Los crímenes de la calle Villate
Escribe Sergio Bruni: "En la casa presidencial se cometieron crímenes -delitos cometidos con un agravante moral- durante la cuarentena, que deben ser investigados y sancionados con las penas que determina el Código Penal".
En la calle Carlos Villate, de la localidad de Olivos en Vicente López, zona norte de Buenos Aires, se encuentra el portón de ingreso de los visitantes a la quinta presidencial de Olivos. La construcción de la que actualmente es la casa presidencial, fue realizada por un hijo de Juan Martín de Pueyrredón, Prilidiano, quien era un arquitecto muy reconocido por las familias patricias de la época.
El primer dueño del fraccionamiento fue Rodrigo de Ibarrola, luego le perteneció al Brigadier Miguel de Azcuénaga, quien hizo construir la casa que hoy -refacciones mediante-conocemos como "Quinta de Olivos". De la familia Azcuénaga la quinta fue legada a un sobrino, Carlos Villate Olaguer, quien la donó en 1918 al "Superior Gobierno de la Nación Argentina" con la condición que fuera la residencia presidencial.
Los primeros presidentes desde la donación, no la ocuparon de modo permanente hasta que lo hiciera el General Pedro Eugenio Aramburu, como presidente de facto. El primer presidente constitucional en residir en forma permanente fue Arturo Frondizi, entre 1958 y marzo de 1962, derrocado por el quinto golpe de Estado que hubo en la Argentina. Fue allí donde se dio el encuentro secreto entre Frondizi y el Che Guevara, quien se encontraba oficialmente en Uruguay, participando de la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) que analizaba la "Alianza para el Progreso", aprobada por el Congreso de los Estados Unidos.
En la quinta presidencial hubo casamientos como el de una hija del General Alejandro Agustín Lanusse con el cantante Roberto Rimoldi Fraga. Pasaron grandes personalidades de la política internacional como George Bush, Bill Clinton, Michelle Bachelet o la recordada Lady Di en su visita a la argentina en noviembre de 1994. Los Rolling Stones, Madonna, Alan Parker o Campanella estuvieron en la residencia, entre otros tantos artistas o personalidades políticas y culturales.
Las imágenes afables de Alfonsín y Menem, caminando por los jardines de la Quinta para sellar el acuerdo para reformar la Constitución Nacional, recorrieron el país. El presidente Menem hizo sus paseos con la Ferrari Testarossa. Kirchner y Macri recibían amistades o familiares y organizaban partidos de fútbol, tenis o pádel. Era su vivienda transitoria, es de sentido común que recibieran amigos, comieran un asado o practicaran deportes.
Nadie podría cuestionar esas acciones. Vale aclarar, aunque parezca redundante, que no estábamos en pandemia y todos los argentinos encerrados en nuestras viviendas. A nadie podíamos recibir, ni siquiera visitar a los seres queridos, aun en el curso de enfermedades terminales. Quien se arriesgó y lo hizo, por Decreto presidencial le fue aplicado el art. 205 y concordantes del código penal. Miles de argentinos y residentes en el país tienen causas penales por infringir el DNU de Alberto Fernández.
Mientras todos cumplíamos con la cuarentena más larga del mundo, ya sea por convicción o bajo amenaza del código penal, el mentor y autor del decreto persecutorio ¡violaba de un modo sistemático la ley!
El presidente Fernández y la primera dama vivieron en sus horas libres, en la mítica casona de olivos (Patrimonio Arquitectónico Argentino), una vida sin restricciones. De hecho, esa zona gozó de una suerte de "inmunidad monárquica" mientras miles de argentinos morían en los hospitales del país.
Es imposible para un gobernante entender los padecimientos de los gobernados, desde una vida relajada, indolente y muy alejada de la vida de "los otros", privados en sus más elementales derechos y libertades.
Con el escándalo desatado, como resignarse a no levantar (de nuevo) la voz por la muerte de Abigail Jiménez, la nena de doce años que su padre tuvo que cargar en brazos para cruzar desde Tucumán a Santiago del Estero porque le negaron el ingreso vehicular por las "restricciones" que el presidente Fernández impuso, mientras él y sus allegados vivían de un modo "particular" y "privilegiado".
En la casa presidencial se cometieron crímenes -delitos cometidos con un agravante moral- durante la cuarentena, que deben ser investigados y sancionados con las penas que determina el código penal. Uno de los autores y máximo responsable está identificado: El Presidente de la Nación Argentina. La pesquisa judicial en curso deberá determinar al resto de los autores y los diversos grados de responsabilidad que tuvieron.
Si se tratara de una enigmática novela policial de algún autor clásico del género, no habría motivos para preocuparse. Pero, lo sucedido en la calle Villate no es ficción, es parte de una dolorosa realidad e hipocresía que oculta inconductas de variados colores.
Para la ciudadanía, más irritante aún es que aquellos crímenes configuran, además, una bufonada y afrenta inexcusable al modo de vida republicano.