Perspectivas

Qué le hace creer al peronismo de Fernández que puede ganar, a pesar de todo

El peronismo de Alberto Fernández se aferra a la fe y la ludopatía política. Se espera tan poco de su gestión que tan solo un gol (o una goleada, en caso del Mundial) podría levantarlos nuevamente en la consideración social. Qué dicen ellos y qué, los analistas.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Si bien hay sectores que ya han condenado a la derrota al gobierno nacional, y esa observación es seguida de cerca por el kirchnerismo, debido a lo cual se ha levantado como una voz contraria capaz de recolectar el producto del descontento quizá en una lista propia, hay factores fuera de control que podrían beneficiarlo. Eso ocurriría como en una lotería y en forma sorpresiva. Y es esa posibilidad lo que desgasta cualquier teoría en torno a planes y calidad de gestión.

El grueso de la sociedad habla solo de sus problemas, más allá y más acá de quiénes sean desde la política quienes los agravan, y se parapeta en forma práctica en tratar de solucionarlos, ya sin intermediarios ni esperanzas en nadie más que su propio esfuerzo.

Otros, los más organizados, culpan y exigen: se organizan, movilizan y piden que se les solucionen sus carencias desde el Estado.

El albertismo sin Alberto busca cómo sobrevivir a los dos años que quedan

En paralelo, el círculo rojo, entendido como el grupo de personas que está constantemente informada e intercambia datos y puntos de vista sobre la realidad política y su contexto, y no sólo a una élite, cree que las cartas ya están echadas: perderá el peronismo en cualquiera de sus formas y ganará la oposición, ya sea con Juntos por el Cambio o con Javier Milei, o con estos juntándose en una segunda vuelta.

Sin embargo, las cosas no parecen estar resueltas con tanta simpleza.

El albertismo, con todas sus carencias y con el peso de no haber dejado marca positiva en más de la mitad de la gestión de Alberto Fernández, y con otros dos años cuesta arriba, se tiene fe.

Es "fe" la palabra exacta: es cuestión de creer ciegamente y sin evidencias, actuando a tontas y a locas, sin calcular los pasos sino derrochando un optimismo absurdo. Visualizando un horizonte que en realidad puede ser un espejismo.

Y se nutre de datos que desde Memo hemos recogido de analistas que coinciden en un primer factor, que es que se han acortado los plazos de tolerancia. Las "lunas de miel" de los ganadores de elecciones se han ido acortando. La gente no les aguanta demasiado tiempo sin resolver lo que prometieron resolver. Lo vemos en el Chile de Gabriel Boric, pero también en Argentina. El analista Gustavo Córdoba sostuvo aquí que "a Cristina Kirchner la toleraron 8 años, a Mauricio Macri 4 y a Alberto Fernández, solo 2".

Coincidió con él Ezequiel Parolari, quien habló de la posibilidad de "cisnes negros" y "rinocerontes grises" en la campaña por la sucesión presidencial (video, aquí).

Pero así como hay menos "luna de miel", en sentido inverso también podría registrarse más capacidad de olvido y reconocimiento. ¿Cómo es esto? Los albertistas (una masa amorfa de peronistas que huyen del liderazgo de Cristina Kirchner) creen que "si la pegamos en una, la gente cambiará su percepción negativa de inmediato".

En un audio, la diputada Vallejos trata de "mequetrefe" al Presidente y a CFK como "la voz del pueblo"

Esa apuesta a la ruleta, la quiniela política, a la taba -si se quiere- y es lo que le queda. Es una actitud berreta, pero es lo que hay. Y se trata de un juego que la sociedad le ofrece a la dirigencia con la que es indiferente y repelente, y la condena a sufrir un período de incertidumbre electoral, tal como "la casta" (ya el término lo podemos usar todos) hace con sus bolsillos y sueños.

Córdoba, de Zuban Córdoba, le dijo a Memo que el peronismo está latente, en un contexto similar al aquí descripto. Pronosticó que es tan poco lo que se espera del gobierno, que con solo un indicador que se haga sentir positivamente en la piel de la gente (y la billetera ya es parte del tejido epitelial) podría cambiar la perspectiva y darle la primera alegría al peronismo en años.

Ayer, el politólogo radical Andrés Malamud reiteró -coincidentemente con lo anterior- un planteo que ya había hecho el año pasado, pero que la enceguecida oposición que se cree ya ganadora parece no registrar: el peronismo puede ganar si confluyen factores tales como un buen desempeño en el Mundial de Fútbol y un nuevo "plan platita" meses antes de la elección presidencial, podrían torcer las convicciones del círculo rojo que ya está gastando champán por anticipado.

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Son acciones inmanejables para el gobierno. Es más: si quisieran influir en alguna de las dos cosas por anticipado, probablemente arruinen las posibilidades, por la impericia demostrada ya con muchas otras intenciones fracasadas.

No sería impensable que algún grupete exaltado de los que el peronismo fabrica en cantidades le eche la culpa a Macri de una derrota en Qatar, ya que preside la Fundación FIFA. O que en caso de ganar, se lo atribuyan al Presidente, con una invasión publicitaria como la que sabemos que se inunda la temporada proselitista. Pero eso es solo un chiste al lado de los cálculos reales que se están haciendo.

La maquinita de fabricar billetes no la pueden usar más. O no deberían. O tendrían que estar atentos a sus consecuencias que, como paradoja, podrían arrojar más inflación en el Paraíso inflacionario que ya es la Argentina.

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Como está visto, la cercanía con la percepción conceptual de Macondo, el pueblo que imaginó Gabriel García Márquez en "Cien años de soledad", se ajusta cada vez más al molde argentino.

No se trata de proyectos plausibles, sino de "fe". No se piensa en racionalizar sino en exagerar para destacarse. No se trabaja políticamente en términos tales como "alternancia" y "adversarios", sino en aferrarse al poder y en "enemigos", como le llamó Fernández desde España a Macri.

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