La pérdida de los unicornios
"Son los sueños enfermizos de unos pocos que se transforman en pesadillas para millones de humanos a quienes se trata de convencer de las bondades de ese sistema de partido único, sin elecciones, sin transparencia, con censura y control absoluto de su población", escribe Carlos Varela Álvarez, en un artículo a raíz de Cuba y sobre unas y otras izquierdas.
Hace algunas décadas Silvio Rodríguez llenaba estadios y nos emocionaba a todos con su canción sobre el unicornio azul perdido. La canción es bellísima y creo en la honestidad y sinceridad de ese poeta como también de Pablo Milanés aunque luego terminaran distanciados. Ambos iluminaron un época y a más de una generación. Eran los líderes culturales de una utopía muerta antes de nacer.
Desde aquella época de fe en las revoluciones y en las denominadas democracias profundas hemos obtenido los gobiernos de Lula y Dilma en Brasil, Lugo en Paraguay, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Chaves y Maduro en Venezuela y Mujica en Uruguay. Dejo de lado a Bachelet y Lagos en Chile y a Tabaré Vásquez de Uruguay porque entiendo son proyectos de otra izquierda distinta de las mencionadas y tampoco a Castillo en Perú que aún no asume.
No nombro los proyectos locales porque acá cada uno tendrá su parecer.
Salvo Mujica y Lula que entregaron sus gobiernos a sus sucesores, sólo el primero terminó en el podio solitario de reconocimiento. Los problemas legales de Lula, recién comienzan a resolverse en su favor pero su imagen y esencialmente su partido el PT, quedó manchado de corrupción.
De las demás experiencias de izquierda, Ortega, Chavez y Maduro, son la insignia clara del despotismo y la dictadura. Correa fue echado por sus propios seguidores envuelto en corrupción y disfruta de su exilio en Bélgica.
Lugo, el ex obispo con hijos secretos y con una pésima administración a pesar de su notable éxito electoral hoy es sólo una sombra molesta. Por su parte Evo Morales a pesar de los avances económicos y sociales que logró para su gente, que no es poco, se fue envuelto por su ansiedad de reelección interna que ocasionó otro golpe de estado para la apedreada Bolivia.
En ese contexto, queda el origen del camino que es Cuba, ese proyecto de utopía estatizado en manos de un partido único, el Comunista, cuyos acólitos en otras tierras claman por la igualdad, los derechos de las mujeres y comunidades de género, contra la tortura y la transparencia de las instituciones pero que callan frente a todos los atropellos que he señalado en sus tierras de proyectos comunes.
Son los mismos cuyos abuelos callaron los gulags de Stalin, las invasiones a Hungría y la ex Checoeslovaquia ante los miles de muertos, ejecutados y en la más absoluta censura de prensa, con sus muros de Berlín y sus perversos servicios de inteligencia.
Allá quedó en la historia sin memoria lo que hizo el general Josep Broz Tito en la ex Yugoeslavia o que sucedía en la cerrada Albania en mano de un tirano llamado Enver Halil Hoxha o lo que hacía el matrimonio Ceaucescu en Rumania.
Resta saber que los proyectos de China, Vietnam y Corea del Norte, sólo difieren en el caso de los dos primeros con los mencionados por su notorio avance económico dentro de las reglas del capitalismo estatal. Y que el último de los nombrados es sólo un espacio feudal de dinastía hereditaria anclado en su único y eterno querido Líder.
Son los sueños enfermizos de unos pocos que se transforman en pesadillas para millones de humanos a quienes se trata de convencer de las bondades de ese sistema de partido único, sin elecciones, sin transparencia, con censura y control absoluto de su población.
No es que la democracia actual sea maravillosa o haya solucionado problemas históricos de la región más desigual del mundo en la que vamos perdiendo cada día mas calidad institucional y poder adquisitivo. Vivimos en sistemas políticos imperfectos y muchas veces injustos o ajenos a los verdaderos problemas de la gente.
Ahora bien, sin libertad, independencia de los poderes y control de los mismos, sin participación ciudadana o libertad de queja o protesta, sin prensa todo relato se desvanece, toda utopía pierde sentido, todo futuro se esfuma. Los iluminados que asaltan el poder o que lo ganan en buena ley pero que se lo quedan para ellos para siempre, condenan a generaciones a una esclavitud mental y social. De ser el pueblo dueño del poder pasa a ser usurpados del mismo.
Son tiempos digitales, de controles faciales, de teletrabajo, de mundos virtuales y de aparentes apatías. Pero no confundan eso con la realidad que los pueblos en América se movilizan tanto por la muerte de un negro por violencia policial blanca, como por los derechos de los pueblos originarios, por el medio ambiente o por las desigualdades y las represiones en Chile y Colombia, y que son los mismos pueblos que lo hacen en Nicaragua, Cuba y Venezuela por la dignidad humana.
No importa el silencio de la izquierda caviar ni las banderas enrolladas, ya no hay más luchas invisibles ni metas inalcanzables, el proceso es lento pero idéntico, sólo necesita el oído justo, porque sino aquellas alamedas vacías se volverán a llenar de pasos y manos, de abrazos y barbijos.
Es la rueda de la historia que quiere darle al mundo una nueva oportunidad. No la desaprovechemos, sólo así encontraremos los verdaderos unicornios.