Bouchard, el pirata: cuando el corso y "La Argentina" asediaron California y Centroamérica
La historia del corsario francoargentino Hipólito Bouchard, que consiguió el reconocimiento a la independencia argentina, compartió los colores que creó Belgrano en Centroamérica y mucho más, contado por Gustavo Capone.
"Todos los piratas tienen un temible bergantín / Con diez cañones por banda y medio plano de un botín / Que enterraron a la orilla de una playa en las Antillas". Emblemática estrofa de una canción de Serrat. "Una de piratas". De su álbum "En tránsito" (1981).
Vale como introducción para contar alguna faceta de la vida de Hippolyte de Bouchard (1780 - 1835), nacido cerca de Saint - Tropez, la Costa Azul en Francia y nacionalizado argentino, quien peleó con ahínco por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Obtuvo "patente de corso" por el gobierno, lo que le permitió luchar bajo la bandera argentina, transitar los mares y mediante ese reglamento "corsario" (entre particulares y el Estado) capturar naves enemigas y acechar puertos imperiales en defensa de los ideales independentistas. Fue soldado de San Martín en el combate de San Lorenzo e izó la bandera argentina en California.
"Todos los piratas tienen un lorito que habla en francés /al que relatan el glosario de una historia que no es". Probablemente sea así. Veremos si esta patriótica historia del corsario argentino Bouchard nos lleva a buen puerto, y si una vez más las letras de Serrat se convierten en una acertada hoja de ruta a seguir. En el fondo, a muchos nos gustan las historias de piratas. Y si pelearon para nosotros, mejor.
Aquí está la bandera idolatrada
"Es difícil que pase desapercibido el notorio parecido de varias banderas de naciones centroamericanas (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua) con la argentina. Sin embargo, no es algo que se enseñe en nuestras escuelas, a pesar que al conocerlo se enciende el orgullo patriótico. (...) El motivo de tanta semejanza entre las citadas banderas centroamericanas y la nuestra, es que los corsarios autorizados por los gobiernos del Río de la Plata, que empavesaban sus navíos con la bandera celeste y blanco, se erigieron en los mares caribeños como símbolo de la guerra contra el opresor español". (Pacho O'Donnell. "Los héroes malditos". 2004). Mucha de esa admiración centroamericana se debió a Bouchard, "halcón de los mares, corsario de la libertad", como titula su libro el maestro Miguel Ángel De Marco.
"Hippolyte" (Hipólito) en realidad era el nombre de su hermano muerto. En su honor tomó el apelativo que lo inmortalizó. Su verdadero y casi desconocido nombre es André Paul Bouchard y Brunet, de quien no hay muchos registros y antecedentes históricos hasta que llegó, ya grandecito, a nuestras costas rioplatenses.
Seguramente el amor de Hipólito por el mar nació de niño, siendo pescador en las actuales famosas playas de la Costa Azul, y se cimentó de joven peleando como marino francés contra los ingleses.
Fue un férreo antiimperialista. Famoso por su mal carácter y su gran estatura física. Había peleado bajo las ordenes de Charles Emmanuel Leclerc, aquel almirante casado con Paulina Bonaparte (la hermana de Napoleón) que terminó muriendo en la Isla de la Tortuga (Haití), isla que sirvió de escenario natural al taquillero films cinematográfico "Piratas del Caribe".
Bouchard tuvo su bautismo de fuego marítimo en las costas de Egipto y en el Caribe. Con ese bagaje llegará al Río de la Plata en 1809. No está muy claro porque se había separado de la causa francesa. Es probable que, como convencido antimonárquico, no haya adherido a la idea de Napoleón de transformar su consulado en un imperio hereditario. Lo cierto es que previo a llegar a nuestras tierras pasó por EE.UU. donde se inició sin éxito en la actividad comercial e intentó varios emprendimientos mercantes, pero al parecer ya con 30 años, y con cierto hastío y desilusión, decidió buscar nuevas motivaciones y abandonó su empresa comercial en el país del norte.
Con la camiseta argentina
Lo cierto es que Bouchard llegará a nuestras tierras para enrolarse en las filas criollas y ponerse a disposición de la causa americanista.
Pero en el marco de esta situación, creo que vale una primera digresión. Sería oportuno recordar que muchos de los marinos más trascendentes que defendieron la causa patriótica, como es el caso de Bouchard, fueron extranjeros.
Siempre existió una tradición guerrera en nuestra patria que relacionaba el desierto, la pampa, la cordillera o la selva con el caballo o la mula. No había experiencia militar por mar. "Nuestros ejércitos eran de tierra". Es por eso que ahí nació la oportunidad para muchos foráneos de incorporarse a "la causa". Será el caso de Thomas Taylor, nacido en EE.UU., comandante del bergantín "Patriota", que es considerado héroe en Haití e impuso a su dictador (Petion) el enarbolamiento de la bandera argentina. O el caso del francés Louis Michel Aury (1788 - 1821) quien peleó en el Caribe y llegó a declarar la independencia republicana de La Florida. Relevante también será el ejemplo de Juan Bautista Azopardo (1772 - 1848), oriundo de Malta, que fuera nada más, ni nada menos, que el Jefe de la primera Armada Argentina (1811) compuesta por la goleta "Invencible", el bergantín "25 de Mayo" y la balandra "Americana", con el objetivo de apoyar a Belgrano en su expedición al Paraguay. Azopardo fue también jefe y camarada de Bouchard.
Aunque el más resonante de todos los marinos extranjeros que pelearon por nuestra patria fue William "Guillermo" Brown, nacido en Foxford (Reino de Irlanda), cuya familia emigró a Estados Unidos. El joven Guillermo al poco tiempo quedará huérfano. Tras esa triste coyuntura trabajará en barcos mercantes estadounidenses durante diez años. Luego peleará a favor de Inglaterra; será puesto prisionero por los franceses y milagrosamente logrará escaparse. Posteriormente volverá a Inglaterra donde todo cambiará radicalmente.
Brown se enamorará en Londres perdidamente de Elizabeth Chitty y por pedido de ella se vendrán a América del Sur, para luego (ahora sí, definitivamente) convertirse en el gran Almirante de la patria.
La pasión, la gloria y la tragedia cubrirán a los Brown. Su yerno, el también marino y famoso patriota escoces Francis "Mayor" Drummond, agonizará horas después de haber sido perforado por una bala de cañón disparada a tres metros de su distancia en el combate de Monte Santiago. En la víspera de su muerte ante el capitán John Halstead Coe (otro norteamericano que peleó por la patria) expresó sus últimas palabras: "(...) se me nubla la vista. No veré más las montañas de Escocia. Este reloj es para mi madre, este anillo es para Elisa. Dile al Almirante que he cumplido mi deber y muero como un hombre". Mientras que su esposa, Elisa Brown, se suicidará al enterarse de la noticia, arrojándose cabeza para abajo a un muy angosto pozo ciego, permaneciendo en esa posición casi un día sin poder ser rescatada.
Volviendo a Bouchard
Debemos recordar algo que muchas veces ha quedado injustamente en un aparente segundo plano histórico. La guerra de la independencia se libró paralelamente también en forma heroica por nuestros mares y nuestros ríos. Mayoritariamente quedó en nuestras retinas aquellas campañas terrestres que muy merecidamente reivindican a nuestros grandes patriotas y sus emocionantes gestas: San Martín, Belgrano, Güemes, y tantos otros. Pero el escenario geopolítico regional de ese momento nos muestra como simultáneamente se yuxtaponen circunstancias que hacían imprescindible la conjugación e interacción de acciones terrestres y marítimas. Y Bouchard será un buen ejemplo de esa coyuntura.
Allá por 1811 (a meses de la revolución de mayo de 1810) las naves españolas bloquearon el puerto de Buenos Aires. Bouchard tuvo una actuación descollante defendiendo nuestras costas y soportando el asedio español. Pero inmediatamente después lo encontramos a Bouchard sumándose al reciente creado Cuerpo de Granadero a Caballos que conducía San Martín y peleando en el trascendente Combate de San Lorenzo (Santa Fe - 3 de febrero de 1813), donde nuestras fuerzas vencieron a las milicias realistas que por vía fluvial pretendían aprovisionar a la ciudad en el Sitio de Montevideo.
La iconografía de ese triunfo histórico seguramente nos traerá a nuestra memoria imágenes imborrables, cultivadas desde nuestros emotivos actos escolares de la escuela primaria. Ese cuadro de un San Martín caído y el arrojo de Cabral para salvarlo de la bayoneta española están grabados a fuego en nuestro sentimiento. Lo que probablemente ignoremos es qué en ese breve lapso (el combate de San Lorenzo duró aproximadamente 20 minutos) y mientras Cabral se convertía merecidamente en "héroe inmortal", Hipólito Bouchard conquistaba en base a su coraje y pericia para montar a caballos una de las banderas emblemáticas del ejército español sellando el triunfo patrio. Según constatará en el parte de guerra firmado por San Martín: "(...) los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron (los españoles), dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos 12 heridos sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo que, por los regueros de sangre, que se ven en las barrancas considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial don Hipólito Bouchard". Como reconocimiento a dicha actitud, la Asamblea Constituyente de 1813 le concedió con honores la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Va otra digresión para enmarcar socialmente el momento. Bouchard se casará con una de las mujeres más bellas y adineradas de Buenos Aires. Bellísima, y con fama de excéntrica también: Norberta Merlo. Famosa por usar pantalones en las reuniones sociales de la época y caracterizarse por enlazar como los mejores, cazar pumas y domar toros. Eso probablemente "enlazó" al grandote Bouchard, siempre malhumorado y con constante adusto gesto. Norberta y la patria le habían arrancado una sonrisa.
"Hasta que un día, temblando en la popa de un velero / La encuentran y traicionando la ley del filibustero / No reclaman el rescate y rehúyen el combate". Seguirá cantando aquella canción el catalán Serrat.
"Valiente muchachada de la Armada"
Pero a Bouchard "le tiraba el mar". Y volverá a retomar su vida de marinero. Se lucirá nuevamente cuando bajo la dirección de la flota por Brown ataquen El Callao y Guayaquil. Bouchard conducirá con "patente de corso" la corbeta "El Halcón".
Idas y vueltas; desavenencias y contramarchas harán que Bouchard abandone la expedición tras algunos logros y regrese a Buenos Aires solicitándole a Brown la liquidación proporcional de sus beneficios sobre el botín conseguido. Tras el reparto del botín Bouchard obtuvo una gran fragata capturada a los españoles: "La Consecuencia" y una la goleta: "Carmen".
En el medio de la situación podemos destacar algunas notas. Por ejemplo: las constantes sublevaciones de la tripulación que Bouchard logró sofocar en base a su rigor para la conducción y la violencia, lo que le valió más de un enemigo. En "el haber" de su manual de operaciones para sostener el orden de las tripulaciones hubo muertes, deportados, duelos, engrillamientos de sublevados y varios marineros mandados al "carajo".
Otro hecho relevante y poco conocido fue cuando Guillermo Brown, en medio del asedio a Guayaquil e intentando tomar el Castillo de San Carlos fue apresado. Las negociaciones para la liberación de Brown las llevó adelante Miguel Brown (su hermano) y Bouchard. En canje por la liberación del almirante, los corsarios argentinos tuvieron que otorgarles a los realistas: la fragata Candelaria (conquistada en combate), tres bergantines, toda la estratégica correspondencia (5 cajones de cartas y mapas) que viajaba a Buenos Aires con informaciones, noticias, planos de ruta, diarios de viajes y secretos confidenciales. Y más aún, tuvieron que entregar toda la pólvora que llevaban y las últimas 4 bordalesas de ron que le quedaban a la tripulación.
Vamos "La Argentina"
Ya de regreso Bouchard en el Río de la Plata cambiará el nombré de la fragata "Consecuencia" por "La Argentina". Luego de aprestos, y no exentos de dificultades que oscilaban entre carencias de recursos económicos a fuertes pujas políticas (recordemos que estamos en pleno tiempo emancipadores plagado de urgencias y de intrigas) "La Argentina" zarpará el 9 de julio de 1817, con la patente de corso Nº 116. Un año después de consagrada nuestra independencia nacional.
La flota se lanzará al mar con una ecléctica tripulación, en cuya plana mayor se destacaron británicos, norteamericanos, franceses y holandeses, entre ellos: el capitán Nathan Sommers, los primeros tenientes Guillermo Sheppard, Colverto Thompson, Daniel Oliver, Guillermo Mills, Miguel Burgués y Luis Greissac; el teniente de infantería José María Píriz; los cabos de presa Juan Arhens, Carlos Douglas y Martín Van Burgen; el cirujano Bernardo Copacabana. Junto a ellos el criollo Tomás Espora, el primer marino argentino en dar la vuelta al mundo. Mencionaremos también a Peter Corney (ingles), quien al tiempo de la excursión será reclutado y designado capitán de la corbeta "Chacabuco" y segundo jefe de la última etapa de la expedición cuyo grueso de la tripulación eran marineros criollos y filipinos.
Al trazar el rumbo que seguiría la expedición, Bouchard había planeado navegar en busca de la gran corriente sur ecuatorial que atraviesa el Atlántico hasta las costas africanas, lo que le permitiría bordear el Cabo de Buena Esperanza con el fin de perseguir los navíos de la Compañía de Filipinas que navegaban por las costas de la India. Y así irán pasando puertos: Madagascar, India, Filipinas, Borneo, Sumatra, Java, Macasar, las Célebes, el archipiélago de la Sonda. Liberando esclavos de los buques "negreros", combatiendo contra piratas malayos, suscribiendo acuerdos con el rey de Hawái hasta erguirse triunfante ante los españoles en Centroamérica y California e izar nuestro pabellón nacional en California entre marzo y abril de 1819.
"Triste, solitario y final"
Finalizada su expedición decidió partir a Valparaíso para sumarse a la campaña libertadora sanmartiniana que ya se encontraba en Chile. Cuando llegó al puerto chileno se le informó que pendía sobre él una orden de arresto. Se le librará un juicio. Pasará penurias económicas. Igualmente partirá al Perú siguiendo los pasos de San Martín. Se radicará definitivamente en Perú y fundará un ingenio azucarero.
El mal genio de Bouchard ya fue mencionado. Tanto a bordo donde sus represalias fueron feroces como en su estancia peruana donde trataba a sus empleados con extremada dureza. Harto de sus abusos un esclavo de su hacienda le dará muerte el 4 de enero de 1837.
"No hay historia de piratas / Que tenga un final feliz / Ni ellos ni la censura / Lo podían permitir / Por la espalda / en una esquina / Gente a sueldo los asesina". Concluirá Serrat.