La caída de Kabul en manos del Talibán y el fin del mundo unipolar
Roberto Videla, presidente de ACCDER (Centro de Diseño de Estrategias Regionales), pone en foco aquí la situación que emergió hace una semana en Afganistán con el retorno al poder de los talibaes. "Drogas, corrupción y ñoquis".
El 15 de mayo de 1988 el enorme poder militar soviético había sucumbido intentando sostener un gobierno afín, en un país limítrofe llamado Afganistán y la URSS nunca se recuperaría de este golpe. Cuando el declive alcanzó a sus aliados de Europa del Este y el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, la Guerra Fría había concluido con el derrumbe de la URSS que terminaría dividida en 15 nuevos estados, como consecuencia surgió una única superpotencia global, los Estados Unidos, la Era Unipolar había comenzado.
El predominio absoluto de los Estados Unidos sostiene su poder en dos bases, una es el dólar principal moneda de pago del intercambio mundial de bienes y servicios y la divisa en la que se opera casi la totalidad de la compra de energía, especialmente hidrocarburos.
La otra es su incontrastable poder militar que tiene un componente disuasivo nuclear sobre el que no explayaré en estas líneas y un componente convencional, el único con capacidad de proyección global, apoyado en la alianza militar más grande de la historia, la OTAN y en una vasta red de bases que le permiten contar con apoyo logístico en todo en el mundo.
Afganistán en un país montañoso del centro de Asia, que por su ubicación geopolíticamente es un "Estado Tapón", las fronteras del país fueron delineadas para evitar que los dos imperios que en Siglo XIX superponían sus áreas de influencia en la zona: El Imperio Ruso y el Imperio Británico, tuvieran una frontera común.
El dibujo arbitrario de estas fronteras que realizó el Imperio Británico dividió la etnia pastún entre Pakistán (en ese entonces parte del Virreinato de la India) y Afganistán, es conocido como Línea Durand (esta metodología fue aplicada en muchos lugares del mundo, el caso emblemático es el de Ruanda y Burundi países africanos que tenían Hutus y Tutsis en ambas poblaciones y que llevó a una sucesión de guerras interestatales y tribales y un genocidio), que la cultura tribal no reconoce.
Su población es mayoritariamente rural y de religión musulmana sunita, su capital Kabul, "la ciudad de los cometas", supo tener en los tiempos del de la monarquía Durruti una intensa vida social, con una participación de la mujer similar a cualquier ciudad europea de la época, una ciudad culturalmente abierta. La modernidad de Kabul chocaba con el conservadurismo de los habitantes de las zonas rurales, las mujeres consiguieron el derecho a voto en 1964.
A fines de la década aparecieron grupos estudiantiles universitarios que reivindicaban la revolución, como reflejo del mayo francés, como reacción por el temor a estas ideas hacia principios de los setenta surgen los primeros grupos islamistas, comenzado la división profunda de la sociedad.
Un golpe de estado en 1973 depuso la monarquía, un primo del monarca Mohammed Daud Khan asumió la presidencia e inició el período de la república. En medio de ese clima de cambios, los comunistas se hicieron con el poder en 1978, durante la llamada "Revolución de Abril" (28 de abril de 1978), mataron al presidente y ejecutaron a toda la familia real e iniciaron un período de violenta represión, sin tolerancia a las disidencias. Como era de esperar se gestó un movimiento reaccionario de resistencia y el triste ciclo de la guerra civil estaba en marcha.
A raíz de estos acontecimientos y temiendo una derrota de un gobierno aliado y fronterizo, la URSS decidió intervenir, temerosa que estos acontecimientos tuvieran impacto al interior de sus fronteras, (la población de Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán por entonces repúblicas soviéticas limítrofes con Afganistán es mayoritariamente musulmana) y sus tropas ingresaron a "pacificar" el país. En principio dictaron una amnistía general y liberaron a los presos políticos pero estos buenos gestos iniciales se fueron diluyendo en la consideración pública cuando la población se percató que los soviéticos habían llegado para quedarse, eran fuerzas invasoras que sostenían un régimen represor.
La intervención se convirtió en una guerra no convencional donde el gobierno controlaba la capital y las principales ciudades y el resto del país estaba en conflicto permanente entre las tropas soviéticas y los Muyahidines (Combatientes de la Libertad) con apoyo explícito de los Estados Unidos.
En este contexto se produce una enorme migración principalmente a Pakistán, país limítrofe y cuya población fronteriza comparte la etnia principal de la población afgana, unos tres millones de personas se desplazaron.
Ciudades de Pakistán como Peshawar, se convierten en el centro de la resistencia, ahí Osama Bin Laden se dedicaba a reclutar a los musulmanes no afganos que se sumaban a la Yihad Afgana, de ahí las raíces del vínculo talibán con Al Qaeda. En los campos de refugiados se formó a los niños con un adoctrinamiento riguroso guiado por el islamismo radical, las escuelas religiosas, madrazas, convirtieron esos niños en talibanes (estudiantes del Corán en idioma pastún).
Con pérdidas y un costo de guerra insostenible, el nuevo liderazgo soviético encabezado por Mijaíl Gorbachov dispuso la retirada de las tropas, unos años después el 24 de abril de 1992, el gobierno socialista cayó.
Cuando la guerra con el gobierno socialista concluyó (ya no existía la URSS) los distintos grupos rebeldes entraron en guerra entre sí, ya que no tenían fuertes lazos de unión, más allá de un enemigo común, dando inicio a otro ciclo de guerra civil entre los Muyahidines, todos contra todos, todo valía, crímenes de guerra y abusos que se hicieron evidentes pues la particularidad de estos enfrentamientos fue que se dieron en el ámbito urbano, a diferencia de los típicos combates en zonas aisladas de difícil acceso que plantea la orografía afgana, los líderes prominentes de este conflicto fueron los comandantes Ahmad Shah Masud y Gulbundin Hekmatiar, quienes fueron recibidos con la expectativa de pacificar y solo llevaron la guerra. Frente a este conflicto los talibanes, uno los grupos en pugna, plantea una férrea ley que ponga límites a la barbarie y con el apoyo más o menos encubierto de Pakistán toman Kabul el 27 de setiembre de 1996. Aplicaran una versión propia y radical de la Sharía, (ley coránica) que será brutal especialmente con las mujeres.
Luego de los atentados del 11 de setiembre Estados Unidos exige a los talibanes la entrega de los terroristas de Al Qaeda que eran sus aliados y usaban el país como base de operaciones, ante la negativa dará inicio la guerra más larga que ha combatido los Estados Unidos, 20 años. Es interesante tener en cuenta que entre los atacantes del 11 S no había ningún afgano, pero todos habían pasado por Afganistán.
La intervención militar de la OTAN liderada por Estados Unidos se hizo rápidamente con el control de la capital y trató de afianzar un sistema republicano, en el año 2003 se dictó una nueva constitución, al tiempo que iniciaba el entrenamiento de soldados y fuerzas de seguridad y se convocaron a elecciones nacionales.
Los talibanes y demás señores de la guerra se financiaron y se financian con la exportación de opio, que se transformó en un negocio de mucha rentabilidad garantizando los recursos para mantener su poder. Esta operación no solo se mantuvo vigente aún mientras las tropas de la OTAN se encontraban el país, sino que se incrementó, según la revista Forbes, se estima que en 2017 se "exportaron" 9.900 toneladas de opio por valor de mil cuatrocientos millones de dólares. Según el Informe SIGAR la influencia del opio en PIB creció desde el 10 - 15% al 20 -32% en un año. (los valores son estimados por la naturaleza de las operaciones)
Durante estos 20 años de intervención de occidental, la corrupción del gobierno alcanzó ribetes escandalosos, con compra - venta de cargos públicos, desvío de fondos y grandes ganancias para los Señores de la Guerra, jefes Muyahidines que ocuparon cargos relevantes también en los gobiernos provinciales. El informe "Corruption in Conflic, lessons from the U.S experience en Afghanistan" producido por el Inspector General para la Reconstrucción de Afganistan (Special Inspector General For Afghanistan Reconstruction SIGAR) de 1916, concluye como primera lección que "El gobierno de los EE. UU. debería hacer de los esfuerzos anticorrupción una prioridad en las operaciones de contingencia para prevenir la corrupción sistémica que está socavando los objetivos estratégicos de Estados Unidos."
Como consecuencia de esta debilidad, la corrupción, vemos la decepción de la sociedad y el abatimiento moral en las fuerzas militares y de seguridad, estó abrió el camino a los talibanes que se habían mantenido combatiendo en control de áreas donde producen opio para financiarse, e intentando expandir su influencia y control.
Una de las formas que tomó esta corrupción tuvo un impacto directo sobre la nómina de las fuerzas militares, en los regimientos se inscribían reclutas con nombres falsos o soldados muertos, el caso tuvo tal dimensión que por ejemplo en la provincia de Helmand, una con los mayores niveles de conflictividad, el consejo municipal estimó que el 40% de la nómina era falsa. Existe incertidumbre sobre cuál era el verdadero número de las tropas del ejército afgano, el presupuesto preveía un total incluyendo fuerzas de seguridad de 325.000 hombres y su entrenamiento y equipamiento significó un desembolso de alrededor de noventa mil millones de dólares.
El otro dato insoslayable es el acuerdo de Doha entre los EE. UU. y el Talibán, suscripto el 29 de febrero de 2020 que dispuso un cronograma de 14 meses para retiro de las tropas de EE UU y el compromiso del grupo talibán de no permitir que desde el territorio afgano se generaran amenazas a la seguridad de los EEUU, dispuso la liberación de cinco mil presos talibanes y mil funcionarios del gobierno en manos de estos últimos y habilitaban la apertura del diálogo afgano para alcanzar un acuerdo político.
El entonces presidente Donald Trump había propuesto durante la campaña electoral terminar con estas guerras incluyendo a la ocupación de Irak y Siria y comenzó a cumplir su compromiso, o sea que estos acuerdos no fueron una sorpresa, pero la forma en que se dieron fue percibida por buena parte de los miembros de las fuerzas militares del gobierno afgano como una rendición a plazo fijo.
La mayoría de los analistas considera que la caída de Kabul se hubiera producido igual en cuestión de meses. La baja moral, las dificultades logísticas, la falta de confianza en la integridad del comandante en jefe y la diferencia entre la realidad cotidiana de las tropas para cobrar su salario o recibir vituallas parece bastante alejado de lo que figuraba en los papeles. Se pueden apreciar severos errores, que junto con la corrupción sistémica explican el derrumbe. Es importante señalar que las fuerzas afganas sufrían unas 10.000 bajas al año, algo que no aparecía como noticia relevante en las grandes agencias noticiosas.
Así se formó este coctel explosivo que combina corrupción y un ejército fantasma lleno de "ñoquis" que hace ver la resistencia como un sacrificio inútil. En tanto por el otro lado hay combatientes convencidos de su causa, con una moral muy alta, con un equipamiento precario pero adaptado al entorno, financiado por el siempre redituable narcotráfico que le permitió incluso cooptar enemigos. Así colapsó el ejército afgano que, durante esta ofensiva final, entregó sus posiciones prácticamente sin combatir. Ni la inteligencia, ni la defensa, ni la diplomacia de Estados Unidos previno un derrumbe a esta velocidad, que se parece mucho a la debacle del ejercito cubano del dictador Fulgencio Batista, en tanto las imágenes de Kabul tomada, retrotraen a la caída de Saigón en manos de Vietnam del Norte.
¿Qué otras causas pueden haber en torno al fracaso de los Estados Unidos y sus aliados en su empresa afgana que costó tantas vidas y tantos recursos? Más allá del riguroso análisis del propio gobierno estadounidense que cité, es interesante una analogía, que no es de mi autoría, se cuenta que durante la preparación de lo que era la carrera por llegar primero al polo sur entre el noruego Roal Admunsen y el inglés Robert Scott, el noruego fue visitar a los inuit para ver su adaptación al medio y comprender esa cultura que les había permitido transformar esos páramos helados en su hábitat, el inglés nunca hubiera hecho eso, el imperio británico estaba por encima de esas culturas percibidas como inferiores y apostó por la tecnología de la potencia dominante de esos días.
Encuentro este comportamiento en la política exterior estadounidense cuando intenta transpolar instituciones y valores pasando por alto la cultura del lugar, pasa en Afganistán, pero también explica algunos de sus desaciertos en Centroamérica, se cierran a la posibilidad de ver y dialogar con los destinatarios de esas políticas permitiendo que incidan en su diseño. En el caso que nos ocupa, ignorar la estructura tribal de la sociedad afgana en especial en la zona rural y la influencia del factor étnico, hizo que muchas veces se equivocaran en la designación de los gobernadores que era realizada desde la capital y que fue una fuente constante de conflictos.
El presidente Joe Biden marcó en su conferencia de prensa (y coincido con su apreciación estratégica) que nunca es buen momento para la retirada por eso la ocupación se extendió tanto en el tiempo. Luego precisó cuales eran los intereses de EE. UU. en Afganistán y mencionó dos: que los atacantes del 11 S fueran traídos a la justicia y que este país no fuera la base de operaciones de Al Qaeda y expresó que la misión no fue refundar una nación, sosteniendo que estábamos centrados en el contraterrorismo (amenaza para Estados Unidos) y no en la contrainsurgencia (amenaza para el gobierno afgano) para continuar instando al país a enfocarse en las amenazas de hoy, no en las de ayer.
Es muy clara la afirmación sobre las amenazas de ayer, en el mundo unipolar estas solo podían provenir de actores no estatales, terroristas; las amenazas de hoy provienen de la competencia a la hegemonía norteamericana que plantea principalmente la China, desafiando el orden mundial establecido. Este reenfoque, que ya aparece en numerosos documentos estratégicos indica un cambio de era. Así como la Caída del Muro de Berlín simboliza el fin de la Guerra Fría, la caída de Kabul simboliza el fin del mundo unipolar. No es casual que la caída de Kabul encontró a componentes de la armada china haciendo ejercicios con fuego real al sur, suroeste de Taiwán, una señal desafiante que los tiempos han cambiado. León Panetta quien fuera director de la CIA y Secretario de Defensa durante la presidencia de Obama, equiparó esta debacle a la sufrida por Kennedy en Bahía de los Cochinos. El problema sustancial no es la retirada, sino como se llegó a ella y como se está desarrollando.
China hoy siente que el incremento sus capacidades está por encima de la voluntad de Estados Unidos para impedirlo y avanza en esa dirección, a esto se suma que la presión de las sanciones económicas empuja a Rusia hacia China y se rompe así el juego que proponían los grandes estrategas de Estados Unidos: Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, que coincidían en la visión de mantener a estos gigantes asiáticos separados.
Estos cambios en la geopolítica también tienen un correlato económico, en un análisis producido por el jefe de estrategas del Deustche Bank Jim Reid y su equipo el año pasado, plantea, el inicio de un nuevo superciclo económico, que significaría el fin del segundo ciclo de la globalización, denominando a esta etapa como "La Era del Desorden" que augura el aumento de la tensión entre China y Estados Unidos.
Mas allá del contexto geopolítico no puede ocultarse el drama humano del pueblo afgano, en guerra ininterrumpida desde 1978, el temor por el futuro, la incertidumbre por los derechos básicos de la mujer, ¿Cómo no comprender el desasosiego por la situación?, especialmente en la población urbana, máxime cuando escuchan del presidente que no estaban ahí para reconstruir, discurso que replican los principales aliados europeos de la OTAN, aunque todo esto contrasta con las cifras invertidas o supuestamente invertidas que son desproporcionadas en relación con el PIB afgano, o con el hecho que el informe gubernamental que he citado haya sido realizado por el Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán, reconstrucción que no estaba en el interés de USA, o tal vez simplemente asistimos a un discurso que trata de mitigar el fracaso, que en ningún caso es responsabilidad exclusiva del actual mandatario estadounidense.
La reflexión final que aplica a todas las sociedades es que, aunque parezca una nimiedad en sus inicios, fomentar la división, tolerar la corrupción, naturalizar la convivencia con mafias es una espiral de acontecimientos que se sabe cómo inician, pero no puede preverse en que desembocan, esos elementos están presente en las guerras afganas y también en el génesis de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente la apuesta de superar las contingencias difíciles, teniendo expectativas en los que prometen mano dura, aplicando justicia desde su poder arbitrario termina en tragedia colectiva, vale para Afganistán, vale para otras sociedades también para la nuestra.
EL AUTOR. Roberto Videla. Presidente de ACCDER (Centro de Diseño de Estrategias Regionales).