por su propia defensa solo cuando temía que EE.UU. pudiera hacer menos. En este caso, la invasión rusa de Ucrania proporcionó una terapia de choque para las evaluaciones de amenazas europeas. Restaurar a EE.UU. como el pacificador de Europa puede restaurar la indiferencia y la inacción.

En 2022, los aliados de EE.UU. no son demasiado débiles para contener a Rusia por su cuenta. Simplemente se niegan a hacerlo por la creencia bien fundada de que EE.UU. lo hará por ellos y, en consecuencia, su gente se beneficiaría al gastar sus propios impuestos en prioridades internas.

EE.UU. no puede mantener su papel como piedra angular de la seguridad europea mientras compite con éxito para siempre con una China en crecimiento. Y la viveza europea que aflige a la alianza de EE.UU. con Europa también confunde sus alianzas en Asia.

Los panegíricos a la comunidad transatlántica todavía están de moda en Washington porque se los considera baratos. No lo son. Las limitaciones de recursos están comenzando a afectar. El presupuesto de defensa, que ya está inflado en $847 mil millones, no se dirige a $1 billón o más en el corto plazo. Mantener el dominio estadounidense de la escena de seguridad europea es un bien de lujo que EE.UU. no necesita en 2022. EE.UU. peleó dos guerras para evitar que surgiera una potencia hegemónica europea en el siglo XX. En la actualidad, no existe una potencia hegemónica europea en el horizonte o incluso más allá. A pesar de todas las fanfarronadas de Rusia, está luchando por tomar incluso una parte de un vecino mucho más pequeño y pobre, y mucho menos mantenerlo. Es hora de tomar la victoria.

Por esas razones, los defensores de la OTAN como una alianza permanente probablemente deberían comenzar a pensar en el Plan B, no anunciar la alianza como una panacea para problemas que incluyen el cambio climático, la piratería y la desinformación. Europa es lo suficientemente rica y fuerte para defenderse. Pero los europeos no lo harán a menos que EE.UU. deje de hacerlo por ellos.

EL AUTOR. Justin Logan es un académico titular en el Instituto Cato. Él es experto en la gran estrategia de EE.UU., la teoría de relaciones internacionales y la política exterior estadounidense. Sus investigaciones actuales se enfocan en el desvío del balance de poder hacia Asia -específicamente respecto de China- y la relevancia limitada de Oriente Medio para la seguridad nacional de EE.UU.Este artículo fue publicado originalmente en Foreign Policy (EE.UU.) el 23 de julio de 2022.

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