Historia

Sarmiento y Tolosa Paz: la distancia entre apasionados reales y "versos" electorales

El amor y el sexo en la política: casos reales y virtuales, apasionados y como gancho proselitista para que alguien hable de quien se desmarca, pronunciando palabra sobre lo íntimo. Gustavo Capone nos mete en la cama de los políticos en las historia argentina.

Sobre la errónea "teoría de la apropiación"

Breve introducción. Aun a riesgo de ser vulgar, pero confiando en la calidad interpretativa del lector, es que tomo la licencia de resaltar algunas notas históricas que demuestran un error conceptual ante "la apropiación" de un sector político por determinadas características ideológicas o pasionales de mujeres y hombres, en particular, o de movimientos sociales y políticos, en general. Ante la coyuntura solo abordaré algunos ejemplos históricos que rebaten la teoría del supuesto preponderante patrimonio pasional por un partido político exclusivamente. No abordaré el criterio de "apropiación" sobre otras dimensiones (política e ideológica) pues ya fueron desarrolladas en su momento. Al respecto, solo recordaré, que no creo que ni Belgrano, ni San Martín, ni Güemes o su hermana "Macacha", estarían muy entusiasmados con algunos discursos que les atribuyen (doscientos años más tarde) su afinidad y adhesión partidaria a un sector. No ahondaré. Nuestro tema hoy es: "siempre hubo (históricamente) apasionados en todas las vertientes del amplio abanico sociopolítico - partidario del país".

Breves ejemplos históricos sobre pasiones verdaderas: Urquiza, Lola Mora, Yrigoyen, Mariquita Sánchez y más

Justo José Urquiza es un buen ejemplo histórico que retruca la exclusividad pasional de un sector. Urquiza fue varias veces gobernador de Entre Ríos, lideró la lucha contra Rosas ganando en Caseros (1852) e impulsó la Constitución del '53, que a la postre lo consagró Presidente. Murió asesinado a los 60 años (1870). Pero también es recordado por sus 23 hijos reconocidos. Los exagerados plantearon que los "no reconocidos" fueron muchos más. El mito dice: 100.

Por aquellos tiempos, de extensas campañas militares y años lejos del hogar, surgirán las llamadas: "fortineras", "cuarteleras" o "soldaderas", que junto a la india, la gaucha y la cautiva fueron el prototipo de la mujer del desierto pampeano. "Eran esposas, novias, madres o prostitutas; mujeres de un solo hombre o de un regimiento. No fueron pocas: si en la Conquista del Desierto hubo seis mil soldados, ‘las fortineras' llegaron a cuatro mil. No se entiende por qué las condenaron al olvido, pues sin ellas la campaña del Sur (para bien o para mal) no habría sido posible. No solo cuidaron de los hombres, los vistieron, alimentaron, curaron y, llegado el caso, combatieron a la par de ellos, como cuenta el Martín Fierro. (...) Se les daba racionamiento y, en cambio, se les imponían también obligaciones" (Amanda Paltineri. "Las fortineras. Hembras bravas"). "Chinas, milicas o chusma, también llamadas en la parte más benévola del lenguaje" (Vera Pichel. ‘Las Cuarteleras'. Planeta, 1994).

Ese era un típico escenario que encontraba al hombre y la mujer en tiempos de Urquiza. Pero volviendo a la vida del entrerriano, diremos que no solo legitimó a 23 hijos, sino que también por medio de una ley (que él mismo impulsó - Ley 41) se estableció una posición de igualdad entre todos los hijos que incluía potestad, herencia y demás derechos civiles. En síntesis: Urquiza tuvo entre 1820 y 1846, siete novias (Encarnación Díaz, Segunda Calvento, Cruz López Jordán, Juana Sambrana, Tránsito Mercado y Pazos, María Romero y Cándida Cardozo) y doce hijos. Su último, y gran amor fue Dolores Costa, a quien conoció en una fiesta de recepción a Sarmiento, en Gualeguaychú, durante 1851. Éste venía del exilio de Montevideo para incorporarse al "Ejercito Grande". Con Dolores tuvo 11 hijos (Dolores, Justa, Justo José Salvador, José Cayetano, Flora del Carmen, Juan José, Dominga Micaela, Teresa, Cipriano José, José del Monte Carmelo y Cándida Amelia). Murió acribillado en brazos de ella.

Los repollos de Tolosa Paz

Lola Mora (1886 - 1936). Otra época, otro contexto, no exento de pasión. Fue una brillante escultora. Rebelde; que tuvo la osadía de destacarse en espacios vedados para las mujeres. Su obra trascendente es la ‘Fuente de las Nereidas' (1903). En su honor, el día de su natalicio (17 de noviembre) es conmemorado: Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas. Fue una creativa provocadora. Se fue a estudiar a Roma a fines del XIX y cuando volvió a Buenos Aires generó un revuelo inusitado. Quisieron confiscarles sus obras que traía embaladas. "Licenciosas", "libidinosas", "pornográficas", decían los reportes de aduana y las crónicas de la época ante los cuerpos desnudos de sus estatuas. Lola había "pateado el tablero".

Mil rumores corrieron sobre su vida privada. Desde que fue amante de Julio Argentino Roca, su admirador y protector en cuyo tiempo de gestión produjo gran parte de su extraordinario y monumental trabajo artístico, hasta que tenía inclinaciones bisexuales. Lo cierto es que la genial e inigualable Lola nunca se detuvo en esas nimiedades.

Sus primeros pasos como artista los dio en su Tucumán natal. Ahí conoció a Santiago Falcucci, un maestro italiano de pintura con quien viviría una fascinación mutua. Al poco tiempo se convirtió en su mejor alumna. Pero Lola necesitaba "volar". Partió a Italia y comenzó a estudiar con el mejor profesor del momento: Paolo Michetti. En el atelier de Michetti conoció a Gabrielle D'Annunzio, el mayor poeta y dramaturgo italiano de la época. Quedo deslumbrada. D'Annunzio era un admirador del incipiente tango argentino. Le pidió a Lola que le enseñara a bailar, y así de la mano de la música, del "2 por 4", las letras y la plástica se concretó una linda historia amorosa.

Al poco tiempo establecerá una relación con Juan Cepeda, escultor cubano, que no prosperará, y ya sin dinero, Lola regresará al país. Es ahí donde empezará un vínculo con Roca. Ella le presentó un boceto de obras escultóricas monumentales que engalanarían la moderna Buenos Aires. Roca no dudó. Lola sería la encargada de embellecer gran parte del paisaje urbano porteño y de algunas provincias. Y así en el marco de un nuevo país, también nacía una nueva relación que llenó ríos de tinta en la prensa amarilla nacional.

Luis Hernández será el gran amor de Lola. Tenía 17 años menos que ella. Había sido su alumno; con él se casó, viajó por el mundo, descubrió una infidelidad de Hernández con una aristócrata húngara (Maruska Oppenhaimer) y si bien lo perdonó, la suerte estaba echada: sufrió, se separó y al tiempo murió, aunque su genio y obra permanecerán inmortales.

Mil ejemplos

Hipólito Yrigoyen (1852 - 1933) fue uno de los solteros codiciados de la época. Con estilo sobrio, discreto y ultra reservado, "El Peludo" también vivió varias historias sentimentales, al margen de su verdadera pasión: la política y el radicalismo.

Hipólito nunca se casó, pero mantuvo una relación con Dominga Campos quien siendo muy joven tuvo dos hijos con Yrigoyen (Eduardo y Sara). En paralelo Yrigoyen también se "visitaba" con Antonia Pavón, de cuyo vínculo nacerá Helena. Otra relación reconocida fue con la viuda del escritor y político Eugenio Cambaceres: Luisa Bacichi. Aunque la historia del radical destacará varias aventuras más, campañas mediante.

En realidad, los ejemplos de la intensa vida pública y privada, de cientos de mujeres y hombres de nuestra historia es inagotable. En el fondo, no es lo más trascendente, pero podríamos continuar: Mariquita Sánchez (1786 - 1868). Ella se debería haber casado con Diego del Arco, capitán español y emparentado con el primer marido de su mamá. Todo bien, hasta "que el diablo metió la cola" y apareció en escena su primo: Martín Jacobo Thompson. Se enamoraron perdidamente. Fue un escándalo. "El amor prohibido", hizo que la encerrarán y escapará con la complicidad de los carceleros. Recurrió hasta el Virrey Sobremonte para que autorizara la relación, quien finalmente consintió el casamiento con su primo Martín. Tendrán 5 hijos. Lamentablemente al tiempo enviudará.

La vida dará una nueva oportunidad a Mariquita: el representante francés en Buenos Aires, Jean Baptiste Washington de Mendeville, con quien tuvo tres hijos. Fue una relación muy rara. De hecho, concluyó en 1836, cuando Mendeville fue destinado como cónsul en Quito. Mariquita y sus hijos quedaron en Buenos Aires y nunca más se volvieron a encontrar. Mendeville murió en 1863. O sea, 27 años sin verse. En el medio, "los mal pensados" también murmuraron otras cosas.

Adelante maestro

El de Domingo Faustino Sarmiento es un caso particular. Pero también Leandro Alem, Lucio Mansillas, Alvear, Felicita Guerrero, Belgrano, Borges, Alicia Moreau y Juan B. Justo, Perón, Victoria Ocampo, Menem, y la lista sería interminable si quisiéramos meternos en el terreno de los afectos y las pasiones. Ayer, hoy y siempre. Pero en pleno setiembre es justo terminar con una historia breve y poco conocida del "maestro de América": la norteamericana Ida Wickersham. Su profesora de idioma ingles en EE.UU. Una joven puritana. Bellísima; casada con un doctor. En ese contexto se conocieron. Allá por 1865. Ella tenía 25 años. Sarmiento 54, y estaba abrumado por la separación conflictiva con su primera mujer (Benita Martínez Pastoriza) y los celos que le despertaba Aurelia Vélez. Vivieron un romance fulminante con Ida. Ella se separó y le pidió al ya presidente venir a Argentina para convertirse en una de "las maestras de Sarmiento". La petición no prosperó. La responsabilidad pública y los compromisos de Sarmiento fueron prioritarios, aunque la correspondencia con Ida no se enfrió jamás.

El regreso a la patria, la educación y el amor fueron el sano pretexto para que renaciera la pasión en Sarmiento. Y por Sarmiento. En el fondo, una "historia de la pasión argentina". Parece una frase de campaña, pero todo lo relatado "no fue verso" de campaña. Es el título de un libro de Eduardo Mallea. Sigue vigente, donde la pasión es patrimonio de todos.

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