Diario íntimo de un presidente: el destierro de Luis Sáenz Peña en Mendoza
Deprimido, Luis Sáenz Peña se radicó en Rivadavia. "En La Libertad transformó el viejo molino en un alambique para producir alcohol y venderlo a Buenos Aires y Chile para elaboración de bebidas blancas y la industria farmacológica", escribe en esta nota Gustavo Capone.
Mendoza, siempre Mendoza. Terminaba el siglo XIX y la provincia abría sus puertas para recibir a miles de emprendedores que consolidarían un cambio en su fisonomía cultural y económica para siempre.
"Mendoza, la bien plantada", hacía rato que había comenzado una conversión moderna de cara a los nuevos tiempos. La llegada del ferrocarril, la aparición de tranvías tirados por caballos, la luz eléctrica, el telégrafo y el teléfono, la multiplicación de decenas de nuevas bodegas gestionadas por innovadores hacedores, son notas que marcarán un fuerte despegue tecnológico e industrial de Mendoza.
En ese contexto "ilustrado" será cuando se radicó Luis Sáenz Peña en Mendoza a partir de la primavera de 1896 y hasta la vendimia de 1898. El presidente renunciado vendría para curarse de varios males. Los físicos y los anímicos. Aparecerá ahí otra faceta de Mendoza: será la provincia "sanadora".
Y así, esa "tierra del buen sol y del buen vino", donde convergían el parisino Carlos Thays (arquitecto y botánico creador del Parque San Martín), el doctor correntino Emilio Coni y el peruano Luís Lagomaggiore (en el área de salud y la administración pública), el agrónomo exiliado de Francia, Michael Pouguet (especialista en vitivinicultura), el alemán Carlos Fader (pionero en el aprovechamiento del agua como fuente de energía eléctrica y de la extracción del petróleo, y padre del famoso pintor Fernando Fader), "el escoses" chileno Juan Clark (empresario ferroviario), Julio Lemos (destacado científico), el médico Edmund "el inglés" Day, Julián Barraquero, Agustín Álvarez y Conrado Céspedes (intelectuales de reconocimiento nacional), el periodista Francisco de Borja Correas, el Dr. Pedro Arata (mentor de la primera "Ley del Vino" en 1893 y el químico más importante del país en ese momento), José Vicente Zapata (prestigioso abogado y jurista; también fue ministro nacional de Luis Sáenz Peña), Luis Caillet Bois (empresario del vidrio y un adelantado en el nuevo modo de comercialización de vinos y conservas), el español Justo López de Gomara (hilandero dedicado a la explotación del cáñamo), Ignacio Álvarez (pianista de ponderación internacional), la emprendedora vitivinícola inglesa Annie Jane Fraser de Innes y las empresarias criollas Olaya Pescara y Narcisa Araujo, el ingeniero ruso Aarón Pavlowsky (quien dará un fuerte impulso a la reciente creada Escuela Nacional de Agronomía), el italiano César Cipolletti (responsable del diseño y la construcción de vanguardistas obras hídricas), el agrimensor francés Julio Ballofet, el periodista Adolfo Calle fundador de "Los Andes", la luchadora Genoveva Villanueva, Julio Leónidas Aguirre (brillante docente del Colegio Nacional), las norteamericanas Marie Olive Morse y Margareth Collord, maestras invitadas por Sarmiento a Mendoza y políticos de la talla de Lencinas y Civit, entre tantos otros, parte del elenco estable de la pujante Mendoza de ese tiempo demarcarán el contexto social y productivo de la provincia que recibirá a Luis Sáenz Peña.
Sáenz Peña se radicará en el este mendocino. En el distrito La Libertad de Rivadavia. No pasará mucho tiempo en el "pago". Serán casi dos años. Había sido invitado por parientes y amigos. Ya había estado en Mendoza anteriormente en otras oportunidades. Su nuera, Rosa Isidora González (esposa de su hijo: Roque), cuyana de pura cepa, y referente insoslayable de la tradicional familia mendocina, será quien tienda el puente con Mendoza.
"Don Luis" buscará sosiego en Mendoza. Curarse las heridas y tratar de cicatrizar la desazón de haberse sentido estafado. Estaba deprimido y desbastado. Llegará a una provincia que por ese entonces según el segundo censo nacional (mayo de 1895) que él ordenó, y no pudo concretar por su renuncia, ya tenía 116. 136 habitantes.
Mendoza le despertó la última esperanza y desde Rivadavia terminará de escribir otra historia.
Ante la crisis: Luis Sáenz Peña, "el indiscutible"
Una breve mirada al contexto nacional para ubicarnos en el escenario ante la proclamación de Luis Sáenz Peña como candidato a presidente en 1892 mostrará un país altamente convulsionado.
Ya había nacido la Unión Cívica Radical (1891) tras "la Revolución del Parque" y, como consecuencia, se había producido la caída de Miguel Juárez Celman.
El "piloto de la tormenta" será Carlos Pellegrini, quien como vicepresidente concluirá el mandato presidencial de seis años (1886 - 1892). Y si bien, parafraseando a mil autores, la revolución de 1890 había fracasado, el gobierno del Presidente Juárez Celman "estaba muerto" y tuvo que renunciar ante la presión política interna y la aguda crisis económica desatada. Le tocará a Pellegrini continuar la gestión y abrir el nuevo juego eleccionario que establecería la sucesión presidencial.
Mientras tanto, en la perspectiva de algunos, subyacía la figura de Luis Sáenz Peña (1822 - 1907). Abogado, juez, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Había sido presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, varias veces legislador, vicegobernador bonaerense, congresal constituyente en 1860 y supo ocupar una vocalía en el Consejo General de Educación.
Estaba casado con Cipriana Lahitte Bonavia, hija del uruguayo Eduardo Lahitte, descendiente de la casa francesa de los condes du Cos de la Hitte y famoso abogado de los estancieros más ricos de Argentina y Uruguay, entre ellos "los Anchorena" y "los Alzaga", y del mismo Juan Manuel de Rosas.
Muchos sostienen que esa fortuna proveniente de la familia de su esposa, fue otra de las claves para que fuera ungido y sugerido como candidato para las elecciones presidenciales de 1892. Con él, la contienda electoral tampoco sufriría problemas de financiación.
Era de esos hombres que no ofrecía reparos. Prácticamente impoluto. Tenía al momento de su postulación 70 años. Era un ferviente católico. Prestigioso profesionalmente. No tenía pretensiones manifiestas. No cargaba con ninguna mancha ética; pero además no lideraba ningún sector político - partidario. Y hasta contaba con bienes para solventar la campaña. ¿Quién discutiría al bueno de "Don Luis"?
La rosca y el zorro
"Don Luis" era el candidato ideal. Reunía todos los atributos, pero sobre todo tenía una inigualable condición. "Don Luis" ostentaba un móvil invencible para interponerse (e imponerse) entre "la rosca" y un joven talentoso con logradas ambiciones, representante del "sector modernista" que irrumpía con fuerza en la escena política nacional: su hijo Roque Sáenz Peña (1851 - 1914).
"Este grupo (de Roque Sáenz Peña) se oponía a la política de acuerdos y de conciliación que intentaban llevar adelante Roca y Pellegrini. Éstos últimos habían pactado con Mitre, líder de la naciente Unión Cívica Nacional, otorgarle la candidatura presidencial del Partido Autonomista Nacional a cambio de que aceptara un vicepresidente leal a Roca. Contrarios al acuerdo, "los modernistas" decidieron candidatear a Roque Sáenz Peña, hijo de Luis Sáenz Peña. Para evitar la competencia en la elección y bajar la candidatura de Roque, el "zorro" Roca y Mitre propusieron como candidato a Luis Sáenz Peña". (Camila Perochena. La Nación. 1/8/2021)
Pero también hubo otro elemento que daría una vuelta más de "rosca": "Don Luis" fue un sujeto maleable y funcional a la nueva alianza entre el mitrismo y el roquismo, que además condicionó la presencia electoral del radicalismo naciente, ante la imposibilidad de poder "armar" políticamente una fórmula con aspiraciones por la sorpresiva jugada política de la "vieja guardia", muy entrenada en las mañas de tradicional política.
Había que convencerlo a "Don Luis" que aceptara y eso sucedió. Su hijo Roque se retiró de la contienda y hasta renunció a una postulación de senador para no afectar la relación con su padre. El radicalismo mientras tanto había quedado "descolocado" ante la "avivada" política, mostrando claramente la imposibilidad (a meses de haber nacido) de componer una estructura orgánica electoral en todo el país.
Y así fue. Luis Sáenz Peña ganó la elección sin sobresaltos ni oposición.
La presidencia débil y el gobierno gris
Un viejo adagio "politiquero", válido para ayer y para siempre, dice: "Ganar una elección es factible. Gobernar es lo complejo". Y eso también fue evidente. No pudo gobernar.
Sin poder propio. Condicionado por la forma en que llegó al gobierno, donde la situación económica se hacía cada vez más inestable y resquebrajándose abruptamente el frente interno que lo llevó al poder, su debilidad de gestión y el nulo poder político fue notorio desde el primer día.
Múltiples cambios de gabinete. Crisis provinciales e intervenciones; huelgas de trabajadores; el abandono de sus aliados cercanos; el radicalismo conducido por Yrigoyen que presionó revolucionariamente y luego se abstendrá de participar en las elecciones, terminó por vaciar cualquier acción de su aletargado gobierno.
No controlaba ni a sus ministros. Y más aún, "como manotazo de ahogado", pretendió ilusamente establecer un régimen más parlamentario que ejecutivo, lo que determinó prácticamente un final cantado: abatido y en soledad, a los 26 meses renunció.
La culpa y el remordimiento
"Don Luis" era una persona razonable. Seguramente al tiempo de tomar distancia, bajar la espuma y despojarse de todo ese ambiente borroso que nubla prácticamente la visión, debió haberse dado cuenta. Literalmente: "lo habían usado". Él era la herramienta para detener al único adversario que realmente preocupaba: su hijo Roque.
Reprochándose, con cierta culpa, propio de una persona sensible y creyente, se recluyó por un tiempo en su casona de las afueras de Buenos Aires.
Dos notas lo pintaran de cuerpo entero. Una de las pocas acciones de su gobierno que todavía se recuerda fue la creación de la Lotería Nacional de Beneficencia (1893), futura Lotería Nacional.
La otra nota es dramática. "Don Luis" tuvo 7 hijos: Cipriana, Roque, Luis Aurelio, Elena, Alcira, Celina y Mercedes. Antes de llegar a la presidencia habían muerto 4 (Cipriana a los 25 años, Elena a los 33, Alcira a los 4 y Mercedes a los 14). No faltó quien sarcásticamente para intentar acrecentar su culpa y remordimiento le dijera (se publicó en pasquines porteños) que con su aceptación a la presidencia "había enterrado" a otro hijo más. Ironía refiriéndose a Roque.
"La Tebaida" rivadaviense de Luis Sáenz Peña
Hasta allí llegará "Don Luis". Los "mendocinos" González (ya mencionamos que su nuera fue Rosa González Delgado, hija de Lucas González Pinto) le habían conseguido un caserón en La Libertad; a 5 kilómetros del centro rivadaviense, sobre las orillas altas del Río Tunuyán (lo que supo llamarse "la costa de los Ferreyra"), reconocida la propiedad por su molino harinero y el canal "Nuevo - Reducción" que lo proveía de aguas del río.
La casa y bodega situada sobre un callejón (que sigue denominándose "calle El Molino"), estaba pegada a la quinta de "los Galigniana", y es propiedad actual de la familia Lanzarini.
Todo el predio había pertenecido a otro pariente de "los González": Jacinto Angelino Arenas Baldor (1846 - 1923), casado con Ursulina Raffo, de cuyo matrimonio nacieron 14 hijos. Muy interesante es la vida de Jacinto Angelino Arenas. Uno se tienta de incurrir en digresiones sobre Don Arenas. Dos cortitas. Famoso fue Jacinto Angelino en cuánto reñidero de gallos hubiera en el país y ferviente opositor a la llegada del ferrocarril. Su familia construyó una de las grandes fortunas de Mendoza merced a poseer la tropilla de caballos más grandes de la provincia y disponer de la empresa de transportes en carreta más renombrada.
Pero volviendo a Sáenz Peña diremos, que el arribo de "Don Luis" a Rivadavia coincidirá con la intendencia de Nicolás Antequeda. Será recibido con honores y una fiesta en la casa de Bernardino Vicuña Prado, y en la reunión estuvo hasta el cura Juan Jordán Puebla. En su estadía rivadaviense fue visitado por todo el arco político mendocino del momento. Pero "Don Luis" si de algo no quería hablar era de política.
En La Libertad transformó el viejo molino en un alambique para producir alcohol y venderlo a Buenos Aires y Chile para elaboración de bebidas blancas y la industria farmacológica. Muchos dicen que eran famosas "las grappas" de Sáenz Peña. Los fanáticos de Mendoza agregarán: "Mérito de las recetas de la familia de la nuera".
Pero hubo algo para los vecinos de la zona que hizo que la presencia del expresidente fuera inolvidable. Sáenz Peña introducirá en Mendoza la raza de cerdos Landrace y Hampshire. Una absoluta novedad. Algo nunca visto. "Chanchos blancos" y "chanchos negros con rayas blancas". La gente se agolpaba frente a los chiqueros para observar la novedad. Si "parecía cosa e' mandinga".
En fin. El resto es previsible y sabido. "Don Luis" volverá a Buenos Aires. Nunca superó la maquiavélica jugada política de sus correligionarios. Murió en 1907. No alcanzó a ver a su hijo presidente, que cuando asumió la máxima magistratura usó la misma banda y el mismo bastón que su padre. Su madre, "Doña Cipriana", con 87 años estaba a su lado. Ya Mitre, Roca, Pellegrini, "Don Luis", eran el pasado. Con Roque empezaba una nueva historia. Venturosa en la vida política argentina; desagradable en lo familiar para "los Sáenz Peña".
Roque fallecerá tras padecer una larga enfermedad en 1914, sin tampoco concluir su mandato. Lamentable ella sí, Doña Cipriana Lahitte de Sáenz Peña (1829 - 1916), vio realmente enterrar a su quinto hijo de siete.